Valeria Martínez es una joven estudiante que ha trabajado toda su vida para salir adelante. Entre su empleo como mesera en un restaurante y sus estudios los fines de semana, apenas le queda tiempo para descansar, pero su sueño de graduarse y darle una vida mejor a su familia la mantiene en pie. Cuando consigue una pasantía como secretaria en una de las empresas más poderosas de la ciudad, cree que finalmente está un paso más cerca de lograr sus metas. Por otro lado, Alejandro Ferrer, heredero de un imperio empresarial, se enfrenta a una condición inesperada para recibir la fortuna de su abuelo y tomar control de las empresas familiares: debe casarse antes de una fecha límite. Aunque sus padres lo presionan para que elija a una mujer de su altura social, Alejandro se niega a ser controlado y decide buscar a alguien completamente fuera de su círculo, alguien que no espere explicaciones ni compromiso emocional. Cuando sus caminos se cruzan, Alejandro ve en Valeria a la candidata perfecta: una joven humilde y trabajadora que no representa una amenaza para su libertad. Él le ofrece un trato impensable: un matrimonio por contrato. Atrapada entre la necesidad económica y el conflicto moral, Valeria acepta, creyendo que mantendrán las emociones fuera del acuerdo. Pero a medida que la fachada del matrimonio los adentra en el mundo de las intrigas familiares y los secretos empresariales, ambos comienzan a cuestionar sus propias reglas. El contrato que los unió pronto se verá amenazado por algo que ninguno de los dos había planeado: el amor.
Leer más—Sabes, Ricardo, hay que tener mucho cuidado con Andrés. Hoy lo vi demasiado interesado en el nuevo proyecto que tengo con los socios.—¿Andrés?—Ricardo frunció el ceño—. Otra vez anda metiendo las narices donde no debe. No me sorprende, siempre está buscando la manera de sabotearte.—Exactamente. No me fío de él. Desde que falleció mi abuelo, ha estado demasiado pendiente de mis movimientos. Algo trama, lo sé.—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Ricardo, recostándose en la silla con aire pensativo.—Por ahora, vigilarlo de cerca. No quiero que se acerque ni a Camila ni al proyecto. Si se entera de que ya me casé, podría usarlo en mi contra. Necesitamos mantener en secreto este matrimonio por los próximos seis meses.—Entendido, me aseguraré de que nadie sospeche nada. Y en cuanto a Andrés, ¿quieres que lo investigue más a fondo? Podría averiguar con quién se está reuniendo y qué está tramando.—Sí, hazlo. Quiero un reporte detallado de cada uno de sus movimientos. No podemos permitirnos
Ambos salen de la notaría y se dirigen a sus coches; Ricardo, con una sonrisa de satisfacción, abre la puerta del coche para Camila, quien, aunque aún un poco atónita, entra sin decir una palabra. Alejandro, por su parte, se sube al coche y enciende el motor con una mirada seria. La ciudad parece un poco más gris en ese momento para Camila, como si todo estuviera ocurriendo muy rápido.—¿Nos dirigimos al club? —pregunta Ricardo.—Si vayamos al club —dice Alejandro muy serio.Ricardo se despide de Alejandro y Camila con un gesto de cabeza y se va en su propio coche, dejándolos a solas. Alejandro, sin decir nada, se sube al coche y arranca el motor. Camila, en el asiento del pasajero, siente el peso de la situación. El contrato ya está firmado, pero hay una sensación extraña en el aire.El coche avanza por las calles y el silencio entre ellos es abrumador. Camila no sabe qué decir. Quiere preguntarle a Alejandro cómo se siente, si está bien con lo que han hecho, pero algo en su interior
Alejandro entra con paso decidido al salón de espera de la notaría. Su presencia impone autoridad, y tanto Ricardo como Camila lo notan de inmediato. Ricardo se levanta rápidamente y extiende su mano.—Alejandro, justo a tiempo —dice Ricardo con una sonrisa mientras le da un firme apretón de manos.—Gracias por encargarte de todo, Ricardo —responde Alejandro con seriedad, soltando su mano y dirigiendo su mirada hacia Camila.Camila, que hasta ahora había estado intentando calmar sus nervios con el café que Ricardo le ofreció, se pone de pie al ver a Alejandro acercarse. Él la observa detenidamente, su expresión impenetrable.—¿Estás lista, Camila? —pregunta Alejandro con voz firme.Camila asiente, respirando hondo antes de responder.—Sí... sí, lo estoy.Alejandro inclina ligeramente la cabeza, evaluando su respuesta.—Bien. Una vez que crucemos esa puerta, no hay marcha atrás. Espero que seas consciente de lo que esto significa.Ella lo mira a los ojos, intentando mantener la compost
Camila termina su jornada laboral y sale de la empresa con pasos apresurados. El día ha sido largo y su mente sigue llena de dudas y preocupaciones. Tras un trayecto en el transporte público, llega finalmente a su hogar. Abre la puerta y encuentra a su madre, Rosa, en la sala con su hermana pequeña jugando. Rosa, al ver a su hija entrar, sonríe.—¡Hola, hija! ¿Cómo te fue en el trabajo hoy? —pregunta con una expresión de alivio, contenta de que su hija haya regresado temprano.Camila deja su bolso sobre la mesa y toma aire antes de responder.—Bien, mamá… Pero necesito hablar contigo. Es algo importante.Rosa frunce el ceño, preocupada por el tono serio de Camila. Se sienta en el sofá, dejando a su pequeña jugando a un lado.—¿Pasó algo? ¿Alejandro cambió de idea sobre el contrato?Camila negó con la cabeza y, con nerviosismo, se sienta frente a su madre.—No, no ha cambiado de idea... De hecho, el contrato sigue en pie, pero… Hay un pequeño cambio de planes. —Hace una pausa y toma la
