El día siguiente comenzó de forma maravillosa, la mañana era brillante y prometedora. Aun así, mi mente le daba vueltas a la decisión que había tomado hacía menos de 24 horas. Xander Blackwood era ahora parte de mi vida, al menos de mi vida profesional, y eso no me daba ningún placer. Después de esa reunión ligeramente incómoda y tensa en su oficina, me sentía como si hubiera vendido una parte de mi alma. La chispa de desafío que me había impulsado a aceptar su propuesta ahora se transformaba en una inquietud persistente.
Mientras caminaba hacia la sala de juntas de mi empresa, el pequeño equipo de Hart Tech me saludaba con sonrisas y comentarios alentadores. Nadie tenía idea de la tormenta que se avecinaba, de la presencia imponente que estaba a punto de infiltrarse en nuestro espacio, un espacio que hasta ahora había sido mi refugio, mi bastión de independencia. La entrada de Xander cambiaría todo.
—¿Lista para la reunión, Ivy? —preguntó Emma, mi asistente, con un brillo de emoción en los ojos. Ella siempre tenía un aire de dulzura a su alrededor. Además de una excelente asistente, también era una muy buena amiga y sabía de primera mano cuánto me había esforzado para llegar hasta donde estaba.
—Tanto como puedo estarlo —respondí, intentando que mi tono sonara confiado. La verdad es que no estaba ni remotamente lista. Xander Blackwood no era un inversor común; su tipo de “involucramiento” significaba mucho más que aportaciones de capital y asesoría. Me ponía nerviosa.
Emma tomó asiento a mi lado, en la mesa de juntas, y comenzó a darme el reporte general de la última semana en la compañía. El ambiente era agradable, como siempre, Hart Tech era, en cierta forma, una pequeña familia.
Sin embargo, cuando la puerta de la sala se abrió, el ambiente se transformó por completo. Nuestro nuevo inversor entró con la misma seguridad aplastante con la que me había recibido en su oficina, con un aire de control absoluto que se percibía en cada paso. Como si llevara un ejército invisible detrás de él, Xander dominaba el espacio, y todos parecieron notarlo. El susurro de las conversaciones se desvaneció, y las miradas curiosas se clavaron en él.
Yo estaba al otro extremo de la sala y, cuando nuestras miradas se encontraron, mi cuerpo reaccionó de inmediato. Había algo en esos ojos oscuros y profundos que enviaba un mensaje claro: estaba aquí para quedarse, y cualquier intento de resistencia sería inútil. Mi columna se tensó, pero mantuve la compostura.
—Bienvenidos a todos. Hoy damos inicio a una nueva etapa en Hart Tech —comencé, mirando a los miembros de mi equipo. Sentí la mirada de Xander clavada en mí, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto—. Quiero presentarles a nuestro nuevo socio e inversor, Alexander Blackwood. Con su experiencia y apoyo, estoy segura de que podremos escalar nuestro proyecto y llevar nuestra tecnología de ciberseguridad a nuevas alturas.
Xander asintió ligeramente y se acercó al frente de la sala, deteniéndose a solo unos centímetros de mí. La silla que el correspondía estaba frente a la de Emma, es decir, justo a mi izquierda. Podía percibir su presencia, poderosa y abrumadora.
—Gracias, Ivy —dijo, con esa voz grave y firme que hacía que la piel se me erizara. Miró al equipo, pero sus ojos regresaron a mí—. Es un honor unirme a una empresa con tanto potencial. Espero que mi experiencia pueda sumar a esta visión tan ambiciosa.
Sus palabras sonaban correctas, diplomáticas, pero algo en su tono me indicó que lo que realmente quería era dejar claro que su “experiencia” también significaba control. El equipo lo recibió con aplausos tímidos, aún impactados por su presencia, y algunos intercambiaron miradas de sorpresa. Xander Blackwood en persona, el titán de las inversiones, era una adición inesperada.
Terminada la presentación, Xander y yo nos reunimos en mi oficina. Cerré la puerta, intentando mantener una distancia prudente mientras me sentaba al otro lado de mi escritorio. Él se quedó de pie, observando cada rincón de la oficina, como si analizara no solo el espacio, sino también cada una de mis elecciones.
—Deberías redecorar este lugar —dijo de repente, como si fuera una sugerencia casual, pero no lo era. La intención estaba clara.
Lo miré, enarcando una ceja.
—Gracias por la sugerencia, pero me parece un gasto de tiempo y dinero innecesario —respondí, enfática, haciéndole ver que no necesitaba su opinión.
