La música suave se había convertido en un murmullo distante mientras las conversaciones comenzaban a apagarse poco a poco. El salón, que horas antes estaba repleto de energía y entusiasmo, ahora parecía ir perdiendo brillo a medida que los invitados se despedían y abandonaban el lugar. La atmósfera cambiaba con el paso de los minutos, como si el fin de la noche trajera consigo una sensación de desgaste inevitable.Yo seguía de pie junto a Adrian, aunque a una distancia más prudente que antes. Sentía el peso de la noche acumulado sobre mis hombros: el éxito de la presentación, los comentarios mordaces de Wallace y Bennett, el caos inesperado de la intervención de Xander, y por supuesto, el malestar creciente que parecía acompañarme desde entonces. El cansancio, que hasta ahora había logrado reprimir, comenzaba a aflorar.—Parece que ya todo el mundo empieza a irse —murmuró Adrian, con un tono relajado que contrastaba con el mar de pensamientos en mi cabeza. Me lanzó una mirada discreta
La puerta del hotel se cerró tras de mí con un suave clic, pero el silencio que siguió fue ensordecedor.Apenas unos segundos después, me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento acumulado durante toda la noche. Los tacones que llevaba desde la mañana cayeron al suelo con un ruido sordo, seguidos por el bolso que lancé a un lado sin miramientos. Me quedé inmóvil por un momento, mirando el techo de la habitación, con la mente aún zumbando, incapaz de desconectarse.La recepción había terminado hacía poco, pero las imágenes seguían frescas. La multitud de personas, las conversaciones interminables, las palabras cargadas de doble sentido… y él. Xander. Por supuesto que su presencia seguía ocupando más espacio del que debía en mi cabeza.Giré el rostro hacia la ventana, donde las luces de Silicon Valley seguían brillando como un millón de estrellas artificiales. Era irónico: en un lugar lleno de mentes brillantes, donde el futuro parecía estar forj
El amanecer aún estaba lejos cuando abrí los ojos por completo. Por un momento, me quedé inmóvil, mirando la oscuridad de la habitación, sintiendo cómo el peso de la noche anterior todavía reposaba sobre mí como una sombra imposible de disipar. Había dormido, o al menos, lo había intentado. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes regresaban. Momentos congelados en mi mente, sus rostros superpuestos, las palabras que nunca pedí escuchar. Me senté lentamente sobre la cama, abrazándome las rodillas, y dejé que el silencio me envolviera. Era un silencio engañoso. No el tipo de silencio que ofrecía paz, sino el tipo que dejaba espacio para que los pensamientos más pesados encontraran su voz. Y ahí estaban. Wallace. Bennett. Victoria. Xander. Adrian.Una maraña de nombres, de recuerdos, de miradas y palabras que se repetían como un eco interminable. ¿Cuándo empezó a enredarse todo?Cuando llegué a Silicon Valley, todo era tan claro. Estaba aquí por Hart Tech, por el proyect
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta
El día siguiente comenzó de forma maravillosa, la mañana era brillante y prometedora. Aun así, mi mente le daba vueltas a la decisión que había tomado hacía menos de 24 horas. Xander Blackwood era ahora parte de mi vida, al menos de mi vida profesional, y eso no me daba ningún placer. Después de esa reunión ligeramente incómoda y tensa en su oficina, me sentía como si hubiera vendido una parte de mi alma. La chispa de desafío que me había impulsado a aceptar su propuesta ahora se transformaba en una inquietud persistente.Mientras caminaba hacia la sala de juntas de mi empresa, el pequeño equipo de Hart Tech me saludaba con sonrisas y comentarios alentadores. Nadie tenía idea de la tormenta que se avecinaba, de la presencia imponente que estaba a punto de infiltrarse en nuestro espacio, un espacio que hasta ahora había sido mi refugio, mi bastión de independencia. La entrada de Xander cambiaría todo.—¿Lista para la reunión, Ivy? —preguntó Emma, mi asistente, con un brillo de emoción
El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de ma
Desde el primer instante en que puse un pie en la oficina esa mañana, supe que el día sería largo. La última semana me había golpeado bastante en términos emocionales. Desde que Xander se unió formalmente a la empresa, nuestros encuentros eran un constante tira y afloja sin que ninguno de los dos quisiera ceder. Era agotador. No paraba de pensar en nuestra última conversación, aunque habían pasado más de 3 días y el tema parecía haberse olvidado. Mi cabeza daba vueltas cada vez que recordaba la escena. Por lo menos dijo que tengo potencial. Me encogí de hombros para darme ánimos, un cumplido así y de alguien tan importante como Xander no se recibía todos los días.—¿Todo bien, Ivy? —la voz de Emma me devolvió a la realidad. Estaba parada junto a la puerta de mi oficina, completamente abierta, con una taza de café en cada mano. La saludé con una sonrisa y le hice un ligero gesto para que entrara.Emma me alcanzó una taza de café y me dio una sonrisa que intentaba infundirme confianza,
Salí de mi oficina y cerré la puerta tras de mí, intentando mantener la compostura. La conversación con Xander aún resonaba en mi cabeza, sus palabras tan firmes y su forma de ver mi empresa como si fuera simplemente una pieza en su tablero personal. Necesitaba despejarme, tomar un respiro lejos de su presencia. Lo último que quería era enfrentarme con su arrogancia, y, sin embargo, me encontraba cediendo una vez más. Esa actitud suya de creer que siempre tenía la razón me exasperaba.Su intensidad, su forma de deslizar sus decisiones como si fueran leyes inamovibles, me dejaban en un estado de tensión constante. Era agotador, y la sola idea de pasar otro día discutiendo cada detalle con él hacía que una punzada de frustración me recorriera.Respiré hondo, tratando de calmarme, cuando sentí la vibración de mi teléfono en el bolso. Lo saqué y vi en la pantalla el nombre de mi madre. Suspiré. Las llamadas de mi madre no eran precisamente una fuente de consuelo; al contrario, solían ser