— 6 pm. Café Amelié. —dijo Adrian al otro lado del teléfono. El tono de su voz era cálido, se le escuchaba contento y, debo admitirlo, me contagió un poco de su felicidad. Sin darme cuenta, comencé a sonreír mientras lo escuchaba planificar nuestra salida de hoy. Menos mal está libre hoy, necesito despejarme con urgencia y esperar más tiempo me haría perder la poca cordura que me queda, aunque mi pensamiento era algo dramático, tenía que reconocer que me sentía más ligera desde que me contestó la llamada.
— ¿Ivy? —La voz de Adrian me sacó de mis pensamientos.
— Perdón. Dime. —respondí con algo de pena.
— Ivy Hart, ¿por qué siempre que te hablo me ignoras tan descaradamente para perderte en tu hermosa cabecita? —El tono burlón de Adrian, sumado a su falso drama, me hizo reír. No pude contener la carcajada, a lo que él respondió con otra.
—Te estaba diciendo, chiquilla, que esta vez te toca a ti escoger qué comeremos. —Mis mejillas se tiñeron de rojo al escucharle llamarme así, él tenía la mala costumbre de tratarme como a una niña pequeña.
— ¿Estás seguro? —respondí con cierta duda, aunque teníamos como regla que en cada salida uno de nosotros se encargaba de escoger qué comeríamos o beberíamos, no recordaba quién lo hizo la última vez y tampoco estaba muy segura de que sus gustos siguieran siendo los mismos.
— Sorpréndeme, Ivy. —dijo él. —Quiero saber qué come la Ivy fundadora de la startup tecnológica más sonada del momento.
— ¿Cómo que más sonada del momento?
— ¿Eso dije?
— Sí, Adrian. ¡Explícate!
— Calma, mujer, que la curiosidad mató al gato.
— Ya, pero murió sabiendo. ¡Dime lo que sabes!
— Mis labios están sellados, Ivy. Al menos, hasta después de comer.
— ¡Adrian!
— ¡Ivy!
Lamentablemente, no pude sacarle más información. Pero me sentí ligeramente orgullosa, si Adrian decía eso, significaba que Hart Tech no estaba tan mal como Xander lo hacía ver. Después de hablar un rato más, Adrian y yo nos despedimos.
— Tenemos que dejar temas para nuestra cita de hoy. —me dijo él antes de colgar.
— ¡No es una ci-...—Mi frase quedó en el aire. —No es una cita. — murmuré, más para mí que para él, pues ya había colgado la llamada.
— ¿Qué cosa no es una cita? —La voz imponente de Xander me tomó por sorpresa.
— ¿Me estás espiando? —le lancé una mirada inquisidora mientras recogía mis cosas de la mesa.
— ¿Por qué habría de espiarte? —Así que quería jugar a responder con preguntas, bien, Xander. Yo también puedo jugar.
—¿Qué haces en mi oficina? —le pregunté, cruzando los brazos y lanzándole una mirada directa, intentando controlar mi sorpresa por su inesperada presencia.
Xander se encogió de hombros, con esa indiferencia calculada que tanto me irritaba, y avanzó unos pasos, examinando el espacio como si fuera su propio terreno.
—Pasaba por aquí y noté que estabas... ocupada —dijo, su tono dejaba entrever un dejo de burla. Me miró fijamente con una expresión que cada vez se hacía más intensa, como si intentara descifrar lo que había escuchado al entrar.
—Ocupada, sí. En una llamada personal. Y a menos que mi vida privada esté en tu contrato de inversión, no veo por qué te interesaría —respondí, alzando una ceja.
Xander sonrió, parecía que mi comentario le hubiera divertido. Era un gesto minúsculo, pero suficiente para que mi irritación aumentara. Con Xander, incluso una sonrisa parecía un desafío.
—¿Vida privada? —repitió, poniendo especial énfasis en las palabras mientras se apoyaba contra el borde de mi escritorio—. No pensé que tenías tiempo para esas cosas, con el ritmo de trabajo que tienes en Hart Tech.
