Capítulo 5 La advertencia de su padre.

La noche había sido larga, pero Alejandro, fiel a su costumbre, no dejaba que las distracciones lo afectaran. Se despidió de la mujer con quien había compartido la velada, tan despreocupado como siempre, asegurándose de que ella no esperara nada más que un momento pasajero. Después de todo, su vida no estaba diseñada para compromisos duraderos.

Cuando finalmente llegó a casa, la madrugada ya asomaba y las luces de la enorme residencia Ferrer permanecían encendidas. La imponente mansión, situada en las afueras de la ciudad, parecía más silenciosa que de costumbre, y Alejandro no pudo evitar notar lo pesado que se sentía el ambiente al entrar.

Al cruzar la puerta, fue recibido por la mirada seria de su padre, Carlos Ferrer, quien estaba sentado en uno de los sillones del gran salón. Llevaba un tiempo esperando su regreso, con una mezcla de preocupación y anticipación reflejada en sus ojos.

—Alejandro —dijo Carlos con voz firme, aunque contenida—. Mañana se lee el testamento de tu abuelo. ¿Estás preparado?

Alejandro dejó las llaves sobre una mesa cercana y se encogió de hombros con indiferencia. Se acercó lentamente a su padre, sin mostrar ningún signo de nerviosismo.

—Ya lo sé, papá. El abogado me puso al tanto de todo hace un par de días.

Carlos lo observó con detenimiento. Sabía que su hijo tenía el carácter fuerte e indomable que siempre había admirado en él, pero también entendía que esa misma determinación podía ser peligrosa en momentos delicados.

—No es solo cuestión de estar informado —respondió Carlos—. Tu abuelo dejó mucho más que simples negocios. Dejó un legado que debes cuidar, y no me gustaría que te tomaras esto a la ligera.

Alejandro suspiró, cruzando los brazos mientras miraba a su padre. Sabía que la situación era grave, pero no podía evitar sentir que todos estaban exagerando. Para él, el control de la empresa era algo que le pertenecía por derecho, no importaba lo que el testamento dijera.

—Papá, no estoy tomando nada a la ligera —replicó—. Sé lo que está en juego. Sé que la empresa es importante para ti y para todos, pero he estado manejando las cosas bien hasta ahora. No veo por qué debería preocuparme tanto.

Carlos lo observó en silencio, evaluando sus palabras.

—No quiero que seas sorprendido mañana, Alejandro. Tu abuelo siempre fue un hombre de principios muy claros, y si decidió que algo debe cambiar en la estructura de la familia, no será fácil de aceptar.

Alejandro soltó una leve sonrisa irónica, tratando de aliviar la tensión.

—¿Te preocupa que me dejen sin nada? —preguntó con tono burlón—. No te preocupes, papá. Estoy seguro de que mi abuelo no haría algo tan drástico.

Carlos no sonrió. Sabía que Alejandro no comprendía completamente el peso de las decisiones que su abuelo podría haber tomado antes de morir.

—Mañana lo sabremos, hijo —respondió Carlos con un tono grave—. Pero quiero que estés preparado para lo que venga. Porque puede que no sea tan simple como tú piensas.

Alejandro miró a su padre un momento antes de asentir.

—Lo estaré —dijo finalmente, aunque en su interior, la inquietud que había tratado de suprimir durante el último mes comenzaba a hacerse más fuerte.

Con esas últimas palabras, se despidió de su padre y se dirigió a su habitación, sabiendo que el día siguiente sería uno de los momentos más importantes de su vida. El destino de la empresa Ferrer, y tal vez su propio destino, estaba por definirse.

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