Cuando Diego se muda temporalmente a la casa de la familia de Maggie tras el fallecimiento de su abuela, el dolor de la pérdida y el peso del duelo parecen ser su único acompañante. Los pasillos de la casa, llenos de recuerdos y ecos del pasado, se convierten en el escenario de una convivencia tensa y desafiante. Entre tanto, Maggie se enfrenta a la dificultad de ayudar a alguien que no parece querer ser ayudado, persistiendo en su intento de romper el hielo, tratando de descubrir las razones detrás del comportamiento de Diego y el verdadero peso de su dolor.
Leer másDIEGOSigo sin saber por qué estamos aquí todavía. Las amigas de Maggie están perdidas a saber dónde, ni me interesa, el porro ha dado ya veinte vueltas a la mesa y no puedo deja de vigilar por encima del hombro como Maggie se ríe con una desconocida.—Me cae bien —me dice Tina, la miro de reojo—. No hablé mucho con ella aquel día en el bar, me encerré con Travis en el baño. —Es buena chica.—Dan dijo que no es muy habladora.—Es que el puto de Dan no tiene nada que hablar con mi chica.Se ríe, durante un segundo me parece insufrible, pero llevo un rato en el que todo me causa jaqueca.—Estás mono en plan celoso. Pero está bien, es Dan, te la tiene jurada así que cuidado con él. Ya sabes cómo se pone cuando algo le entra en la cabeza.Sí, lo sé, y espero que no llegue al límite en el que me haga tener que sacarle literalmente el cerebro por la nariz a base de puñetazos. —Lo sé, lo tengo controlado.Veo cómo me señala, está demasiado sonriente y feliz, por eso sigo teniendo el culo p
DIEGOA las gemelas les parece de lo más divertido ir y venir, salpicarme con agua intentando que me una en la piscina. Las miro con fastidio, y me paso una mano por el pelo, intentando quitarme la sensación de humedad. No tengo ganas de estar aquí, pero de alguna manera, no sé cómo, me he acostumbrado tanto a esta mierda que es adictivo sentarme aquí a fumar con la misma panda de siempre.—Y... ¿estás bien con ella?—Brianna, deja de joderme.—Sólo pregunto, es curiosidad. Su curiosidad es irritante, como ella. Ahora no puedo ni pensar qué se me cruzó por la cabeza para querer intentar algo con ella. Ni siquiera se parece tanto a Margaret.—Pues no curiosees en mi vida que no te importa.Veo a Nate, enganchado con la amiga de Maggie metiéndole la lengua hasta la campanilla, ¿y ella? Me empujo de la tumbona para levantarme y Brianna me sujeta de la muñeca, creo que me pregunta algo que apenas escucho antes de irme.Cuando por fin la encuentro, el aire me golpea como un puñetazo en el
MAGGIELa fraternidad está a rebosar. Hemos subido la calle siguiendo a una horda de chicas borrachas que iban cantando a todo pulmón. La música retumba tanto que puedo sentir el bajo en los pies antes de cruzar la puerta. De inmediato nos colocan unos vasos rojos en la mano, pero huele tan fuerte que me entran arcadas cuando quiero probarlo.Es el tipo de fiesta que, incluso antes de entrar, te golpea con una mezcla de emociones: curiosidad, nervios y mucha adrenalina. A empujones logramos servirnos algo en la cocina. Un vaso detrás de otro. He perdido la noción del tiempo cuando dejo de moverme y enfoco la visión . Patty me da un caderazo, riéndose.—¿Te está dándo el bajón ya? —me dice sobre el ruido.—¡No! Deja que respire un momento. —¡Maggie! —exclama una voz familiar.Nate aparece proveniente de la cocina, le lanza una mirada a sesina a un chico que se choca con él. Yo me fijo en Vera, absorta en su baile restregándose con Patty, demasiado evadida como para enterarse de que N
DIEGOPara ser completamente sincero, no confiaba en que Maggie se lo contara a sus padres. Sé que esta chica puede guardarse secretos hasta la tumba. Y yo no quiero ser su secreto, ni que ella sea el mío.—Siento que mi madre te haya avasallado a preguntas —me dice, apoyada en el marco de puerta.Está guapa con ese pijama rosa de niña buena, pero me gusta más cuando sólo lleva mi camiseta y las piernas se le pierden por debajo de la tela.—No ha sido para tanto.—Ya... —la escucho sisear—. Bueno, te dejo que sigas estudiando. Voy a ver qué encuentro para entretenerme ahora que tengo tanto tiempo libre. Qué aburrida voy a estar.—Eres una dramática. ¿Tú no querías ir de vacaciones? Pues ponte a buscar.—¿Pero vamos a irnos?Ya le he dicho que sí, ¿cuál es el problema?—Que sí. ¿Me vas a dejar estudiar? O siéntate en la cama con el portátil, pero sin dramas.Durante el resto de la noche la escucho teclear con impaciencia y el suave crujido de la cama cada vez que se mueve. La he mirado
