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Capítulo 7 Confrontación

El silencio en la sala era denso, roto solo por el leve sonido del papel al ser guardado por el abogado. Los ojos de todos estaban fijos en Alejandro, que aún no había terminado de procesar la revelación del testamento. Sin embargo, no fue él quien habló primero.

Andrés se levantó de su asiento con una calma que contrastaba con la tensión en el ambiente. Sus padres, Oscar y Emma, lo siguieron, ambos con una expresión de evidente satisfacción en sus rostros.

—Bueno —dijo Oscar con un tono que parecía mezclar alivio y arrogancia—, creo que ya hemos escuchado todo lo que necesitábamos.

Se dirigió a la sala con una leve sonrisa, casi como si ya diera por hecho que su hijo heredaría la empresa.

—Mi hijo Andrés tendrá todo ese derecho —prosiguió Oscar, con una seguridad que hizo que todos en la sala lo miraran—. Después de todo, ya está casado, tiene una familia estable, y está listo para seguir el legado de tu abuelo.

Alejandro entrecerró los ojos, pero permaneció en silencio, observando a su tío. Sabía que Oscar siempre había tenido ambiciones en la empresa, y aunque Andrés nunca lo había dicho en voz alta, estaba claro que su padre lo presionaba constantemente para posicionarse como el heredero natural.

Emma, la madre de Andrés, se adelantó, con una sonrisa que intentaba ser condescendiente.

—Querido Alejandro —dijo en tono afable pero cargado de veneno—, todos sabemos que tú no eres del tipo de hombre que le guste estar atado a una sola mujer. Has disfrutado de tu soltería y nadie te culpa por ello. Pero me temo que tu abuelo, en su sabiduría, vio que la estabilidad que Andrés ya tiene es lo que la empresa necesita. Es un gran sacrificio, pero creo que al final, todo resultará para lo mejor.

Andrés permanecía en silencio, pero la pequeña sonrisa en su rostro hablaba más que cualquier palabra. Alejandro apretó la mandíbula, sintiendo el peso de la provocación.

—No es cuestión de disfrutar la soltería —dijo Alejandro, rompiendo su silencio, con la mirada fija en su tío y su tía—. Es cuestión de que nadie me va a imponer cómo debo llevar mi vida, ni siquiera el abuelo. Si decidió poner esa condición, entonces la cumpliré, pero a mi manera.

—¿De verdad? —Oscar levantó una ceja, claramente escéptico—. ¿De verdad crees que puedes encontrar a alguien y casarte en menos de un año? No me malinterpretes, pero el matrimonio no es algo que se toma a la ligera. Y con tu… reputación, dudo que encuentres a alguien que quiera casarse contigo por las razones correctas.

Andrés no dijo nada, pero su silencio cómplice era tan elocuente como las palabras de su padre.

Alejandro los miró fijamente, sus ojos llenos de determinación.

—Eso es algo de lo que me encargaré yo —replicó Alejandro, con una calma peligrosa en su voz—. No se preocupen por eso.

Carlos, que había estado observando en silencio, finalmente intervino.

—Oscar, Emma, este no es el momento para discusiones. La voluntad de mi padre ha sido leída, y Alejandro sabrá cómo cumplirla.

Oscar, sin embargo, no retrocedió.

—Por supuesto, Carlos. Pero no podemos ignorar lo obvio. Sabemos que Andrés está preparado para liderar, y si Alejandro no lo está, no veo por qué deberíamos hacer esto más difícil de lo que ya es. Si decide no casarse, la empresa estará en buenas manos, ¿no es así?

Alejandro dio un paso hacia su tío, acercándose lo suficiente como para que la tensión fuera palpable.

—No te equivoques, tío —dijo Alejandro con voz baja pero firme—. La empresa Ferrer seguirá en las manos de un Ferrer… y seré yo quien la dirija, como siempre lo he hecho. Haré lo que sea necesario, y no permitiré que nadie me lo arrebate. Ni tú, ni Andrés.

Oscar sostuvo su mirada, pero no dijo nada más. Emma, por su parte, suspiró dramáticamente antes de tomar a Andrés del brazo.

—Bueno, parece que ya todo está dicho —dijo con una sonrisa ligera, aunque sus palabras no ocultaban el desdén—. Supongo que veremos si el destino decide lo mismo.

Con esas palabras, Oscar, Emma y Andrés se dirigieron hacia la puerta. Mientras salían, Andrés lanzó una última mirada a Alejandro, como si ya se viera victorioso. Alejandro no respondió, pero en su interior, una furia tranquila crecía. Sabía que tenía que actuar rápido, o todo lo que había construido hasta ahora se desmoronaría.

Cuando Oscar, Emma y Andrés salieron de la sala, Alejandro sintió cómo la rabia le recorría el cuerpo.

Isabel, su madre, notó la furia contenida en su hijo y se acercó a él con suavidad, colocando una mano sobre su brazo.

—Alejandro, cariño, cálmate —le dijo en voz baja—. Tu abuelo sabía de lo que eres capaz, por eso te dejó a ti esta responsabilidad. Solo tienes que cumplir con su última voluntad, no te pongas así.

Pero las palabras de su madre no lograban calmarlo del todo. El rostro de Alejandro se mantenía sombrío mientras intentaba procesar lo que todo aquello significaba para él.

—Mamá, esto es ridículo. ¿Casarme solo para cumplir una cláusula? —respondió Alejandro con frustración—. Toda mi vida he trabajado para esta empresa. Andrés no tiene idea de lo que implica estar al frente de todo esto, pero solo porque está casado ya es "más digno" de heredarla.

Su padre, Carlos, que había estado escuchando en silencio, soltó un suspiro y se acercó con un semblante serio.

—¿Y qué ganas poniéndote así, Alejandro? —le preguntó con frialdad—. ¿Acaso cambia algo que te enojes? Tu tío tiene razón en una cosa: Andrés tiene una familia, ha cumplido con lo que se espera de alguien en su posición. Y tú… tú nunca quisiste casarte cuando tuviste la oportunidad, incluso cuando Isabel y yo te sugerimos a algunas de las hijas de nuestros socios, mujeres que te habrían apoyado sin dudarlo.

Alejandro miró a su padre con una mezcla de furia e incredulidad.

—¿Es en serio, papá? —replicó, con una ligera risa amarga—. ¿Quieres que me case solo para cumplir una expectativa? Sabes bien que siempre he creído que el matrimonio no debería ser una obligación, y mucho menos una formalidad vacía para contentar a otros.

Carlos lo observó sin pestañear, aunque en el fondo entendía a su hijo. Isabel, notando la tensión entre ellos, intervino en un intento de calmar los ánimos.

—Alejandro, tu padre solo intenta decirte que siempre tendrás el control de la situación si tomas decisiones firmes. No debes verlo como una condena, sino como un paso que debes dar para obtener lo que ya te pertenece.

Alejandro soltó un suspiro, intentando calmarse, aunque aún sentía la presión de las palabras de su padre.

—Es fácil decirlo —murmuró, aún con frustración—, pero el abuelo me ha puesto en una posición donde debo ceder en algo que nunca quise hacer.

Isabel lo miró con ternura y comprensión.

—A veces, cariño, la vida nos pone pruebas para forjar nuestro carácter y hacernos crecer. Tal vez, esta es la forma de tu abuelo de hacerte ver algo que no habías considerado antes. Tómate un momento para pensarlo. No tienes que tomar decisiones ahora.

Carlos, aunque aún severo, le dio una palmada en el hombro.

—Piénsalo, hijo. Sabes lo que está en juego. Esta empresa es el legado de los Ferrer y está en tus manos. Solo debes aceptar que, en ocasiones, las decisiones que no queremos tomar son las que nos llevan a crecer.

Alejandro asintió, aunque en su mente todavía luchaba contra la idea. Sabía que debía actuar rápido para conservar el control de la empresa, pero nunca imaginó que esa decisión lo llevaría a este dilema.

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