Tenía la cabeza nublada por mis pensamientos. Conversar con mi madre solía terminar siempre en un ataque de pánico, supongo que todo el caos de la última semana me había hecho un poco más fuerte porque esta vez sentía que podía manejarlo. Aún así, mi respiración era más rápida de lo normal, y un nudo de frustración comenzaba a instalarse en mi estómago. Era increíble cómo, con sólo unas pocas palabras, mi madre lograba hacerme cuestionar cada paso que había dado. Siempre me hacía sentir como si estuviera luchando en vano, como si todo el esfuerzo que invertía en Hart Tech fuera una simple distracción, un capricho que algún día superaría.
Respiré hondo y caminé hacia la sala de descanso, pensando que un vaso de agua fría me ayudaría a despejar la mente. Sin embargo, al doblar la esquina, vi una figura alta que esperaba frente a la puerta de mi oficina. Xander estaba allí, con los brazos cruzados y una expresión que no supe interpretar de inmediato.
Sentí una mezcla de sorpresa y molestia al verlo. Lo último que necesitaba era enfrentarme a él justo en ese momento. Intenté controlar mi expresión, pero, con Xander, nunca parecía ser suficiente. Él me observaba con esos ojos oscuros y analíticos, como si intentara leer cada pensamiento que pasaba por mi mente.
—¿Problemas, Ivy? —preguntó con un tono que mezclaba genuina curiosidad con ese toque de sarcasmo que tanto me irritaba.
—¿Necesitas algo, Xander? —respondí, evitando su pregunta y con la esperanza de que se alejara de mi oficina.
Él no se movió. Al contrario, sus ojos se clavaron en los míos, y sentí como si estuviera desnudando cada capa de protección que intentaba mantener en pie. Sabía que Xander tenía el don de percibir la debilidad de los demás, y, en ese momento, yo era un libro abierto.
—No necesitas fingir conmigo, Ivy. Puedo ver que estás… afectada —dijo, sin apartar la mirada, enfatizando su tono firme y directo. Me irritaba cómo lo decía, como si la vulnerabilidad fuera una falla que él estaba dispuesto a corregir.
—No sé de qué hablas —repliqué, tratando de sonar indiferente, aunque en el fondo sabía que era inútil intentar esconderme de él.
Xander esbozó una media sonrisa, una que no alcanzaba a suavizar su mirada de depredador. Dio un paso hacia mí, y sentí mi respiración acelerarse ligeramente. No era miedo lo que me provocaba, sino una mezcla de incomodidad e irritación, una sensación de estar bajo el control de alguien que parecía disfrutar del poder que ejercía.
—Mira, Ivy —dijo, su voz bajando un tono—. Entiendo que las cosas no siempre sean fáciles en el mundo que has elegido. Las cosas… externas… es natural que te afecten. Pero lo que no voy a tolerar es que permitas que eso influya en tu desempeño o en nuestras decisiones. Hart Tech necesita a alguien fuerte al frente. Alguien que no vacile.
Sus palabras golpearon en mi interior, mezclándose con los ecos de la conversación con mi madre. Intenté no dejar que me afectara, pero sentí el peso de la expectativa en su tono, esa manera de reducir cualquier complicación personal a una simple distracción. Para él, todo era blanco o negro, y las emociones eran obstáculos que debía eliminar.
—Gracias por tu preocupación, pero no necesitas recordarme lo que se espera de mí. Hart Tech es mi empresa. Si alguien va a preocuparse por su futuro, soy yo —respondí, alzando ligeramente la barbilla, determinada a no ceder ni un centímetro.
Xander se acercó un poco más, invadiendo mi espacio personal hasta el punto en que sentí su presencia envolviéndome, casi como una amenaza.
—No me hagas repetirlo, Ivy. Mientras yo esté aquí, espero un compromiso absoluto de tu parte. No importa lo que pase afuera —dijo, su voz más baja y sus ojos fijos en los míos—. Si hay algo o alguien que te distrae, más te vale solucionarlo.
Una chispa de desafío se encendió en mi interior. No me gustaba que él intentara imponer sus reglas en mi vida personal, como si tuviera derecho a decidir en qué debía concentrarme. Arqueé una ceja y lo miré de arriba a abajo.