Lo miré, sin intenciones de ceder terreno. Su presencia invadía mi espacio personal, y aunque mi primer instinto era retroceder, me planté firme.
—No me lo recuerdes —dije con una pequeña mueca de fastidio, tratando de sonar indiferente, aunque mi corazón latía con fuerza—. Pero incluso alguien como yo necesita un respiro de vez en cuando. Y, para tu información, no tengo que justificar mis llamadas personales.
Él inclinó la cabeza, como si mis palabras fueran una curiosidad que necesitaba analizar. Finalmente, dio un paso más cerca, invadiendo mi espacio de manera deliberada.
—No necesitas justificarte conmigo, Ivy. Solo espero que cualquier... distracción, sea lo suficientemente breve como para no interferir en tu compromiso con Hart Tech —su tono era suave, pero la amenaza en sus palabras era inconfundible.
—¿Distracción? —repetí, sintiendo cómo una chispa de furia se encendía en mi interior. Me reí con incredulidad, ¿en serio me había dicho eso? —. No tengo distracciones, Xander. Todo lo que hago está calculado, ¿te queda claro?
Jugué con un mechón de cabello mientras le respondía. Entonces, el gran Alexander Blackwood quería jugar con fuego. Ya había comenzado a acostumbrarme a su presencia, así que no me resultaba tan abrumadora e intimidante como antes. Después de todo, estábamos en Hart Tech. Estábamos en mi territorio.
Él no respondió de inmediato. Su mirada bajó a mis labios por un instante, y luego volvió a mis ojos, llenos de esa intensidad que me ponía nerviosa.
—Entonces espero que así sea, Ivy —dijo, dejando que las palabras fluyeran lentamente, como si quisiera asegurarse de que entendiera el mensaje detrás de ellas—. Me aseguraré de que nada te desvíe del objetivo.
Me crucé de brazos, manteniéndome firme frente a él, sin bajar la mirada. Nuevamente, no pude contener mi risa irónica.
—Me encargaré de que así sea. No necesitas preocuparte por mí.
Xander retrocedió. A pesar de que su rostro se mantenía imperturbable, algo en su expresión parecía diferente. ¿Se había molestado? Esbocé media sonrisa.
—Perfecto. Eso es todo lo que quería oír. —Su tono era un susurro, pero cargado de esa autoridad que parecía imposible de esquivar.
A pesar de mi resistencia, sentí un escalofrío en la columna. ¿Cómo era posible que ese hombre insoportable hiciera que mi cuerpo reaccionara como si él fuese un cazador y yo la presa? Nada me exasperaba más que eso. Xander se giró hacia la puerta, parecía dispuesto a marcharse. Pero justo antes de cruzarla, se detuvo y me lanzó una última mirada por encima del hombro.
—Ah, por cierto, Ivy… Espero que disfrutes tu “no-cita.” Me intriga saber qué comes cuando te das un respiro de esta empresa.
Mi corazón dio un salto al escuchar sus palabras. ¿Había oído toda la conversación? ¿Desde cuándo estaba ahí, escuchando? Intenté controlar la expresión en mi rostro, pero sentí cómo el calor subía hasta mis mejillas y que mis ojos se abrían desmesuradamente.
—¿No tienes algo mejor que hacer, Xander? —respondí con el tono más tranquilo que pude reunir, aunque en el fondo me debatía para no insultarlo.
Él sonrió de nuevo, un gesto que era tan peligroso como encantador, antes de salir de la oficina sin decir una palabra más, dejándome con la cabeza llena de preguntas y un nudo de confusión en el estómago.
Suspiré, tomando mi bolso y repasando mentalmente lo que acababa de suceder. El comentario de Xander seguía retumbando en mi mente, y aunque no quería admitirlo, su manera de observarme, de cuestionarme sin llegar a decir nada directamente, me hacía sentir como si estuviera bajo su escrutinio constante.
