Camila llegó al restaurante en su nuevo horario, apenas acomodándose al cambio de turno. Sus compañeros de trabajo, al verla entrar, la saludaron con expresiones de alivio y curiosidad. —¡Camila! Pensamos que te habían despedido —le dijo Marta, una de las meseras, mientras se acercaba—. Después de lo que pasó el otro día, no te vimos más por aquí. Camila sonrió con un poco de nerviosismo. —No, solo me cambiaron la guardia. Ahora estoy en el turno de la tarde hasta el cierre —explicó—. Así que aquí estoy. Sus compañeros asintieron, y uno de ellos, Pablo, le pasó una bandeja con cubiertos recién limpiados. —Hoy vamos a necesitar todas las manos posibles. Hay una reserva grande de unos empresarios importantes, y el jefe nos pidió que estemos atentos. No podemos cometer errores. Camila tomó la bandeja y suspiró, mentalizándose para el trabajo que tenía por delante. —Entendido. Me encargaré de que todo esté perfecto —dijo, dispuesta a dejar una buena impresión, especialmente despué
Después de una exitosa reunión y una cena satisfactoria, Alejandro y Ricardo se despidieron de los socios, quienes se marcharon contentos tras haber cerrado un acuerdo beneficioso para la empresa. Ambos decidieron quedarse un poco más en el restaurante, relajándose y aprovechando el momento de tranquilidad para discutir la inesperada situación del testamento. Ricardo miró a Alejandro con una sonrisa divertida mientras tomaba un sorbo de su bebida. —Entonces, ¿has pensado cómo vas a resolver el asunto de la esposa? —preguntó Ricardo, rompiendo el silencio. Alejandro suspiró, cansado solo de pensar en ello. —No tengo idea. No puedo simplemente elegir a alguien al azar. No es como si este tema fuera sencillo para mí —dijo, mirando su copa—. La última cosa que quiero es atarme a alguien sin que sea necesario, pero tampoco quiero perder la empresa. Ricardo, que siempre intentaba ver el lado positivo, se inclinó hacia él con entusiasmo. —¿Y qué tal Margaret? Es hija de un buen socio
La Cena InesperadaAl llegar a casa, Alejandro notó que las luces del comedor estaban encendidas y que había una actividad poco habitual. Al entrar, se encontró con una sorpresa: su madre, Isabel, había organizado una cena y había invitado a Margaret, la hija de uno de los socios de la empresa. Alejandro no pudo evitar fruncir el ceño ligeramente.—Alejandro, cariño, ¡qué bueno que llegas! —dijo Isabel, sonriendo mientras lo recibía—. Justo a tiempo. He preparado una cena para que podamos pasar un rato en familia… y también invité a Margaret.Alejandro disimuló su sorpresa, controlando su expresión. Sus ojos se encontraron con los de Margaret, quien estaba sentada en el comedor y se levantó, esbozando una sonrisa elegante.—Buenas noches, Alejandro —dijo Margaret con una voz suave, mientras lo observaba con cierta expectativa.—Buenas noches, Margaret —respondió Alejandro, manteniendo la cordialidad y tratando de ocultar su incomodidad—. No esperaba una cena así.Isabel intervino de i
Desde el otro lado de la mansión, Carlos e Isabel observaban cómo Alejandro y Margaret habían desaparecido juntos en la noche. La mirada de Isabel se iluminó con una mezcla de esperanza y satisfacción. —Parece que nuestro plan ha funcionado, Carlos. Invitar a Margaret fue una excelente idea. Quizás esta sea la oportunidad de que Alejandro finalmente sienta cabeza —dijo Isabel, con una sonrisa de triunfo. Carlos, sin embargo, mantuvo su expresión seria, poco convencido de que esto fuera suficiente. —No te adelantes, Isabel. Conozco bien a nuestro hijo. Alejandro es un hombre impulsivo y no tolera que lo controlen. El primer error que Margaret cometa, él la dejará sin pensarlo dos veces. Isabel suspiró, aunque aún conservaba la esperanza. —Pero sabemos que ella lo ama. Y si él le da una oportunidad, podrían formar una familia y él finalmente asumiría su papel con la seriedad que queremos. —No cantemos victoria todavía —respondió Carlos, con un tono que parecía advertirla—. No ser
