Capítulo 2

El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.

¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?

Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.

Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de mantenerlo a cierta distancia, me presenté en su despacho, ese lugar que había visto por primera vez tan solo unos días antes. Pero, como ya era de esperarse, él estaba en completo control.

—He revisado tus planes de expansión, Ivy —dijo, sin rodeos, mientras hojeaba una copia impresa de mi presentación con una mezcla de curiosidad y desaprobación—. Y veo algunas fallas importantes.

Fallas importantes. El tono de su voz hacía eco en mi mente, y me resultaba imposible no sentirme juzgada. Mi frustración crecía con cada palabra suya. El proyecto había sido revisado cuidadosamente una y otra vez, ¿cómo que fallas importantes? Mi mandíbula se tensó ligeramente y decidí exhalar el aire con lentitud antes de responder.

—Xander, el proyecto lleva meses en desarrollo. Cada etapa ha sido revisada y optimizada por nuestro equipo. No creo que falten detalles, al menos no tan fundamentales como para hablar de fallas importantes —respondí, midiendo cada palabra y conteniendo mi irritación, mi voz sonó algo condescendiente. M****a, espero que no se ofenda. Me mordí el labio inferior de forma disimulada, tenía que controlarme o podría perder la inversión más importante de mi carrera y, con ello, el trabajo más importante de mi vida.

Él levantó la mirada, deteniéndose en mis ojos. Su expresión era tranquila, pero sus ojos estaban llenos de una determinación fría, casi calculadora.

—Eso lo veo, Ivy, pero los números hablan por sí solos —respondió con firmeza, como si me estuviera explicando algo obvio, algo que yo no era capaz de entender—. Y si no tomamos medidas más agresivas en los próximos seis meses, todo ese esfuerzo que tú y tu equipo han invertido no valdrá de nada.

—¿Medidas más agresivas? —pregunté, arqueando una ceja—. Hart Tech se ha distinguido precisamente por su enfoque ético y su visión a largo plazo. No quiero que arriesguemos la reputación de la empresa solo por complacer la obsesión de un inversor con resultados inmediatos.

—¿Obsesión? —repitió Xander, soltando una breve risa que, en lugar de calmarme, solo avivó mi irritación—. Llámalo como quieras, Ivy, pero cuando se trata de inversiones, no hay lugar para sentimentalismos. ¿Te preocupa la reputación? Créeme, en este juego, la reputación es un recurso que se construye y se destruye en cuestión de segundos—. chasqueó los dedos para enfatizar su punto. — Y si quieres sobrevivir, tendrás que aprender a jugar.

Cada palabra suya caía sobre mí como una sentencia. Sus ojos no mostraban piedad, y su tono no admitía discusión. Mi cuerpo entero se tensó. Odiaba admitirlo, pero tenía razón.

—No soy una novata, Xander. Sé cómo funciona este negocio, y no necesito que nadie venga a enseñarme cómo manejar mi propia empresa.

—Lo dices como si Hart Tech fuera intocable. Pero déjame decirte algo, Ivy. En el momento en que aceptaste mi inversión, dejaste de estar sola en esto —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Y mi objetivo es que esta empresa prospere, aunque eso signifique tomar decisiones difíciles.

La conversación que había comenzado como un intercambio de ideas ahora se había convertido en una guerra de palabras. Yo defendía cada aspecto del proyecto, argumentando que cada decisión había sido tomada en función de los valores que yo misma había establecido para la empresa. Pero Xander rechazaba cada una de mis justificaciones como si se tratara de meros caprichos.

—Quiero que reduzcamos los costos de marketing en un treinta por ciento y enfoquemos esos recursos en el desarrollo técnico. También me gustaría hacer una revisión completa del personal en los próximos tres meses —dijo, como si simplemente estuviera leyendo una lista de deseos.

—¿Reducir el marketing? Xander, eso sería un suicidio. Estamos en plena etapa de crecimiento. Hart Tech necesita visibilidad, y los recursos en marketing son una parte esencial de nuestro presupuesto.

—Los costos son innecesariamente altos. El mercado responde a la innovación, Ivy. Si logramos desarrollar un producto lo suficientemente sólido, la visibilidad vendrá por sí sola —respondió él, como si todo estuviera tan claro como el agua.

Respiré hondo, tratando de calmarme antes de que mi voz reflejara la frustración que sentía. Pero finalmente no pude contenerme.

—¿Por qué estás aquí, Xander? ¿Por qué estás tan empeñado en tomar el control de todo? —pregunté, mirándolo a los ojos, buscando una respuesta en esa mirada impenetrable que tanto me exasperaba—. ¿Es solo un juego para ti?

Por primera vez, él dejó de lado el informe y me miró fijamente, como si mi pregunta hubiera tocado algo más profundo de lo que yo había previsto.

—No me gusta perder, Ivy —respondió en un tono bajo, cargado de una intensidad que hizo que el aire se volviera denso a nuestro alrededor—. Cuando veo algo que vale la pena, voy por ello, con todo. Y tú, Ivy… y esta empresa, tienen mucho potencial. Las quiero para mí.

Su declaración fue como un golpe en el estómago. Sus palabras eran una advertencia, una promesa. Sentí el peso de su afirmación, la oscuridad de sus intenciones en cada sílaba. Xander Blackwood no solo veía a Hart Tech como una inversión; me veía a mí como parte de su territorio. No podía permitir que su control me debilitara. Esto era más que una simple batalla de negocios; era una prueba de mi fuerza

—Eso nunca va a suceder —respondí con voz firme, mirándolo sin titubear, determinada a no dejarme intimidar.

Él sonrió, una sonrisa apenas perceptible, cargada de una arrogancia que parecía hecha a medida para él.

—No subestimes el poder de una decisión, Ivy. Tampoco subestimes lo que soy capaz de hacer para mantener lo que considero mío.

Mi respiración se volvió pesada, y tuve que apartar la mirada para no dejarme arrastrar por esa intensidad que irradiaba. Estaba caminando en la cuerda floja. Lo sabía, pero algo en mí se rehusaba a retroceder. Podía ver en su mirada que para él esto era solo el comienzo. Una batalla que ambos estábamos dispuestos a ganar, a cualquier precio.

Me levanté de la silla, tomando el informe con un movimiento decidido.

—Voy a revisar tus propuestas —dije, aunque en el fondo sabía que no me dejaría doblegar—. Pero si piensas que voy a entregarte el control de esta empresa, estás muy equivocado.

Sin esperar su respuesta, me giré y salí de la oficina. Mis pasos resonaban en el pasillo, y mi corazón latía con fuerza, como si cada encuentro con él me dejara al borde de un abismo. Sabía que Xander Blackwood no iba a detenerse. Pero yo tampoco.

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