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Capítulo 6 La cláusula del testamento

La mañana había llegado, y la mansión Ferrer se encontraba en silencio, como si todos los que estaban dentro supieran la gravedad del momento que estaban por vivir. La lectura del testamento de Don Alfonso Ferrer reuniría a toda la familia y, de alguna manera, definiría el futuro de su legado.

Andrés llegó temprano, acompañado de sus padres, Oscar y Emma. La atmósfera era solemne, pero tensa. Alejandro estaba sentado junto a sus padres en un rincón de la gran sala, esperando pacientemente. Todos intercambiaban miradas, pero nadie hablaba mucho. La expectación era palpable.

El abogado de la familia, un hombre mayor con gafas de montura dorada y una expresión seria, estaba listo frente a ellos, sosteniendo el sobre que contenía las últimas voluntades de Don Alfonso. El silencio se hizo más profundo cuando comenzó a hablar.

—Buenos días a todos —dijo el abogado con voz firme—. Como ustedes saben, hoy nos reunimos para leer el testamento del señor Alfonso Ferrer, quien en vida fue el pilar de esta familia y de la empresa Ferrer. Antes de comenzar, me gustaría expresar mis condolencias nuevamente. Don Alfonso era un hombre extraordinario.

Todos asintieron en silencio, respetando las palabras del abogado.

—Sin más preámbulos, procederé a leer las últimas voluntades de Don Alfonso Ferrer —anunció el abogado mientras abría el sobre cuidadosamente.

El aire en la sala se tensó aún más cuando comenzó a leer.

—"Quiero comenzar expresando mi gratitud a mis dos hijos, Carlos y Oscar, por haberme dado dos nietos de los que me siento profundamente orgulloso. "Han continuado el linaje de nuestra familia y han demostrado un gran carácter en sus respectivas vidas" —el abogado hizo una pausa, y todos escuchaban atentamente.

—"Andrés mi querido nieto" —continuó—, "te felicito por tu dedicación a tu familia". Has demostrado ser un hombre comprometido con tus responsabilidades, y aunque todavía eres joven, a tus 25 años, has mostrado una capacidad admirable para manejar los desafíos que se te han presentado.

Alejandro apretó los puños ligeramente. Aunque no quería admitirlo, las palabras de su abuelo parecían estar elevando a Adrián de una manera que lo inquietaba.

El abogado prosiguió.

—"Alejandro, mi nieto querido" —leyó, y todos los ojos se posaron en Alejandro, quien mantenía una expresión firme—, "estoy muy orgulloso de ti". Desde joven, has demostrado ser idéntico a mí en muchos aspectos. Has llevado la empresa en alto, y has mostrado una gran habilidad para dirigirla. Estoy seguro de que, bajo tu mando, nuestra familia prosperará aún más.

Alejandro soltó el aire que había estado conteniendo. Todo parecía ir bien hasta ese momento.

Pero entonces, el abogado hizo una pausa antes de continuar leyendo, y la tensión en la sala volvió a aumentar.

—"Sin embargo, Alejandro" —continuó el abogado, y las palabras comenzaron a volverse más pesadas—, "para estar al frente de la empresa Ferrer, te demando algo más". He llegado a la conclusión de que, para que puedas llevar la empresa al éxito que todos esperamos, debes establecer una base sólida en tu vida personal.

Alejandro frunció el ceño, confundido por la dirección que estaba tomando el testamento.

—"Por esta razón" —prosiguió el abogado—, "te exijo que te cases". Considero que un hombre necesita estabilidad para poder liderar, y el matrimonio te dará esa estabilidad que tanto necesitas. No te pido que lo hagas por amor, si no lo deseas, pero es una condición ineludible. Solo podrás heredar la empresa Ferrer y mantener el control de todas nuestras propiedades si te casas en el plazo de un año desde la fecha de mi muerte. Si no lo haces, la empresa será transferida a tu primo Andrés quien ya ha demostrado ser un hombre de familia.

El silencio que siguió fue sepulcral. Alejandro sentía que el peso de esas palabras lo golpeaba como un martillo. Su abuelo, el hombre a quien más había admirado, había puesto una condición que nunca hubiera esperado. Casarse, algo que había evitado toda su vida, ahora se convertía en el requisito para obtener aquello por lo que había trabajado incansablemente.

Andrés, sentado en silencio, no hizo ningún gesto, pero Alejandro notó que una leve sonrisa se asomaba en la comisura de sus labios. A sus ojos, ya parecía tener la ventaja.

—"Confío en que tomarás la decisión correcta, Alejandro" —concluyó el abogado, cerrando el documento—. "Pero debes saber que esta es mi última voluntad, y debe cumplirse sin excepciones.

Carlos e Isabel miraron a su hijo, ambos sorprendidos por lo que acababan de escuchar. La tensión era palpable en la sala.

Alejandro, todavía procesando lo que acababa de oír, finalmente rompió el silencio.

—¿Así que esa es la condición de mi abuelo? —dijo en voz baja, más para sí mismo que para los demás—. ¿Casarme para poder heredar lo que me pertenece?

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