Diego y mi madre llegan unas horas más tarde, cuando ya se ha hecho de noche. Escucho el suave murmullo de sus voces entrar en casa, y mi padre y yo nos miramos brevemente por encima de la mesa de cocina, en silencio. Apenas unos segundos después, mi madre es la única que cruza el umbral de la cocina con una sonrisa serena.—¿Ha ido bien? —pregunta mi padre, dejando la pantalla del portátil a un lado.Ella asiente mientras se quita la bufanda con movimientos lentos, como si saboreara el momento de tranquilidad.—Ha sido la primera vez que volvía a casa de Lotte desde el funeral —comenta, mientras se mueve por la cocina con una liviandad poco habitual últimamente—. Todo sigue igual, un poco más desordenado, pero... bueno, puede que me pase este fin de semana a limpiar algunas cosas.Mientras la escucho parlotear sobre las pocas horas que ha pasado con Diego, no puedo evitar darme cuenta de que pase lo que pase, mi madre siempre le tendrá cariño y pasar el más mínimo tiempo con él le ha
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