El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.
¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?
Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.
Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de mantenerlo a cierta distancia, me presenté en su despacho, ese lugar que había visto por primera vez tan solo unos días antes. Pero, como ya era de esperarse, él estaba en completo control.
—He revisado tus planes de expansión, Ivy —dijo, sin rodeos, mientras hojeaba una copia impresa de mi presentación con una mezcla de curiosidad y desaprobación—. Y veo algunas fallas importantes.
Fallas importantes. El tono de su voz hacía eco en mi mente, y me resultaba imposible no sentirme juzgada. Mi frustración crecía con cada palabra suya. El proyecto había sido revisado cuidadosamente una y otra vez, ¿cómo que fallas importantes? Mi mandíbula se tensó ligeramente y decidí exhalar el aire con lentitud antes de responder.
—Xander, el proyecto lleva meses en desarrollo. Cada etapa ha sido revisada y optimizada por nuestro equipo. No creo que falten detalles, al menos no tan fundamentales como para hablar de fallas importantes —respondí, midiendo cada palabra y conteniendo mi irritación, mi voz sonó algo condescendiente. M****a, espero que no se ofenda. Me mordí el labio inferior de forma disimulada, tenía que controlarme o podría perder la inversión más importante de mi carrera y, con ello, el trabajo más importante de mi vida.
Él levantó la mirada, deteniéndose en mis ojos. Su expresión era tranquila, pero sus ojos estaban llenos de una determinación fría, casi calculadora.
—Eso lo veo, Ivy, pero los números hablan por sí solos —respondió con firmeza, como si me estuviera explicando algo obvio, algo que yo no era capaz de entender—. Y si no tomamos medidas más agresivas en los próximos seis meses, todo ese esfuerzo que tú y tu equipo han invertido no valdrá de nada.
—¿Medidas más agresivas? —pregunté, arqueando una ceja—. Hart Tech se ha distinguido precisamente por su enfoque ético y su visión a largo plazo. No quiero que arriesguemos la reputación de la empresa solo por complacer la obsesión de un inversor con resultados inmediatos.
—¿Obsesión? —repitió Xander, soltando una breve risa que, en lugar de calmarme, solo avivó mi irritación—. Llámalo como quieras, Ivy, pero cuando se trata de inversiones, no hay lugar para sentimentalismos. ¿Te preocupa la reputación? Créeme, en este juego, la reputación es un recurso que se construye y se destruye en cuestión de segundos—. chasqueó los dedos para enfatizar su punto. — Y si quieres sobrevivir, tendrás que aprender a jugar.
Cada palabra suya caía sobre mí como una sentencia. Sus ojos no mostraban piedad, y su tono no admitía discusión. Mi cuerpo entero se tensó. Odiaba admitirlo, pero tenía razón.
—No soy una novata, Xander. Sé cómo funciona este negocio, y no necesito que nadie venga a enseñarme cómo manejar mi propia empresa.
—Lo dices como si Hart Tech fuera intocable. Pero déjame decirte algo, Ivy. En el momento en que aceptaste mi inversión, dejaste de estar sola en esto —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Y mi objetivo es que esta empresa prospere, aunque eso signifique tomar decisiones difíciles.
La conversación que había comenzado como un intercambio de ideas ahora se había convertido en una guerra de palabras. Yo defendía cada aspecto del proyecto, argumentando que cada decisión había sido tomada en función de los valores que yo misma había establecido para la empresa. Pero Xander rechazaba cada una de mis justificaciones como si se tratara de meros caprichos.
—Quiero que reduzcamos los costos de marketing en un treinta por ciento y enfoquemos esos recursos en el desarrollo técnico. También me gustaría hacer una revisión completa del personal en los próximos tres meses —dijo, como si simplemente estuviera leyendo una lista de deseos.
—¿Reducir el marketing? Xander, eso sería un suicidio. Estamos en plena etapa de crecimiento. Hart Tech necesita visibilidad, y los recursos en marketing son una parte esencial de nuestro presupuesto.
—Los costos son innecesariamente altos. El mercado responde a la innovación, Ivy. Si logramos desarrollar un producto lo suficientemente sólido, la visibilidad vendrá por sí sola —respondió él, como si todo estuviera tan claro como el agua.
Respiré hondo, tratando de calmarme antes de que mi voz reflejara la frustración que sentía. Pero finalmente no pude contenerme.
—¿Por qué estás aquí, Xander? ¿Por qué estás tan empeñado en tomar el control de todo? —pregunté, mirándolo a los ojos, buscando una respuesta en esa mirada impenetrable que tanto me exasperaba—. ¿Es solo un juego para ti?
Por primera vez, él dejó de lado el informe y me miró fijamente, como si mi pregunta hubiera tocado algo más profundo de lo que yo había previsto.
—No me gusta perder, Ivy —respondió en un tono bajo, cargado de una intensidad que hizo que el aire se volviera denso a nuestro alrededor—. Cuando veo algo que vale la pena, voy por ello, con todo. Y tú, Ivy… y esta empresa, tienen mucho potencial. Las quiero para mí.