MAGGIEPor la mañana me despierto y de inmediato empieza a dolerme la cabeza. Tengo resaca emocional, y de la normal. Cuando intento sentarme, algo me lo impide… O alguien.Anoche subimos aquí entre risas y besos, un torbellino de emociones que se desvaneció tan pronto como mi cabeza tocó la almohada. Diego me dejó ponerme una de sus camisetas —huele a él, como a hogar—, y el cansancio me ganó antes de que pudiera pensar en otra cosa. Estaba agotada, sin embargo ahora tengo toda la energía del mundo. >. Empezaría a chillar con entusiasmo si no se viera tan pacífico estando dormido. La piel semidesnuda de Diego encima de mí me abriga. Tiene la cabeza sobre mi estómago y me rodea con un brazo.Me estiro con cuidado para no despertarlo, intentando librarme del peso de su cuerpo, pero lo hace más difícil de lo que imaginaba. Sus dedos se aferran más a mí, y el calor de su respiración me envuelve, tranquilizándome de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando muevo
MAGGIELa cena es una mezcla extraña de emociones. Con anécdotas de todo tipo y la expectación de futuras historietas. Mientras todos hablan de sus planes calculados al milímetro, yo me siento en el mismo stand-by de siempre. Misma ciudad, mismas calles, un campus que ya conozco y la compañía de alguien que me hace sentir como en casa. Tampoco me quejo, yo he elegido quedarme aquí y no creo que sea capaz de arrepentirme.—¡Oye! ¿Y de dónde has sacado el vestido? —me pregunta una chica durante la cena. A duras penas recuerdo su nombre, pero sé que su novio está dándo la nota en el otro extremo de la mesa y lo ha regañado como tres veces ya.—Es de marca cara —añade otra.—No lo sé, me lo ha regalado mi novio —respondo, y la palabra "novio" me deja un raro sabor de boca.Vera me mira con las cejas levantadas y se arrima.—¿Novio? Yo asiento, aunque me siento algo ridícula, como una adolescente que lo dice por primera vez.—Es la primera vez que lo digo. ¿Ha sonado muy raro?—Ha sonado m
MAGGIE> Me lo he repetido mil veces pero la forma en la que me tiemblan las rodillas dice lo contrario.Me he tirado horas peinándome con ayuda de mi madre, maquillándome minuciosa con la puerta bloqueada para que nadie me molestara. Y hasta que no me he puesto el vestido, no me lo he creído. Este día es irreal. Todo es demasiado perfecto, hasta el matrimonio de mis padres, que parecen tan concentrados en mi que ni discuten. Bueno, no se hablan, pero eso es casi lo mismo. Nos hacemos las típicas fotos familiares frente a la casa, todos perfectamente alineados. La luz del sol me da en los ojos, y me siento un poco ridícula. No porque no esté feliz, claro que lo estoy, pero esas cosas de las fotos siempre me han hecho sentir como si fuera un espectáculo. Y en este momento, con las sonrisas rígidas de mis padres, me siento como el tío regordete disfrazado de Santa Claus que se espera ver en los centros comerciales, el que sonríe sin realmente tener ganas, esperando qu
DIEGO—¿Me queda como te lo imaginabas? No, le queda mejor. Pero soy incapaz de decirlo porque estoy clavado al suelo como un gilipollas, admirándola. Me relamo los labios y no hago ni un sólo esfuerzo por dejar de imaginarme las mil cosas que quiero hacerle. Ella se balancea, despacio, alisándose la falda con las manos como si quisiera asegurarse de que la miro. Por supuesto que la miro. No podría mirar a otra cosa aunque quisiera.—¿Entonces...?Toda la sangre me baja a la polla. Coloco las manos alrededor de su cintura, que me resbalan por la tela suave de color verde. Sabía que este color le quedaría justo así, como a una princesa, una de lo más follable.—Estás preciosa —admito.Ayer me tocó tanto las pelotas con su insistencia que en el fondo me terminó agradando lo incómoda que estaba en el bar. ¿Por qué cojones no me escucha cuando le hablo? Se moría por que nos fuéramos, pero es tan cabezota y orgullosa que hasta su sonrisa falsa parecía sincera.Pero es Maggie, yo ya sé qu
MAGGIETampoco le cuento nada a Vera o a Patty cuando hablamos. Caminando con Vera por los pasillos del institutto sin mucho que hacer me limito a decir que: "son una panda de gilipollas con los que no congenié". —Yo quedé anoche con Nate —me cuenta, y me parece mejor hablar de sus escarceos que de los míos—. Un rato en su coche, mi madre casi nos pilla. ¿A qué no sabes? Ya he mirado la residencia de estudiantes de la universidad. Es algo cara, así que seguramente tenga que ponerme a trabajar. —¿Vas a trabajar tú? Se te van a romper las uñas —bromeo chinchándola.---Diego me ha traído a clase esta mañana contra todo pronóstico. No nos hemos dicho mucho y el viaje ha sido de lo más incómodo, así que no sé si espero encontrárlo cuando salgo de clase. No está. y por eso vuelvo en autobús.En casa no hay nadie, así que puedo tirarme horas para decidirme por qué película quiero ver, aunque sigo haciendo zapping entre las cientas de películas que ya he visto alguna vez, cuando la puerta s