Él sonrió, un gesto apenas perceptible.
—De acuerdo, Ivy. Empecemos con la revisión de la estructura actual de la empresa. Quiero ver en detalle cada proyecto, cada inversión, y cada persona que está trabajando aquí.
Sentí la frustración elevarse dentro de mí. Este hombre no tenía límites.
— Emma te hará llegar a tu correo corporativo un informe completo con los detalles que solicitas. —le dediqué una sonrisa para disimular el veneno que empezaba a acumularse en mis palabras. Su comentario acerca de mi oficina me había enojado muchísimo, se sintió como si estuviese cuestionándome por algo tan trivial. Nunca me ha gustado que me digan qué hacer y cómo debo hacerlo.
— Una cosa importante, Xander: esta es mi empresa. La forma en cómo se maneja y cómo hacemos las cosas es mi responsabilidad. —me incliné ligeramente hacia él, apoyando los codos en la mesa con las manos entrelazadas. — Acepté tu inversión porque creo en el crecimiento de Hart Tech, no porque busque un jefe.
No sabes con quién te estás metiendo, Xander Blackwood.
Él se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en mi escritorio y acercándose lo suficiente para que pudiera sentir su respiración.
—Eso es lo que me gusta de ti, Ivy. No tienes idea de cuánto me desafías. Pero te advierto que tengo mis propias maneras de hacer las cosas, y si piensas resistirte, va a ser una batalla interesante.
Lo miré a los ojos, conteniendo mi impulso de desafiarlo verbalmente. Esta era mi empresa, y no iba a dejar que nadie, ni siquiera un hombre como Xander Blackwood, decidiera por mí.
El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de ma
Desde el primer instante en que puse un pie en la oficina esa mañana, supe que el día sería largo. La última semana me había golpeado bastante en términos emocionales. Desde que Xander se unió formalmente a la empresa, nuestros encuentros eran un constante tira y afloja sin que ninguno de los dos quisiera ceder. Era agotador. No paraba de pensar en nuestra última conversación, aunque habían pasado más de 3 días y el tema parecía haberse olvidado. Mi cabeza daba vueltas cada vez que recordaba la escena. Por lo menos dijo que tengo potencial. Me encogí de hombros para darme ánimos, un cumplido así y de alguien tan importante como Xander no se recibía todos los días.—¿Todo bien, Ivy? —la voz de Emma me devolvió a la realidad. Estaba parada junto a la puerta de mi oficina, completamente abierta, con una taza de café en cada mano. La saludé con una sonrisa y le hice un ligero gesto para que entrara.Emma me alcanzó una taza de café y me dio una sonrisa que intentaba infundirme confianza,
Salí de mi oficina y cerré la puerta tras de mí, intentando mantener la compostura. La conversación con Xander aún resonaba en mi cabeza, sus palabras tan firmes y su forma de ver mi empresa como si fuera simplemente una pieza en su tablero personal. Necesitaba despejarme, tomar un respiro lejos de su presencia. Lo último que quería era enfrentarme con su arrogancia, y, sin embargo, me encontraba cediendo una vez más. Esa actitud suya de creer que siempre tenía la razón me exasperaba.Su intensidad, su forma de deslizar sus decisiones como si fueran leyes inamovibles, me dejaban en un estado de tensión constante. Era agotador, y la sola idea de pasar otro día discutiendo cada detalle con él hacía que una punzada de frustración me recorriera.Respiré hondo, tratando de calmarme, cuando sentí la vibración de mi teléfono en el bolso. Lo saqué y vi en la pantalla el nombre de mi madre. Suspiré. Las llamadas de mi madre no eran precisamente una fuente de consuelo; al contrario, solían ser
Tenía la cabeza nublada por mis pensamientos. Conversar con mi madre solía terminar siempre en un ataque de pánico, supongo que todo el caos de la última semana me había hecho un poco más fuerte porque esta vez sentía que podía manejarlo. Aún así, mi respiración era más rápida de lo normal, y un nudo de frustración comenzaba a instalarse en mi estómago. Era increíble cómo, con sólo unas pocas palabras, mi madre lograba hacerme cuestionar cada paso que había dado. Siempre me hacía sentir como si estuviera luchando en vano, como si todo el esfuerzo que invertía en Hart Tech fuera una simple distracción, un capricho que algún día superaría.Respiré hondo y caminé hacia la sala de descanso, pensando que un vaso de agua fría me ayudaría a despejar la mente. Sin embargo, al doblar la esquina, vi una figura alta que esperaba frente a la puerta de mi oficina. Xander estaba allí, con los brazos cruzados y una expresión que no supe interpretar de inmediato.Sentí una mezcla de sorpresa y molest
— 6 pm. Café Amelié. —dijo Adrian al otro lado del teléfono. El tono de su voz era cálido, se le escuchaba contento y, debo admitirlo, me contagió un poco de su felicidad. Sin darme cuenta, comencé a sonreír mientras lo escuchaba planificar nuestra salida de hoy. Menos mal está libre hoy, necesito despejarme con urgencia y esperar más tiempo me haría perder la poca cordura que me queda, aunque mi pensamiento era algo dramático, tenía que reconocer que me sentía más ligera desde que me contestó la llamada.— ¿Ivy? —La voz de Adrian me sacó de mis pensamientos.— Perdón. Dime. —respondí con algo de pena.— Ivy Hart, ¿por qué siempre que te hablo me ignoras tan descaradamente para perderte en tu hermosa cabecita? —El tono burlón de Adrian, sumado a su falso drama, me hizo reír. No pude contener la carcajada, a lo que él respondió con otra.—Te estaba diciendo, chiquilla, que esta vez te toca a ti escoger qué comeremos. —Mis mejillas se tiñeron de rojo al escucharle llamarme así, él tenía
Me senté en la cafetería donde había quedado con Adrian, eligiendo una mesa en la esquina junto a una ventana desde donde podía ver la calle. La decoración moderna y el aroma del café fresco ayudaban a calmarme, aunque mi mente seguía a mil por hora después de la confrontación con Xander. Un respiro, eso era todo lo que necesitaba. Alguien que no intentara controlar cada aspecto de mi vida.Entonces lo vi entrar. Adrian tenía ese aire tranquilo y seguro que recordaba bien, la presencia de alguien que sabía lo que hacía sin necesidad de imponerlo. Llevaba un traje gris oscuro perfectamente ajustado y una leve sonrisa en el rostro cuando me vio. Al acercarse a la mesa, me levanté para saludarlo, y él me envolvió en un abrazo cálido, uno que me recordó a los viejos tiempos, cuando no todo era una lucha constante.—Ivy, estás radiante como siempre —dijo al soltarme, sus ojos verdes brillaban de alegría por verme.—Siempre tan halagador —respondí, sintiendo que una pequeña sonrisa escapaba
El silencio se hizo denso, llenando cada rincón de la oficina mientras intentaba procesar lo que veía. Ahí estaba él, sentado cómodamente en mi silla, como si fuera el dueño del lugar. La penumbra suavizaba los contornos de su rostro, pero sus ojos oscuros y penetrantes reflejaban una intensidad inconfundible.—¿Xander? —mi voz salió más firme de lo que esperaba, aunque mi pulso estaba acelerado. No podía evitar sentirme incómoda con él ahí, en mi espacio, esperándome en la oscuridad. Pero, al parecer, él tampoco esperaba encontrarme ahí.Xander levantó la vista y me observó en silencio, como si mi presencia lo hubiera tomado desprevenido, algo que nunca antes había sucedido. No parecía el Xander de siempre; había algo diferente en su postura, una especie de vulnerabilidad que lo hacía parecer más humano. No pude evitar fijarme en la sombra de cansancio en su rostro, en la forma en que sus hombros estaban ligeramente caídos, como si el peso del mundo lo presionara también a él.—¿Xand
Pasaron varios días y no había señales de Xander. A decir verdad, era un alivio no tener que lidiar con su presencia imponente cada vez que entraba a mi oficina o se infiltraba en cada decisión de la empresa. Y, sin embargo, su ausencia comenzaba a sentirse extraña, casi inquietante.En la oficina, los empleados parecían aliviados al principio, como si una pesada nube se hubiera disipado. Pero a medida que los días pasaban, esa aparente calma comenzó a transformarse en un murmullo de rumores y especulaciones.Una tarde, casi una semana después del extraño encuentro con Xander, mientras revisaba algunas propuestas para el evento de Silicon Valley, escuché unos golpes suaves en la puerta de mi oficina. Al levantar la vista, vi a Emma asomándose con una expresión de incertidumbre en el rostro.—¿Tienes un minuto, Ivy? —preguntó, como si necesitara algún tipo de permiso especial para entrar.—Claro, pasa —le dije, haciendo un gesto para que tomara asiento.Emma cerró la puerta detrás de e