Valeria Martínez es una joven estudiante que ha trabajado toda su vida para salir adelante. Entre su empleo como mesera en un restaurante y sus estudios los fines de semana, apenas le queda tiempo para descansar, pero su sueño de graduarse y darle una vida mejor a su familia la mantiene en pie. Cuando consigue una pasantía como secretaria en una de las empresas más poderosas de la ciudad, cree que finalmente está un paso más cerca de lograr sus metas. Por otro lado, Alejandro Ferrer, heredero de un imperio empresarial, se enfrenta a una condición inesperada para recibir la fortuna de su abuelo y tomar control de las empresas familiares: debe casarse antes de una fecha límite. Aunque sus padres lo presionan para que elija a una mujer de su altura social, Alejandro se niega a ser controlado y decide buscar a alguien completamente fuera de su círculo, alguien que no espere explicaciones ni compromiso emocional. Cuando sus caminos se cruzan, Alejandro ve en Valeria a la candidata perfecta: una joven humilde y trabajadora que no representa una amenaza para su libertad. Él le ofrece un trato impensable: un matrimonio por contrato. Atrapada entre la necesidad económica y el conflicto moral, Valeria acepta, creyendo que mantendrán las emociones fuera del acuerdo. Pero a medida que la fachada del matrimonio los adentra en el mundo de las intrigas familiares y los secretos empresariales, ambos comienzan a cuestionar sus propias reglas. El contrato que los unió pronto se verá amenazado por algo que ninguno de los dos había planeado: el amor.
Leer másLa pequeña frotó sus ojitos somnolientos mientras caminaba hacia su madre.—Mamá, aquí estoy… —murmuró con voz adormilada.La madre de Camila la cargó con ternura, pero la niña alzó la vista y abrió los ojos con sorpresa al reconocer a Alejandro.—¿Eres tú, Alejandro?Alejandro se acerco un poco y le sonrió.—Hola, pequeña. ¿Cómo estás?La niña bajó la mirada con tristeza.—Estoy muy triste… Mi mamá me dijo que mi hermana se fue y no sabremos cuándo volverá…El pecho de Alejandro se oprimió al ver la angustia en los ojos inocentes de la niña. Sin pensarlo dos veces, la tomó en sus brazos y le dio un beso en la frente.—No te preocupes, yo buscaré a tu hermana y la traeré de vuelta. Ya lo verás —prometió con firmeza.La niña lo miró fijamente, como si intentara descifrar si decía la verdad, y luego frunció el ceño con inocente seriedad.—Alejandro… ¿Tú ya no quieres a mi hermana?El corazón de Alejandro se detuvo por un segundo ante esa pregunta.—Yo… —balbuceó, sin saber cómo responde
Camila miró a su madre con tristeza.—Madre, vine a despedirme de usted… —dijo Camila con la voz entrecortada.Su madre la miró con el corazón apretado.—¿Despedirte? ¿A dónde piensas ir, hija?—Tengo pensado viajar —respondió Camila, tratando de sonar firme—. Si me quedo aquí, es posible que Alejandro aparezca en cualquier momento.—¿Y si lo hace?Camila suspiró, desviando la mirada.—Si llega a venir, dile que me fui… y que no sabes dónde estoy. Dile que no me busque, que haga como si yo nunca hubiera existido para él.Su madre negó con la cabeza, con los ojos llenos de preocupación.—Hija, ¿estás segura de esto?Camila le tomó las manos y le dedicó una sonrisa triste.—Sí, mamá… Es lo mejor.La mujer la abrazó con fuerza, sintiendo que su niña se le escapaba de las manos.—Nos veremos pronto, madre. Te enviaré a buscar cuando me sienta segura en algún lugar de este mundo.Su madre la abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarla.—Está bien, hija… Pero por favor, cuídate mucho. Y
Los periodistas ajustaron sus micrófonos y cámaras, listos para transmitir la conferencia en vivo. Ricardo hizo una señal con la mano, indicando que todo estaba preparado.Alejandro entró con paso firme, acompañado de Margaret, su padre Carlos y su tío Óscar. Sin decir una palabra, tomó una silla y la acercó para que Margaret se sentara. Luego, él se acomodó a su lado.El murmullo en la sala se detuvo cuando uno de los periodistas, sosteniendo su micrófono, habló en voz alta:—Estamos listos. En tres... dos... uno… ¡Al aire!Todas las cámaras enfocaron a Alejandro y Margaret, esperando la declaración oficial.—Señor Ferrer —preguntó el mismo periodista—, el mundo quiere saber la verdad. ¿Es cierto que Margaret está esperando un hijo suyo?El silencio fue ensordecedor. Todas las miradas estaban puestas en Alejandro, esperando su respuesta.Alejandro tomó aire profundamente, apretó los puños sobre la mesa y miró fijamente a los periodistas. Luego, con voz firme, dijo:—Sí, es cierto. Ma
Pasaron unas horas y ya camila tenía su nueva identidad en sus manos. ella las miró y se dijo a sí misma ya es hora de empezar una nueva vida lejos de Alejandro.—No tendré ningún problema con esta nueva identidad.—dijo camila con su mirada en Andrés.— podré viajar tranquila sin que nadie sospeche de mi.Andrés asintió, entendiendo perfectamente lo que Camila—ahora Valentina Suárez—quería decir.—Lo entiendo —respondió con seriedad—. Entonces, ¿ya tienes un destino en mente?Camila miró su pasaporte nuevo y suspiró.—Quiero ir a un lugar donde nadie me conozca, donde pueda empezar de cero sin que me persigan los fantasmas del pasado.—¿Europa? ¿Sudamérica? —preguntó Andrés, con una mezcla de curiosidad y preocupación.—No lo sé aún —dijo ella—. Solo quiero desaparecer un tiempo.Andrés la miró con intensidad y tomó su mano con delicadeza.—Si en algún momento necesitas ayuda, solo llámame. No importa dónde estés, iré por ti.Camila sonrió con gratitud.—Gracias, Andrés. Has hecho más