Su declaración fue como un golpe en el estómago. Sus palabras eran una advertencia, una promesa. Sentí el peso de su afirmación, la oscuridad de sus intenciones en cada sílaba. Xander Blackwood no solo veía a Hart Tech como una inversión; me veía a mí como parte de su territorio. No podía permitir que su control me debilitara. Esto era más que una simple batalla de negocios; era una prueba de mi fuerza
—Eso nunca va a suceder —respondí con voz firme, mirándolo sin titubear, determinada a no dejarme intimidar.
Él sonrió, una sonrisa apenas perceptible, cargada de una arrogancia que parecía hecha a medida para él.
—No subestimes el poder de una decisión, Ivy. Tampoco subestimes lo que soy capaz de hacer para mantener lo que considero mío.
Mi respiración se volvió pesada, y tuve que apartar la mirada para no dejarme arrastrar por esa intensidad que irradiaba. Estaba caminando en la cuerda floja. Lo sabía, pero algo en mí se rehusaba a retroceder. Podía ver en su mirada que para él esto era solo el comienzo. Una batalla que ambos estábamos dispuestos a ganar, a cualquier precio.
Me levanté de la silla, tomando el informe con un movimiento decidido.
—Voy a revisar tus propuestas —dije, aunque en el fondo sabía que no me dejaría doblegar—. Pero si piensas que voy a entregarte el control de esta empresa, estás muy equivocado.
Sin esperar su respuesta, me giré y salí de la oficina. Mis pasos resonaban en el pasillo, y mi corazón latía con fuerza, como si cada encuentro con él me dejara al borde de un abismo. Sabía que Xander Blackwood no iba a detenerse. Pero yo tampoco.
Desde el primer instante en que puse un pie en la oficina esa mañana, supe que el día sería largo. La última semana me había golpeado bastante en términos emocionales. Desde que Xander se unió formalmente a la empresa, nuestros encuentros eran un constante tira y afloja sin que ninguno de los dos quisiera ceder. Era agotador. No paraba de pensar en nuestra última conversación, aunque habían pasado más de 3 días y el tema parecía haberse olvidado. Mi cabeza daba vueltas cada vez que recordaba la escena. Por lo menos dijo que tengo potencial. Me encogí de hombros para darme ánimos, un cumplido así y de alguien tan importante como Xander no se recibía todos los días.—¿Todo bien, Ivy? —la voz de Emma me devolvió a la realidad. Estaba parada junto a la puerta de mi oficina, completamente abierta, con una taza de café en cada mano. La saludé con una sonrisa y le hice un ligero gesto para que entrara.Emma me alcanzó una taza de café y me dio una sonrisa que intentaba infundirme confianza,
Salí de mi oficina y cerré la puerta tras de mí, intentando mantener la compostura. La conversación con Xander aún resonaba en mi cabeza, sus palabras tan firmes y su forma de ver mi empresa como si fuera simplemente una pieza en su tablero personal. Necesitaba despejarme, tomar un respiro lejos de su presencia. Lo último que quería era enfrentarme con su arrogancia, y, sin embargo, me encontraba cediendo una vez más. Esa actitud suya de creer que siempre tenía la razón me exasperaba.Su intensidad, su forma de deslizar sus decisiones como si fueran leyes inamovibles, me dejaban en un estado de tensión constante. Era agotador, y la sola idea de pasar otro día discutiendo cada detalle con él hacía que una punzada de frustración me recorriera.Respiré hondo, tratando de calmarme, cuando sentí la vibración de mi teléfono en el bolso. Lo saqué y vi en la pantalla el nombre de mi madre. Suspiré. Las llamadas de mi madre no eran precisamente una fuente de consuelo; al contrario, solían ser
Tenía la cabeza nublada por mis pensamientos. Conversar con mi madre solía terminar siempre en un ataque de pánico, supongo que todo el caos de la última semana me había hecho un poco más fuerte porque esta vez sentía que podía manejarlo. Aún así, mi respiración era más rápida de lo normal, y un nudo de frustración comenzaba a instalarse en mi estómago. Era increíble cómo, con sólo unas pocas palabras, mi madre lograba hacerme cuestionar cada paso que había dado. Siempre me hacía sentir como si estuviera luchando en vano, como si todo el esfuerzo que invertía en Hart Tech fuera una simple distracción, un capricho que algún día superaría.Respiré hondo y caminé hacia la sala de descanso, pensando que un vaso de agua fría me ayudaría a despejar la mente. Sin embargo, al doblar la esquina, vi una figura alta que esperaba frente a la puerta de mi oficina. Xander estaba allí, con los brazos cruzados y una expresión que no supe interpretar de inmediato.Sentí una mezcla de sorpresa y molest
