Cuando Diego se muda temporalmente a la casa de la familia de Maggie tras el fallecimiento de su abuela, el dolor de la pérdida y el peso del duelo parecen ser su único acompañante. Los pasillos de la casa, llenos de recuerdos y ecos del pasado, se convierten en el escenario de una convivencia tensa y desafiante. Entre tanto, Maggie se enfrenta a la dificultad de ayudar a alguien que no parece querer ser ayudado, persistiendo en su intento de romper el hielo, tratando de descubrir las razones detrás del comportamiento de Diego y el verdadero peso de su dolor.
Leer másMAGGIEEl frío de diciembre me pilla preparada para las navidades. En unas cajas del garaje he encontrado todas las decoraciones que solíamos poner. Lotte siempre hacía que Diego me ayudara, y aunque lo hiciera refunfuñando "por tanta parafernalia", al final siempre cede. Aunque estas primeras navidades aquí están rodeadas de nostalgia, son más felices que las últimas cuando Lotte estaba tan enferma que era difícil disfrutar estas fechas. Ahora podemos recordarla cómo era, alegre y hogareña; y aunque no sé replicar sus recetas, Diego dice que está bien, que a mi manera un poco requemado le gusta el bizcocho.Sobrevivimos a la navidad, al frío, y a ir de compras para que Diego se compre algo decente. Resulta agotador.—Esto es una mierda —sisea mientras se tira de los botones del cuello de la camisa. La dependienta de la tienda nos lanza una mirada, pero él no se inmuta—. ¿Y estos zapatos? Son de gilipollas, ni que fuera a la iglesia, joder.—¿Quieres dejar de quejarte? Estás guapo. D
MAGGIE—¡Maggie! —el grito de Ava atraviesa la cafetería y el resto de personas de la fila la observan acercarse—. ¡Dios! No sabes lo que te perdiste en la fiesta, ¿has visto el vídeo?El corazón me da un vuelco. Ava me dejó muy claro que estaba preocupada cuando desaparecí de la fiesta, aunque pensé que nadie se habría dado cuenta de la pelea. Pero ahora que menciona un vídeo...—No. ¿Qué vídeo? —pregunto, ajustándome la mochila al hombro y tratando de no sonar demasiado alarmada.Ava se cuela descaradamente en la fila, como si fuera lo más normal del mundo, y yo simplemente la sigo con la mirada. Sólo estoy aquí por un café para sobrevivir al resto de las clases.—Un amigo de tu novio, ¿de verdad no lo has visto? Por eso te llamé tantas veces, estaba preocupada... Parecía un loco. Mira —dice sacándose el teléfono.En cuestión de segundos, la pantalla ilumina un clip grabado con un móvil. El sonido es caótico, con música de fondo y voces exaltadas. Dan aparece en el centro de la esce
MAGGIE—¿Por qué no invitas a Nate aquí? —le propongo, mientras estamos sentados en el sofá. Mis piernas están estiradas sobre las suyas, y él juega distraídamente con la punta de mi calcetín.Aparta la mirada de la película, mirándome como si acabara de hablar en otro idioma.—¿Aquí? —repite, como si no entendiera del todo mis palabras.Diego nunca ha traído amigos a esta casa, ni siquiera en el instituto. Era como si este lugar estuviera sellado, reservado solo para la familia, para las tardes con Lotte en la cocina, el ruido de las tazas chocando contra los platos, o los días de lluvia viendo películas en el salón. De alguna forma, siempre ha sido un refugio familiar, y las paredes no conocen otra cosa.—Sí, aquí. Como dices que irás esta noche a su piso, he pensado que quizás podrías invitarlo tú por primera vez. Creo que te vendrá bien.—¿Y eso por qué? —arquea una ceja, con su típica mezcla de curiosidad y resistencia.—Es tu amigo, ¿no? Además, nunca has traído a nadie aquí… —M
DIEGOMientras me arrastro a la cocina por la mañana empiezo a arrepentirme de haberle partido la cara al gilipollas de Dan cuando estaba colocado hasta las cejas, debería haberlo hecho antes de que se metiera la droga, así le habría dolido más. A mi las manos me duelen como la mierda. Los nudillos siguen hinchados, y aunque ya no sangran, me arden. También debería haberle arrancado el metal de la cara.Cuando bajo las escaleras se me hace raro no oír nada, normalmente cuando Maggie se despierta antes que yo se escucha el cacharreo de trastes en la cocina o la encuentro sentada en el sofá viendo el telediario mañanero con una taza de café. Hoy no hay nada, ¿me habrá dejado solo? Me prometió que no lo haría, > Estoy a punto de echar fuego por las orejas cuando el murmuro de su voz atraviesa la puerta corredera del jardín. El alivio que siento al verla me hace sentir como otro gilipollas por dudar de que siguiera aquí.Me ha dejado la cafetera caliente prepar
MAGGIEMe siento al lado de Diego, pero el silencio entre nosotros es abrumador. El motor ronronea suavemente, pero no es suficiente para llenar el vacío.Quiero decir algo, cualquier cosa, pero no sé por dónde empezar. No quiero echarle en cara lo que ha pasado, no ahora. Aunque estoy enfadada, también estoy preocupada. Su mandíbula sigue apretada, sus nudillos ensangrentados descansan sobre el volante, y la tensión en su cuerpo se siente como un muro entre los dos.—¿Te duele? —mi voz rompe el silencio, más suave de lo que esperaba.Diego no responde. Sus ojos permanecen fijos en la carretera, y su agarre en el volante se tensa aún más.—Diego… —intento otra vez, pero me corta con un suspiro pesado.—Estoy bien, Maggie —responde, seco.Miro por la ventana, sintiendo cómo se me forma un nudo en el estómago. La rabia por lo que ha pasado se mezcla con el dolor de verlo así, cerrado, distante.Cuando llegamos a casa, Diego apaga el motor y se queda sentado un momento, mirando al vacío.