Alejandro le hace seña a su amigo Ricardo para que se acerque a la mesa, ya que Ricardo se encontraba en otra mesa, esperando que Alejandro lo llamara para saber en qué habían quedado. Ricardo deja su tenedor en la mesa y se acerca a ellos.Alejandro lo mira con una expresión seria, señalando la silla vacía junto a ellos.—Siéntate, Ricardo. Tenemos que discutir algo importante.—Bueno, bueno... —dice Ricardo, tomando asiento. — ¿Es este el momento de ultimar detalles?Alejandro asiente con seriedad.—Así es. Camila ya ha tomado su decisión. Vamos a proceder con el matrimonio civil.Ricardo asiente, mirando a Camila con un gesto de aprobación.—Me alegra que hayas decidido dar este paso, Camila.Camila, aunque un poco nerviosa, responde con firmeza.—Gracias, Ricardo. Solo espero que todo salga como lo han planeado.Alejandro interviene, con un tono más suave de lo habitual.—No te preocupes, Camila. Ya hablé con Ricardo para que se encargue de todos los trámites. Solo necesitamos coo
Camila, con la puntualidad que siempre la caracteriza, se dirige a la cafetería de empleados a la hora del almuerzo. Lleva su bolso al hombro y en sus manos una pequeña libreta donde ha estado anotando las tareas pendientes del día. Al entrar, observa el amplio espacio lleno de mesas, donde varios empleados ya se encuentran comiendo y conversando animadamente.—Este lugar es enorme —murmura para sí misma, mientras escanea la sala en busca de un lugar libre.Finalmente, encuentra una mesa cerca de una ventana y se sienta, sacando el almuerzo que preparó su madre esa mañana. Se relaja un poco al sentir el ambiente más distendido y escucha el murmullo de conversaciones ajenas, reconociendo a algunos compañeros de trabajo que cruzan miradas amistosas con ella. Al abrir su recipiente de comida, siente una leve nostalgia y una mezcla de nervios al recordar la propuesta que Alejandro le hizo.—"¿Un matrimonio de contrato?" —se pregunta en voz baja, como intentando comprenderlo todo de nuevo—
Mientras Camila se alejaba, Andrés la observó con una sonrisa astuta en el rostro. No podía negar que la joven tenía algo especial: esa mezcla de humildad y determinación que la hacía distinta a las personas con las que solía tratar.—Es muy hermosa… —murmuró para sí, pensando en las posibilidades que eso le traía a la mente. Quizás esa muchacha que acababa de conocer podría ser útil en más de un sentido.Una idea comenzó a formarse en su mente, y en ese instante decidió que prestaría más atención a la presencia de Camila en la empresa.Alejandro llegó a su oficina, apenas tuvo tiempo de quitarse la chaqueta cuando su secretaria, María, se acercó con una pila de informes en la mano.—Buenos días, señor Ferrer. Aquí están los informes de los proyectos que me pidió y las actualizaciones de los contratos pendientes —dijo ella, entregando los documentos con eficiencia.Alejandro los tomó, revisando rápidamente el primer informe con mirada crítica.—Gracias, María. ¿Algún pendiente importa
La madre de Camila la mira con ternura, viendo cómo su hija ha crecido y se ha convertido en toda una mujer muy guapa y sobre todo cómo ha trabajado muy duro.一Hija, solo ten cuidado y trata de dejar todo bien claro con ese señor. A veces no sabemos lo que nos prepara el destino.一No te preocupes, mamá; además, el señor Ferrer me dejó muy bien claro que él es un hombre mujeriego. Si vieras cómo las chicas votan la baba por la mamá, cuando ese hombre llega a la empresa, todos caminan derecho porque llegó el CEO.Su madre la mira de ver cómo se expresa su hija de su jefe, y cómo pone su mirada y suelta una gran risa de ver a su hija remedando a todos sus compañeros. Su hermana también se ríe al ver a su hermana actuando de esa manera.一Te amo, hija.一dice ella con una sonrisa en su rostro.一Y yo a ustedes las amo con todo mi corazón.一dice ella acercándose y abrazando a ambas.En la oficina de Ferrer está Alejandro mirando hacia la ventana, pensativo de haber tomado esa decisión. En ese m
Alejandro se cruza de brazos y suspira, mostrando un leve destello de comprensión en su mirada.—Sé que suena como una locura, Camila, y no te culpo por pensarlo. Pero, créeme, esto no es un juego para mí. La vida que llevo no es fácil, y tener una esposa "por contrato" no es precisamente normal, lo sé —admite, en un tono más relajado—. Pero esto puede ser un acuerdo donde ambos ganemos algo.Camila lo observa, todavía escéptica, pero también intrigada. La incertidumbre se refleja en sus ojos.—Si decides aceptar, haré todo lo posible por proteger tu vida personal y asegurarme de que mantengas tu independencia. Pero, claro, las apariencias en ciertos momentos serán necesarias.Alejandro la observa con una mezcla de seriedad y paciencia.—Así que no te pido que me quieras ni que cambies quién eres. Solo te pido que confíes en que cumpliré mi parte. ¿Lo harías?—Tengo que pensarlo, no es fácil tomar una decisión; ahora tengo que hablar con mi madre respecto a esta locura y después le da