— 6 pm. Café Amelié. —dijo Adrian al otro lado del teléfono. El tono de su voz era cálido, se le escuchaba contento y, debo admitirlo, me contagió un poco de su felicidad. Sin darme cuenta, comencé a sonreír mientras lo escuchaba planificar nuestra salida de hoy. Menos mal está libre hoy, necesito despejarme con urgencia y esperar más tiempo me haría perder la poca cordura que me queda, aunque mi pensamiento era algo dramático, tenía que reconocer que me sentía más ligera desde que me contestó la llamada.— ¿Ivy? —La voz de Adrian me sacó de mis pensamientos.— Perdón. Dime. —respondí con algo de pena.— Ivy Hart, ¿por qué siempre que te hablo me ignoras tan descaradamente para perderte en tu hermosa cabecita? —El tono burlón de Adrian, sumado a su falso drama, me hizo reír. No pude contener la carcajada, a lo que él respondió con otra.—Te estaba diciendo, chiquilla, que esta vez te toca a ti escoger qué comeremos. —Mis mejillas se tiñeron de rojo al escucharle llamarme así, él tenía
Me senté en la cafetería donde había quedado con Adrian, eligiendo una mesa en la esquina junto a una ventana desde donde podía ver la calle. La decoración moderna y el aroma del café fresco ayudaban a calmarme, aunque mi mente seguía a mil por hora después de la confrontación con Xander. Un respiro, eso era todo lo que necesitaba. Alguien que no intentara controlar cada aspecto de mi vida.Entonces lo vi entrar. Adrian tenía ese aire tranquilo y seguro que recordaba bien, la presencia de alguien que sabía lo que hacía sin necesidad de imponerlo. Llevaba un traje gris oscuro perfectamente ajustado y una leve sonrisa en el rostro cuando me vio. Al acercarse a la mesa, me levanté para saludarlo, y él me envolvió en un abrazo cálido, uno que me recordó a los viejos tiempos, cuando no todo era una lucha constante.—Ivy, estás radiante como siempre —dijo al soltarme, sus ojos verdes brillaban de alegría por verme.—Siempre tan halagador —respondí, sintiendo que una pequeña sonrisa escapaba
El silencio se hizo denso, llenando cada rincón de la oficina mientras intentaba procesar lo que veía. Ahí estaba él, sentado cómodamente en mi silla, como si fuera el dueño del lugar. La penumbra suavizaba los contornos de su rostro, pero sus ojos oscuros y penetrantes reflejaban una intensidad inconfundible.—¿Xander? —mi voz salió más firme de lo que esperaba, aunque mi pulso estaba acelerado. No podía evitar sentirme incómoda con él ahí, en mi espacio, esperándome en la oscuridad. Pero, al parecer, él tampoco esperaba encontrarme ahí.Xander levantó la vista y me observó en silencio, como si mi presencia lo hubiera tomado desprevenido, algo que nunca antes había sucedido. No parecía el Xander de siempre; había algo diferente en su postura, una especie de vulnerabilidad que lo hacía parecer más humano. No pude evitar fijarme en la sombra de cansancio en su rostro, en la forma en que sus hombros estaban ligeramente caídos, como si el peso del mundo lo presionara también a él.—¿Xand
Pasaron varios días y no había señales de Xander. A decir verdad, era un alivio no tener que lidiar con su presencia imponente cada vez que entraba a mi oficina o se infiltraba en cada decisión de la empresa. Y, sin embargo, su ausencia comenzaba a sentirse extraña, casi inquietante.En la oficina, los empleados parecían aliviados al principio, como si una pesada nube se hubiera disipado. Pero a medida que los días pasaban, esa aparente calma comenzó a transformarse en un murmullo de rumores y especulaciones.Una tarde, casi una semana después del extraño encuentro con Xander, mientras revisaba algunas propuestas para el evento de Silicon Valley, escuché unos golpes suaves en la puerta de mi oficina. Al levantar la vista, vi a Emma asomándose con una expresión de incertidumbre en el rostro.—¿Tienes un minuto, Ivy? —preguntó, como si necesitara algún tipo de permiso especial para entrar.—Claro, pasa —le dije, haciendo un gesto para que tomara asiento.Emma cerró la puerta detrás de e
Desde que Xander desapareció de Hart Tech, el ambiente en la empresa se sentía extraño, tenso. A simple vista, todos trabajaban como siempre, manteniendo el ritmo que el proyecto demandaba, pero debajo de esa calma aparente, percibía una creciente inquietud. Sabía que los rumores circulaban. Cada vez que pasaba cerca de los espacios comunes o de la sala de descanso, oía fragmentos de conversaciones y risas nerviosas que cesaban en cuanto me acercaba. La ausencia de Xander estaba afectando a todos de una forma que ni siquiera yo había anticipado.Había pasado apenas una semana desde que Xander se había alejado sin explicación, y ya era evidente que su presencia había tenido un impacto mayor al que yo me había permitido reconocer. La ironía era amarga: él podía ser exasperante y controlador, pero también había traído consigo una sensación de seguridad para el equipo, una especie de certeza de que, pase lo que pase, Hart Tech estaba en buenas manos. Ahora, con su ausencia, esa certeza pa