Alejandro estaba en su oficina, esperando a Margaret. Su paciencia estaba al límite. En ese momento, su secretaria habló a través del intercomunicador.—Señor, la señorita Margaret está aquí.—Hazla pasar —respondió con frialdad.La puerta se abrió y Margaret entró con su característico porte elegante. Su mirada destilaba seguridad mientras se sentaba frente a él. Alejandro la observó con el ceño fruncido, cruzando los brazos sobre su pecho.—Bien, ¿me puedes explicar cómo es que todo el mundo sabe de esto y yo soy el último en enterarme? —preguntó con dureza.Margaret suspiró, fingiendo inocencia.—No sé cómo sucedió, Alejandro. Además, sabes muy bien que soy modelo y que los periodistas siempre están encima de mí.Alejandro la fulminó con la mirada.—Entonces, ¿quiere decir que realmente estás embarazada?Ella sonrió con suficiencia.—Así es. No pensaba decirte nada…Alejandro soltó una risa amarga y negó con la cabeza.—Por favor, Margaret… te conozco demasiado bien. Siempre quisis
Camila subió al auto y el chofer arrancó de inmediato. Durante todo el trayecto, su mente iba a mil por hora. Su corazón latía con fuerza y sentía un nudo en la garganta, pero se obligó a mantener la compostura.Al llegar a la mansión, bajó del auto y respiró hondo antes de entrar. Apenas cruzó la puerta, vio a Isabel esperándola en el vestíbulo.—Hola, Camila —dijo la mujer con suavidad—. Por tu cara veo que ya te enteraste de todo.Camila la miró con frialdad.—Sí. Margaret me dijo que está embarazada —su voz sonó firme, pero sus manos estaban tensas—. Usted debe estar feliz… la felicito, va a ser abuela.Isabel suspiró y dio un paso hacia ella, pero Camila no se movió.—Camila, yo sé que al principio te dije que no eras suficiente mujer para mi hijo, pero…—No hace falta que me explique, señora —la interrumpió Camila con una sonrisa amarga—. Esto es solo un contrato… y termina hoy mismo.Isabel abrió la boca, pero Camila ya había dado media vuelta y subía las escaleras con paso fir
El clímax los dejó sin aliento; sus cuerpos aún temblaban por la intensidad del momento. Alejandro apoyó su frente contra la de Camila, su respiración agitada rozando sus labios.—No quiero que salgas sin mi permiso, ¿me entiendes? —susurró con voz ronca, aún sin soltarla.Camila lo miró con la mirada nublada, todavía atrapada en el remolino de sensaciones que él despertaba en ella.—Está bien, Alejandro… pero si tu madre me pide que la acompañe, eso es otra cosa.Él chasqueó la lengua, pero no discutió. Se apartó lentamente, acomodándose la camisa mientras caminaba hacia una pared. Camila lo observó con curiosidad hasta que, con un simple toque, la pared se deslizó, revelando un enorme cuarto oculto.Camila abrió los ojos con asombro.—¿Qué es esto…?Alejandro la miró fijamente.—No es lo que piensas. Nunca ha entrado una mujer aquí… Tú serás la única.Sus palabras hicieron que un escalofrío recorriera la espalda de Camila. Sus ojos viajaron de Alejandro al misterioso cuarto, una mez
—No irás a ningún lado. Quiero que me acompañes a ver unas construcciones.Camila bufó y cruzó los brazos, desafiante.—No quiero ir a ningún lado. Mejor invita a una de tus mujeres.Los ojos de Alejandro brillaron con molestia. Dio un paso hacia ella, su voz firme y autoritaria:—Camila, te estoy dando una orden.Ella le sostuvo la mirada, negándose a ceder. Pero Alejandro no tenía intención de discutir más. La tomó del brazo con suavidad, pero con la suficiente firmeza para hacerle entender que no tenía opción, y la sentó en el sofá.Sin soltarla con la mirada, tomó el teléfono y marcó.—¿Aló? —respondió Isabel.—Mamá, Camila está conmigo. Se quedará aquí.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.—Está bien, hijo —respondió su madre con tono cansado—. Pero trata de no complicar más las cosas con ella.—Adiós, mamá.Colgó sin decir más y miró a Camila. Tomó una revista del escritorio y se la extendió.—Lee esto.Camila lo tomó sin decir palabra, aunque su mirada reflejaba su
María entró a la oficina sin molestarse en cerrar la puerta detrás de ella. Con una sonrisa coqueta, caminó con paso firme hacia Alejandro, quien la observaba con expresión neutral.—Hola, ¿cómo estás? —dijo ella con voz dulce antes de inclinarse y darle un beso en los labios sin previo aviso.Alejandro no correspondió el gesto, pero tampoco la apartó de inmediato.—Tiempo sin verte, Alejandro —añadió ella, sin soltarlo.Él la miró con una leve sonrisa.—Lo mismo digo. Te ves hermosa, María.—Gracias —respondió ella, acariciando suavemente su brazo—. Mis padres están bien, por cierto. Te envían saludos.—Me alegra saberlo —dijo él con tono cortante.Alejandro la observó con curiosidad antes de preguntar:—¿Y a qué debo tu visita, María?Ella le dedicó una sonrisa seductora y deslizó sus manos por su pecho.—Vine porque quiero construir un edificio, y tú eres el indicado para ayudarme —susurró—. Pero también quería verte… y saber cuándo podremos volver a encontrarnos en mi apartamento.