MAGGIE—¿Por qué has bajado? —me dice Diego esforzándose en que no nos oigan.—Porque te he visto bajar... —En cuanto lo digo en voz alta me doy cuenta de la estupidez que es. No debería desconfiar pero hay algo en esta gente que me pone los pelos de punta.Diego resopla exasperado mientras se pasa la mano por el pelo. Es evidente que ninguno está contento por vernos aquí abajo. Todos los que rodean la mesa de billar nos miran cuando un tío de pelo negro al que no conozco me pasa el taco. No sé jugar, y aún si supiera, no me pondría a fingir que son mis amigos.—No, gracias —respondo.Se miran entre ellos, con risas de por medio y volviendo al juego.Diego suspira profundamente, y puedo sentir la tensión en sus movimientos mientras toma el taco que me han ofrecido.—Vuelve arriba, Maggie —me dice en voz baja.—¿Por qué no subes conmigo? —respondo, cruzándome de brazos. No pienso dejarlo aquí con esta gente.Diego no contesta de inmediato. En lugar de eso, se posiciona para su tiro en
MAGGIE—No me va a matar por quedarme aquí, ¿verdad? —bromea Troy, mientras echa un vistazo alrededor. Se ríe de su propia broma—. Así que este es el tipo de fiestas que te gustan... No está mal.—Es la primera fiesta del curso, esto está a reventar. La fraternidad está abarrotada, el suelo pegajoso por la mezcla de alzohol derramado y pasos borrachos, y la música lo suficientemente alta para que me vibre el cuerpo. No quiero acaparar a Troy, ha venido con sus amigos y yo debería buscar a Diego, aunque sé dónde voy a encontrarlo y no quiero arruinarme la noche de esa manera.Un par de sus amistades acaparan la cocina y le revuelven el pelo. Me encuentro riéndome por su cara de niño enfurruñado.—¿Es tu noviecita? —le estruja uno de ellos—. Pero si el pequeño Troy se relaciona con mujeres.La broma me arranca una sonrisa, porque Troy parece el tipo de chico que se relacciona con muchas mujeres. Guapo, divertido, sonrisa encantadora, ¿qué más quiere?—Es una amiga, idiota. —Sacándose a
MAGGIEPara cuando salgo de mi última clase, Diego está apoyado al final de la escalinata de mi facultad, fumando y esperándome tal y como me ha prometido esta mañana. Un par de chicas de mi clase pasan cerca suya, veo como cuchichean y lo miran, y las entiendo.—¿Qué tal el primer día, novata? —Me engancha el brazo a los hombros y me besa—. ¿A que era mejor quedarnos en la cama?Lo empujo un poco, pero sólo sonríe.—Ha estado guay.—No sé si llamaría "guay" a tener que seguir estudiando otros tantos años. —Tira el cigarro al suelo, yo lo pisoteo con mi zapatilla—. Voy a ir al bar un rato con Nate y el resto, ¿te importa coger el autobús para ir a casa de tu padre y te recojo después?Me alegra que no me invite. Lo último que quiero es que sus amigos me acojan en el grupo y tener que aguantarlos más de lo que me gustaría que es entre cero y nada.—Vale... Además, así aprovecho el viaje para llamar a mi madre.Asiente, como si mi respuesta le pareciera más que lógica, y me da un beso r
MAGGIECuando Vera se marcha, yo me paso toda la noche llorando. Soy una dramática. He hecho que Diego abandone su noche de tíos para traerme helado y hacerme compañía. Estaba sólo con Nate en su apartamento, así que entre medio de mis dramas he lloriqueado por desperdiciarle su noche con el único amigo bueno que tiene.—De haberlo sabido te habría permitido vivir aquí conmigo cuando se te pasase la llorera —me dice, sin dejar de acurrucarme contra su pecho—. Los amigos de instituto no suelen ser los definitivos, conocerás gente nueva.Lo conozco a él, y a su panda de amigos con la que espero no juntarme en los próximos años. Sé que han empezado a reclamarle a Diego que lleve casi todo el verano sin aparecer por el campus. Hemos estado liados, supongo. Mis cosas llevan un par de semanas en esta casa, tengo muchas más que no quiero traer porque sigo sintiendo en cireta medida que estoy invadiendo su espacio. Se nos da bien, creo, esto de estar juntos. Quiero buscar un trabajo para no t