—Mi compromiso siempre es absoluto— respondí, sin bajar la mirada. — Siempre. En todo. —enfaticé. Era cierto. Siempre me había ido un poco a los extremos, para mí era todo o nada. Y Hart Tech no era la excepción.
Hubo un breve silencio entre nosotros, uno cargado de una intensidad casi tangible. Finalmente, Xander sonrió, aunque la frialdad en sus ojos no cambió.
—Espero que así sea, Ivy. Por tu bien —respondió, antes de dar media vuelta y alejarse por el pasillo, dejándome con el eco de sus palabras y una furia contenida que quemaba en mi interior.
Me quedé allí, sintiendo el aire regresar a mis pulmones mientras la imagen de su espalda desaparecía en la distancia. Por lo menos, la tensión de la conversación con mi madre se disipó, reemplazada por una furia silenciosa hacia Xander. Si su intención era probarme, había logrado algo aún mayor: recordarme que Hart Tech era mío.
Tomé el teléfono y le marqué a Adrian. Después de todo lo que había pasado, encontrarme con alguien conocido que no intentara controlarme sonaba como un alivio.
— 6 pm. Café Amelié. —dijo Adrian al otro lado del teléfono. El tono de su voz era cálido, se le escuchaba contento y, debo admitirlo, me contagió un poco de su felicidad. Sin darme cuenta, comencé a sonreír mientras lo escuchaba planificar nuestra salida de hoy. Menos mal está libre hoy, necesito despejarme con urgencia y esperar más tiempo me haría perder la poca cordura que me queda, aunque mi pensamiento era algo dramático, tenía que reconocer que me sentía más ligera desde que me contestó la llamada.— ¿Ivy? —La voz de Adrian me sacó de mis pensamientos.— Perdón. Dime. —respondí con algo de pena.— Ivy Hart, ¿por qué siempre que te hablo me ignoras tan descaradamente para perderte en tu hermosa cabecita? —El tono burlón de Adrian, sumado a su falso drama, me hizo reír. No pude contener la carcajada, a lo que él respondió con otra.—Te estaba diciendo, chiquilla, que esta vez te toca a ti escoger qué comeremos. —Mis mejillas se tiñeron de rojo al escucharle llamarme así, él tenía
Me senté en la cafetería donde había quedado con Adrian, eligiendo una mesa en la esquina junto a una ventana desde donde podía ver la calle. La decoración moderna y el aroma del café fresco ayudaban a calmarme, aunque mi mente seguía a mil por hora después de la confrontación con Xander. Un respiro, eso era todo lo que necesitaba. Alguien que no intentara controlar cada aspecto de mi vida.Entonces lo vi entrar. Adrian tenía ese aire tranquilo y seguro que recordaba bien, la presencia de alguien que sabía lo que hacía sin necesidad de imponerlo. Llevaba un traje gris oscuro perfectamente ajustado y una leve sonrisa en el rostro cuando me vio. Al acercarse a la mesa, me levanté para saludarlo, y él me envolvió en un abrazo cálido, uno que me recordó a los viejos tiempos, cuando no todo era una lucha constante.—Ivy, estás radiante como siempre —dijo al soltarme, sus ojos verdes brillaban de alegría por verme.—Siempre tan halagador —respondí, sintiendo que una pequeña sonrisa escapaba
El silencio se hizo denso, llenando cada rincón de la oficina mientras intentaba procesar lo que veía. Ahí estaba él, sentado cómodamente en mi silla, como si fuera el dueño del lugar. La penumbra suavizaba los contornos de su rostro, pero sus ojos oscuros y penetrantes reflejaban una intensidad inconfundible.—¿Xander? —mi voz salió más firme de lo que esperaba, aunque mi pulso estaba acelerado. No podía evitar sentirme incómoda con él ahí, en mi espacio, esperándome en la oscuridad. Pero, al parecer, él tampoco esperaba encontrarme ahí.Xander levantó la vista y me observó en silencio, como si mi presencia lo hubiera tomado desprevenido, algo que nunca antes había sucedido. No parecía el Xander de siempre; había algo diferente en su postura, una especie de vulnerabilidad que lo hacía parecer más humano. No pude evitar fijarme en la sombra de cansancio en su rostro, en la forma en que sus hombros estaban ligeramente caídos, como si el peso del mundo lo presionara también a él.—¿Xand
