Wyn Lancaster nunca ha sido de las que buscan problemas. A sus 18 años, su mundo gira en torno a las historias que escribe, los libros que devora y su sueño de convertirse en una gran autora de thrillers. Es metódica, observadora y un poco terca, lo que la lleva a buscar inspiración en los lugares más inusuales. Davian Rooke vive en las sombras. A sus 23 años, su vida está marcada por secretos, sangre y encargos de los que nadie debería saber. Frío, reservado y con poca paciencia, lo último que necesita es a una mocosa entrometida cruzándose en su camino. Cuando sus caminos se cruzan en una biblioteca olvidada, Wyn y Davian descubren que hay encuentros que no pueden ignorarse... por mucho que lo intenten.
Leer másHabían pasado solo unos días desde que le permitieron volver, pero la sensación de libertad todavía no le calzaba del todo. Wyn estaba sentada en el sillón, con una manta sobre las piernas y una libreta abierta apoyada en las rodillas. La casa estaba en silencio. No había música, ni televisión de fondo, ni el eco de otra voz que no fuera la suya. Solo el sonido suave del lápiz moviéndose sobre el papel y, de vez en cuando, el crujido de la madera vieja al moverse con el viento. Afuera, el cielo se mantenía gris, como si no supiera si era hora de despertar o de dormir. La luz que entraba por la ventana era apenas suficiente para escribir sin encender lámparas, y Wyn ni siquiera había pensado en mirar el reloj. Escribir se le había hecho una especie de costumbre, aunque no era como antes. No lo hacía por gusto ni como parte de su rutina. Solo como una forma de llenar el tiempo. En algún momento dejó de escribir y se quedó mirando el techo, sin pensar en nada concreto. El silenc
Dos días después, Davian habló con los suyos. Wyn no supo con quién exactamente, pero se notaba que él había movido algunas piezas para dejarla volver a casa. Según él, ya no era una amenaza real. No tenía sentido seguir teniéndola encerrada. Decía que todo estaba bajo control gracias al rastreador que le había hecho tragar hacía días. Y aunque intentaba no pensar en eso, el recuerdo volvía solo, breve pero nítido. Dejándole una sensación tibia en los labios que intentaba ignorar. Davian le había dado un teléfono nuevo. Uno que ella no pidió, ni necesitaba, pero que igual apareció en su mano. Ya venía con aplicaciones instaladas, y sin opción para borrarlas. Era evidente que tenía control de todo, que la vigilancia era parte del trato... pero él ni se molestó en ocultarlo. —No te estoy dejando ir porque confíe en ti —le dijo antes de que se fuera—. Solo necesito asegurarme de que no vas a hacer alguna tontería... como hablar con la policía o con alguien que no deberías. Así, sin r
...mientras el olor a sangre fresca se mezclaba con el polvo del edificio en ruinas. Cada disparo, cada golpe seco y cada grito ahogado se sentían como una marca ardiente en su piel. Wyn se aferró instintivamente a la tela de la chaqueta de Davian, sintiendo su pecho subir y bajar con cada respiración controlada. No podía ver nada, pero su cuerpo temblaba con cada impacto brutal a su alrededor. —No mires —murmuró él contra su cabello, su tono bajo y afilado. Como si tuviera opción. Pero no mirar no significaba no escuchar. El sonido de un cuchillo hundiéndose en carne blanda. El crujido de huesos rompiéndose bajo una fuerza despiadada. La carcajada baja y ronca de Luke, que sonaba más como un depredador disfrutando su caza que como un humano normal. —Esto es un desastre —comentó Lilith con su calma habitual, aunque su tono tenía un matiz de fastidio. Davian se movió, y Wyn sintió el frío repentino en su piel cuando su mano dejó de cubrirle los ojos. Su mirada se encontró con la
El dolor en la cabeza de Wyn era insoportable, una punzada que se extendía desde la base del cráneo hasta las sienes, acompañada de un mareo persistente que le revolvía el estómago. Un efecto conocido, de la primera vez que abrió los ojos en el refugio.—No puedo creer esto… —gruñó, con la voz aún rasposa.Se llevó una mano a la frente y miró a su alrededor. Lilith avanzaba al frente con su paso firme, mientras que más atrás, Luke tarareaba algo en voz baja mientras revisaba sus armas. Luego, sus ojos se posaron en Davian. Su expresión era severa como siempre, pero estaba segura de que la observaba de reojo, pendiente de su reacción.—¿Por qué demonios estoy aquí?—Porque te trajimos —respondió Davian sin inmutarse.—No me digas —espetó, con el sarcasmo escociéndole en la lengua—. ¿Era realmente necesario arrastrarme con ustedes? ¿No podían dejarme en el refugio como personas normales?Davian dejó escapar una risa breve y seca, pero su mirada era todo menos divertida.—Sí, claro. Porq
El silencio era espeso, sofocante. Wyn apenas tuvo tiempo de inhalar cuando la presión en su muñeca se soltó de golpe, solo para ser reemplazada por un tirón seco que la hizo perder el equilibrio. Un segundo después, el mundo giró violentamente. —¡Eh! —exclamó, sin poder hacer nada cuando la fuerza de Davian la levantó sin esfuerzo. En un abrir y cerrar de ojos, estaba colgada sobre su hombro como si no pesara más que un saco de harina. —¡Bájame! Wyn forcejeó, pateando en el aire, pero su postura era una maldición. No tenía ángulo para golpear con fuerza, y por más que intentaba torcerse, Davian no aflojaba su agarre en lo más mínimo. —Si sigues retorciéndote, voy a dejarte inconsciente. La amenaza no tenía peso extra en su voz. No era un arrebato, ni una advertencia dicha al calor del momento. Era simple, directa, carente de emoción. Y justo por eso, aterradora. Wyn apretó los dientes, su cuerpo tenso de frustración. —Bien, ya entendí… *** El trayecto hasta la habitación
Si Davian tenía un talento especial, además de su habilidad para asesinar sin remordimientos, era el de ignorarla con una dedicación casi admirable. Wyn había perdido la cuenta de cuántas veces había bufado en los últimos tres días. Desde que él le leyó las notificaciones de su teléfono, su actitud había dado un giro de ciento ochenta grados. No es que antes fuera particularmente cálido, pero al menos la miraba cuando hablaba. Ahora ni eso. No respondía, no mostraba ni el más mínimo interés en su presencia y, aunque su tarea era vigilarla, lo hacía con la apatía de alguien que simplemente cumplía con un castigo. No entendía qué demonios le pasaba ni por qué se comportaba como si ella hubiera cometido un crimen imperdonable. ¿Era por ese mensaje de Evan? Ridículo. Pero claro, esperar madurez emocional de Davian era tan absurdo como esperar que le diera un trato decente. Si la iba a vigilar como un perro guardián, al menos podría disimularlo un poco. Pero no. Él había optado por la
El techo de la habitación tenía una grieta en la esquina derecha. Era lo único que Wyn había encontrado digno de observar en las últimas horas. Estaba acostada boca arriba, pero no en la posición normal. Su cuerpo estaba atravesado en la cama, su cabeza colgando ligeramente sobre el borde, viendo el mundo al revés. Más específicamente, viendo a Davian de cabeza. Él estaba sentado en una silla que no había estado ahí antes, aparentemente algo que había decidido traer recientemente. Aun así, su expresión seguía siendo la misma de siempre: indiferente, como lo había sido durante todos estos días de vigilancia. Ella suspiró con dramatismo. El tiempo en el refugio se había vuelto algo amorfo. No sabía si habían pasado días o semanas. No tenía forma de medirlo. Solo sabía que cada mañana despertaba en la misma habitación, caminaba por los mismos pasillos con la misma sombra tras ella, y volvía a acostarse en la misma cama, repitiendo el ciclo. No había nada que hacer. Ni siquiera pod
El refugio tenía un olor particular, una mezcla de madera vieja, metal frío y el persistente aroma a pólvora. Wyn apenas lo había notado los primeros días, atrapada en la monotonía de su habitación. No era una prisionera en el sentido estricto, pero tampoco la habían dejado moverse con libertad. Al principio, la mantuvieron bajo estricta vigilancia, como si esperaran que intentara escapar en cualquier momento. Pero cuando vieron que no representaba una amenaza real—que no intentaba rebelarse, que no era un problema—, las restricciones se aflojaron. Ahora, podía moverse por ciertas áreas del refugio, aunque siempre bajo la mirada vigilante de Davian. No importaba a dónde fuera, él estaba ahí. Unos pasos detrás, otras caminando en silencio a su lado, con el ceño fruncido y esa expresión de desagrado que parecía reservada solo para ella. Wyn no necesitaba voltear para saber que él estaba ahí; su presencia pesaba en su nuca como una sombra constante. A nadie le importaba realmente qu
El tedio se había vuelto su única compañía. Habían pasado días desde que Wyn quedó atrapada en aquella habitación, su mundo reducido a cuatro paredes y una cama. Bajo la supervisión de Davian. Y eso, no lo hacía muy feliz. El silencio en la habitación era espeso, solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera bajo el peso de sus movimientos. Wyn se giró con desgano sobre el colchón, apoyando la mejilla contra su rodilla doblada, y dejó escapar un suspiro silencioso mientras dirigía la mirada hacia su “vigilante”. Davian estaba atrincherado en una de las esquinas, con la espalda apoyada contra la pared y una rodilla elevada donde descansaba un brazo. Su expresión era una colección de hastío mal reprimido, y murmuraba para sí con un tono que oscilaba entre la impaciencia y la exasperación. Wyn se quedó mirándolo, aburrida, viendo cómo su boca se movía en palabras masculladas, apenas audibles. Como si discutir consigo mismo pudiera mejorar su humor. Días atrás, lo habí