“Concéntrate, Ivy,” me recordé mientras salía de la oficina, dejando atrás la tensión que Xander había sembrado. Esta noche, necesitaba despejarme y dejar de lado esa presión. Afortunadamente, la perspectiva de ver a Adrian era un alivio en medio del caos. Al menos él no intentaba imponerme sus reglas, y, con suerte, podría olvidarme de Xander y de Hart Tech por unas horas.
“Vamos, Ivy. No es una cita,” me dije a mí misma. No era una cita, ¿verdad? Solo un rato con un amigo. Pero, en el fondo, una parte de mí no podía evitar desear que en Adrian encontrara un refugio, algo que pudiera compensar el caos que Xander sembraba cada vez que aparecía.
Me senté en la cafetería donde había quedado con Adrian, eligiendo una mesa en la esquina junto a una ventana desde donde podía ver la calle. La decoración moderna y el aroma del café fresco ayudaban a calmarme, aunque mi mente seguía a mil por hora después de la confrontación con Xander. Un respiro, eso era todo lo que necesitaba. Alguien que no intentara controlar cada aspecto de mi vida.Entonces lo vi entrar. Adrian tenía ese aire tranquilo y seguro que recordaba bien, la presencia de alguien que sabía lo que hacía sin necesidad de imponerlo. Llevaba un traje gris oscuro perfectamente ajustado y una leve sonrisa en el rostro cuando me vio. Al acercarse a la mesa, me levanté para saludarlo, y él me envolvió en un abrazo cálido, uno que me recordó a los viejos tiempos, cuando no todo era una lucha constante.—Ivy, estás radiante como siempre —dijo al soltarme, sus ojos verdes brillaban de alegría por verme.—Siempre tan halagador —respondí, sintiendo que una pequeña sonrisa escapaba
El silencio se hizo denso, llenando cada rincón de la oficina mientras intentaba procesar lo que veía. Ahí estaba él, sentado cómodamente en mi silla, como si fuera el dueño del lugar. La penumbra suavizaba los contornos de su rostro, pero sus ojos oscuros y penetrantes reflejaban una intensidad inconfundible.—¿Xander? —mi voz salió más firme de lo que esperaba, aunque mi pulso estaba acelerado. No podía evitar sentirme incómoda con él ahí, en mi espacio, esperándome en la oscuridad. Pero, al parecer, él tampoco esperaba encontrarme ahí.Xander levantó la vista y me observó en silencio, como si mi presencia lo hubiera tomado desprevenido, algo que nunca antes había sucedido. No parecía el Xander de siempre; había algo diferente en su postura, una especie de vulnerabilidad que lo hacía parecer más humano. No pude evitar fijarme en la sombra de cansancio en su rostro, en la forma en que sus hombros estaban ligeramente caídos, como si el peso del mundo lo presionara también a él.—¿Xand
Pasaron varios días y no había señales de Xander. A decir verdad, era un alivio no tener que lidiar con su presencia imponente cada vez que entraba a mi oficina o se infiltraba en cada decisión de la empresa. Y, sin embargo, su ausencia comenzaba a sentirse extraña, casi inquietante.En la oficina, los empleados parecían aliviados al principio, como si una pesada nube se hubiera disipado. Pero a medida que los días pasaban, esa aparente calma comenzó a transformarse en un murmullo de rumores y especulaciones.Una tarde, casi una semana después del extraño encuentro con Xander, mientras revisaba algunas propuestas para el evento de Silicon Valley, escuché unos golpes suaves en la puerta de mi oficina. Al levantar la vista, vi a Emma asomándose con una expresión de incertidumbre en el rostro.—¿Tienes un minuto, Ivy? —preguntó, como si necesitara algún tipo de permiso especial para entrar.—Claro, pasa —le dije, haciendo un gesto para que tomara asiento.Emma cerró la puerta detrás de e
Desde que Xander desapareció de Hart Tech, el ambiente en la empresa se sentía extraño, tenso. A simple vista, todos trabajaban como siempre, manteniendo el ritmo que el proyecto demandaba, pero debajo de esa calma aparente, percibía una creciente inquietud. Sabía que los rumores circulaban. Cada vez que pasaba cerca de los espacios comunes o de la sala de descanso, oía fragmentos de conversaciones y risas nerviosas que cesaban en cuanto me acercaba. La ausencia de Xander estaba afectando a todos de una forma que ni siquiera yo había anticipado.Había pasado apenas una semana desde que Xander se había alejado sin explicación, y ya era evidente que su presencia había tenido un impacto mayor al que yo me había permitido reconocer. La ironía era amarga: él podía ser exasperante y controlador, pero también había traído consigo una sensación de seguridad para el equipo, una especie de certeza de que, pase lo que pase, Hart Tech estaba en buenas manos. Ahora, con su ausencia, esa certeza pa
La noche había caído hacía ya varias horas, y la oficina estaba en silencio absoluto. Mis empleados habían regresado a casa, cansados pero motivados después de la reunión. Había conseguido restaurar parte de la confianza en Hart Tech, pero sabía que mantener ese impulso dependería de mí y de mi capacidad para guiar al equipo con firmeza.Me quedé revisando propuestas y ajustando algunas diapositivas de la presentación para el evento. La soledad del espacio y el brillo tenue de la lámpara sobre mi escritorio me ayudaban a concentrarme, a ignorar los murmullos de duda que intentaban abrirse paso en mi mente. Con la ausencia de Xander, me sentía un poco extraña. Ligeramente perdida. Y eso me enojaba demasiado.Estaba sumergida en un documento cuando el sonido del teléfono me sobresaltó. Observé la pantalla, y el nombre que apareció hizo que mi corazón diera un vuelco.Xander.Mi pulso se aceleró, y mis manos dudaron un segundo antes de deslizarse para responder. No estaba segura de cómo
Colgué el teléfono y me quedé mirando la pantalla en silencio durante unos segundos, sintiendo cómo mi mandíbula se tensaba involuntariamente. La luz del dispositivo se apagó mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Hablar con Ivy después de tantos días fue como abrir una puerta que no estaba seguro de querer cruzar. Su voz resonaba en mi mente, y aunque intenté mantener el control, había algo en sus palabras, en su tono, que me desconcertaba. Desde el momento en que pronuncié su nombre y escuché su voz, noté algo en mí tambalear, algo que no estaba dispuesto a admitir. Ella siempre ha tenido ese efecto en mí: una mezcla peligrosa de atracción y necesidad de control, una necesidad de doblegarla, de hacerla mía en todos los sentidos. Cada segundo que pasaba, esa mujer me volvía más y más loco sin saberlo. — Esto es solo un juego de poder, Xander. — Dije con voz firme. Sí, no debía olvidarlo. Ella no era diferente de cualquier otro obstáculo que he tenido que vencer.Recordé su m
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta
El día siguiente comenzó de forma maravillosa, la mañana era brillante y prometedora. Aun así, mi mente le daba vueltas a la decisión que había tomado hacía menos de 24 horas. Xander Blackwood era ahora parte de mi vida, al menos de mi vida profesional, y eso no me daba ningún placer. Después de esa reunión ligeramente incómoda y tensa en su oficina, me sentía como si hubiera vendido una parte de mi alma. La chispa de desafío que me había impulsado a aceptar su propuesta ahora se transformaba en una inquietud persistente.Mientras caminaba hacia la sala de juntas de mi empresa, el pequeño equipo de Hart Tech me saludaba con sonrisas y comentarios alentadores. Nadie tenía idea de la tormenta que se avecinaba, de la presencia imponente que estaba a punto de infiltrarse en nuestro espacio, un espacio que hasta ahora había sido mi refugio, mi bastión de independencia. La entrada de Xander cambiaría todo.—¿Lista para la reunión, Ivy? —preguntó Emma, mi asistente, con un brillo de emoción