El ruido del salón era un murmullo constante, una combinación de conversaciones cruzadas, risas forzadas y el tintineo incesante de copas de cristal. A mi alrededor, inversores y empresarios pululaban como piezas bien entrenadas en un tablero de ajedrez, cada movimiento calculado, cada sonrisa una jugada estratégica. Era el tipo de entorno en el que me desenvolvía mejor. Y sin embargo, mi atención no estaba puesta en ninguno de ellos.Por segunda vez en la noche, mi mirada buscó a Ivy.Estaba al otro lado del salón, junto a Adrian, esa sombra constante que parecía empeñada en ocupar un espacio que no le pertenecía. Apretaba una copa de vino con una sonrisa cautelosa mientras conversaba con otros invitados. Ivy Hart, tan serena, tan firme en sus respuestas. La misma mujer que me había desafiado en el escenario con su profesionalismo implacable y que ahora parecía completamente dueña de sí misma.Me incliné ligeramente hacia atrás en la silla donde me encontraba, permitiéndome una pausa
El aire fresco me golpeó apenas crucé las puertas dobles del salón principal. La terraza estaba casi desierta, apenas un par de asistentes charlaban en voz baja cerca de las barandas, iluminados por las tenues luces del jardín. El murmullo constante de la recepción había quedado atrás, reemplazado por el suave susurro del viento nocturno. Agradecí el silencio, aunque supiera que mi mente no me daría tregua.Me apoyé contra una columna, cerrando los ojos y respirando profundamente. Necesitaba salir de esa habitación, lejos de él. Lejos de Xander. El simple recuerdo de lo ocurrido hacía apenas minutos hacía que la ira burbujeara de nuevo en mi pecho."Me perteneces".Su voz seguía resonando en mi cabeza, y con ella una oleada de emociones que no quería procesar. Ira, confusión, y algo más, algo que se retorcía en mi interior y me hacía sentir vulnerable, y lo odiaba por ello. Cada vez que Xander reaparecía en mi vida, traía consigo el caos, rompiendo todo a su paso, incluido mi control.
La música suave se había convertido en un murmullo distante mientras las conversaciones comenzaban a apagarse poco a poco. El salón, que horas antes estaba repleto de energía y entusiasmo, ahora parecía ir perdiendo brillo a medida que los invitados se despedían y abandonaban el lugar. La atmósfera cambiaba con el paso de los minutos, como si el fin de la noche trajera consigo una sensación de desgaste inevitable.Yo seguía de pie junto a Adrian, aunque a una distancia más prudente que antes. Sentía el peso de la noche acumulado sobre mis hombros: el éxito de la presentación, los comentarios mordaces de Wallace y Bennett, el caos inesperado de la intervención de Xander, y por supuesto, el malestar creciente que parecía acompañarme desde entonces. El cansancio, que hasta ahora había logrado reprimir, comenzaba a aflorar.—Parece que ya todo el mundo empieza a irse —murmuró Adrian, con un tono relajado que contrastaba con el mar de pensamientos en mi cabeza. Me lanzó una mirada discreta
La puerta del hotel se cerró tras de mí con un suave clic, pero el silencio que siguió fue ensordecedor.Apenas unos segundos después, me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento acumulado durante toda la noche. Los tacones que llevaba desde la mañana cayeron al suelo con un ruido sordo, seguidos por el bolso que lancé a un lado sin miramientos. Me quedé inmóvil por un momento, mirando el techo de la habitación, con la mente aún zumbando, incapaz de desconectarse.La recepción había terminado hacía poco, pero las imágenes seguían frescas. La multitud de personas, las conversaciones interminables, las palabras cargadas de doble sentido… y él. Xander. Por supuesto que su presencia seguía ocupando más espacio del que debía en mi cabeza.Giré el rostro hacia la ventana, donde las luces de Silicon Valley seguían brillando como un millón de estrellas artificiales. Era irónico: en un lugar lleno de mentes brillantes, donde el futuro parecía estar forj
El amanecer aún estaba lejos cuando abrí los ojos por completo. Por un momento, me quedé inmóvil, mirando la oscuridad de la habitación, sintiendo cómo el peso de la noche anterior todavía reposaba sobre mí como una sombra imposible de disipar. Había dormido, o al menos, lo había intentado. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes regresaban. Momentos congelados en mi mente, sus rostros superpuestos, las palabras que nunca pedí escuchar. Me senté lentamente sobre la cama, abrazándome las rodillas, y dejé que el silencio me envolviera. Era un silencio engañoso. No el tipo de silencio que ofrecía paz, sino el tipo que dejaba espacio para que los pensamientos más pesados encontraran su voz. Y ahí estaban. Wallace. Bennett. Victoria. Xander. Adrian.Una maraña de nombres, de recuerdos, de miradas y palabras que se repetían como un eco interminable. ¿Cuándo empezó a enredarse todo?Cuando llegué a Silicon Valley, todo era tan claro. Estaba aquí por Hart Tech, por el proyect
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta
El día siguiente comenzó de forma maravillosa, la mañana era brillante y prometedora. Aun así, mi mente le daba vueltas a la decisión que había tomado hacía menos de 24 horas. Xander Blackwood era ahora parte de mi vida, al menos de mi vida profesional, y eso no me daba ningún placer. Después de esa reunión ligeramente incómoda y tensa en su oficina, me sentía como si hubiera vendido una parte de mi alma. La chispa de desafío que me había impulsado a aceptar su propuesta ahora se transformaba en una inquietud persistente.Mientras caminaba hacia la sala de juntas de mi empresa, el pequeño equipo de Hart Tech me saludaba con sonrisas y comentarios alentadores. Nadie tenía idea de la tormenta que se avecinaba, de la presencia imponente que estaba a punto de infiltrarse en nuestro espacio, un espacio que hasta ahora había sido mi refugio, mi bastión de independencia. La entrada de Xander cambiaría todo.—¿Lista para la reunión, Ivy? —preguntó Emma, mi asistente, con un brillo de emoción
El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de ma