Confidencias en la oficina Ricardo entró a la oficina de Alejandro y lo encontró concentrado, pasando las páginas de los informes con el ceño fruncido. Cerró la puerta tras de sí y se acercó al escritorio. —¿Cómo va todo, primo? —preguntó, notando la expresión pensativa en el rostro de Alejandro. Alejandro levantó la vista y suspiró, dejando los papeles a un lado. —Aquí, revisando estos pendientes —respondió, pero su tono no ocultaba el peso de algo más. Ricardo lo miró con interés, captando la tensión en su voz. —Te veo pensativo, Alejandro. ¿Hay algo más que te preocupe? Alejandro miró un momento hacia la ventana, como si dudara en compartir sus pensamientos, pero finalmente decidió ser honesto. —Ayer, mi madre invitó a cenar a Margaret. Me sorprendí cuando la vi allí, cenando en mi propia casa. No tuve más remedio que ser cortés con ella… y, bueno, no se quedó solo en la cena. Ella insistió en que intentáramos estar juntos de nuevo. Ricardo arqueó una ceja, sonriendo apen
Después del espectáculo La reunión había concluido con éxito. Mientras los socios se despedían y el restaurante se iba quedando más tranquilo, Alejandro y Ricardo se quedaron en la mesa, compartiendo un par de copas. Alejandro parecía absorto en sus pensamientos, y Ricardo, notándolo, rompió el silencio. —¿Qué piensas hacer ahora? Imagino que terminaste con Margaret después de esa escena —dijo Ricardo, observando a su amigo. Alejandro suspiró y asintió. —Así es. No voy a tolerar esas escenas de celos irracionales, mucho menos en público y en medio de una reunión de negocios. Justo en ese momento, alguien se acercó a su mesa con una sonrisa sardónica: era su primo, Andrés, que había presenciado el espectáculo desde otra mesa. —Vaya, Alejandro —dijo el primo, claramente disfrutando la incomodidad del momento—. Mis felicitaciones. Margaret realmente sabe cómo dar un espectáculo digno de recordar. Alejandro apretó los puños y estuvo a punto de levantarse, la furia evidente en su m
Después de escuchar a Andrés relatar el último escándalo de Margaret, Óscar y Emma se dieron cuenta de que era el momento perfecto para empezar a actuar. —Alejandro está muy ocupado en su último proyecto, el nuevo desarrollo inmobiliario, ¿no es así? —preguntó Óscar, entrelazando sus dedos y mirando a su hijo con una sonrisa calculadora. Andrés asintió con complicidad. —Sí, de hecho. Está tratando de cerrar una serie de acuerdos con inversores importantes, pero parece que aún no tiene el respaldo total de todos ellos. Quizás podamos crear alguna duda... algo que haga que se cuestionen si él es la persona indicada para el proyecto. Emma asintió, entusiasmada con el plan. —Perfecto. Nos encargaremos de correr ciertos rumores entre los socios, incluso de hablar con algún contacto de confianza para plantar dudas en los inversores. Óscar le dio una palmada en el hombro a su hijo. —Si todo sale bien, Alejandro se verá obligado a pedir ayuda… Y entonces tú estarás listo para interven
Alejandro terminó de explicarles las tareas y responsabilidades, manteniendo un tono firme y profesional. Luego, recogió las carpetas y se dirigió hacia la puerta. Justo antes de marcharse, hizo una pausa y se volvió hacia Camila, mirándola con un leve destello en los ojos.—Espero que hagas un buen trabajo aquí —dijo, con un tono fuerte que dejaba claro que estaría observándola de cerca.—Gracias, señor —respondió Camila, tratando de mantener la calma, aunque aún sentía su corazón latiendo rápido por la tensión del momento.Alejandro asintió levemente y salió de la sala, dejándola a ella y a sus compañeras con una mezcla de nervios y determinación en el aire.Alejandro entró en su oficina y apenas cerraba la puerta cuando Ricardo llegó, dándole una palmada en el hombro.—¿Cómo te fue con las pasantes? Sé que era mi deber, pero anoche me pasé un poco de tragos y no quería levantarme tan temprano —dijo Ricardo con una sonrisa despreocupada.Alejandro se recostó en su escritorio, cruzan