Pasaron varios días y no había señales de Xander. A decir verdad, era un alivio no tener que lidiar con su presencia imponente cada vez que entraba a mi oficina o se infiltraba en cada decisión de la empresa. Y, sin embargo, su ausencia comenzaba a sentirse extraña, casi inquietante.En la oficina, los empleados parecían aliviados al principio, como si una pesada nube se hubiera disipado. Pero a medida que los días pasaban, esa aparente calma comenzó a transformarse en un murmullo de rumores y especulaciones.Una tarde, casi una semana después del extraño encuentro con Xander, mientras revisaba algunas propuestas para el evento de Silicon Valley, escuché unos golpes suaves en la puerta de mi oficina. Al levantar la vista, vi a Emma asomándose con una expresión de incertidumbre en el rostro.—¿Tienes un minuto, Ivy? —preguntó, como si necesitara algún tipo de permiso especial para entrar.—Claro, pasa —le dije, haciendo un gesto para que tomara asiento.Emma cerró la puerta detrás de e
Desde que Xander desapareció de Hart Tech, el ambiente en la empresa se sentía extraño, tenso. A simple vista, todos trabajaban como siempre, manteniendo el ritmo que el proyecto demandaba, pero debajo de esa calma aparente, percibía una creciente inquietud. Sabía que los rumores circulaban. Cada vez que pasaba cerca de los espacios comunes o de la sala de descanso, oía fragmentos de conversaciones y risas nerviosas que cesaban en cuanto me acercaba. La ausencia de Xander estaba afectando a todos de una forma que ni siquiera yo había anticipado.Había pasado apenas una semana desde que Xander se había alejado sin explicación, y ya era evidente que su presencia había tenido un impacto mayor al que yo me había permitido reconocer. La ironía era amarga: él podía ser exasperante y controlador, pero también había traído consigo una sensación de seguridad para el equipo, una especie de certeza de que, pase lo que pase, Hart Tech estaba en buenas manos. Ahora, con su ausencia, esa certeza pa
La noche había caído hacía ya varias horas, y la oficina estaba en silencio absoluto. Mis empleados habían regresado a casa, cansados pero motivados después de la reunión. Había conseguido restaurar parte de la confianza en Hart Tech, pero sabía que mantener ese impulso dependería de mí y de mi capacidad para guiar al equipo con firmeza.Me quedé revisando propuestas y ajustando algunas diapositivas de la presentación para el evento. La soledad del espacio y el brillo tenue de la lámpara sobre mi escritorio me ayudaban a concentrarme, a ignorar los murmullos de duda que intentaban abrirse paso en mi mente. Con la ausencia de Xander, me sentía un poco extraña. Ligeramente perdida. Y eso me enojaba demasiado.Estaba sumergida en un documento cuando el sonido del teléfono me sobresaltó. Observé la pantalla, y el nombre que apareció hizo que mi corazón diera un vuelco.Xander.Mi pulso se aceleró, y mis manos dudaron un segundo antes de deslizarse para responder. No estaba segura de cómo
Colgué el teléfono y me quedé mirando la pantalla en silencio durante unos segundos, sintiendo cómo mi mandíbula se tensaba involuntariamente. La luz del dispositivo se apagó mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Hablar con Ivy después de tantos días fue como abrir una puerta que no estaba seguro de querer cruzar. Su voz resonaba en mi mente, y aunque intenté mantener el control, había algo en sus palabras, en su tono, que me desconcertaba. Desde el momento en que pronuncié su nombre y escuché su voz, noté algo en mí tambalear, algo que no estaba dispuesto a admitir. Ella siempre ha tenido ese efecto en mí: una mezcla peligrosa de atracción y necesidad de control, una necesidad de doblegarla, de hacerla mía en todos los sentidos. Cada segundo que pasaba, esa mujer me volvía más y más loco sin saberlo. — Esto es solo un juego de poder, Xander. — Dije con voz firme. Sí, no debía olvidarlo. Ella no era diferente de cualquier otro obstáculo que he tenido que vencer.Recordé su m
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta