Wyn Lancaster nunca ha sido de las que buscan problemas. A sus 18 años, su mundo gira en torno a las historias que escribe, los libros que devora y su sueño de convertirse en una gran autora de thrillers. Es metódica, observadora y un poco terca, lo que la lleva a buscar inspiración en los lugares más inusuales. Davian Rooke vive en las sombras. A sus 23 años, su vida está marcada por secretos, sangre y encargos de los que nadie debería saber. Frío, reservado y con poca paciencia, lo último que necesita es a una mocosa entrometida cruzándose en su camino. Cuando sus caminos se cruzan en una biblioteca olvidada, Wyn y Davian descubren que hay encuentros que no pueden ignorarse... por mucho que lo intenten.
Leer másEl tedio se había vuelto su única compañía. Habían pasado días desde que Wyn quedó atrapada en aquella habitación, su mundo reducido a cuatro paredes y una cama. Bajo la supervisión de Davian. Y eso, no lo hacía muy feliz. El silencio en la habitación era espeso, solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera bajo el peso de sus movimientos. Wyn se giró con desgano sobre el colchón, apoyando la mejilla contra su rodilla doblada, y dejó escapar un suspiro silencioso mientras dirigía la mirada hacia su “vigilante”. Davian estaba atrincherado en una de las esquinas, con la espalda apoyada contra la pared y una rodilla elevada donde descansaba un brazo. Su expresión era una colección de hastío mal reprimido, y murmuraba para sí con un tono que oscilaba entre la impaciencia y la exasperación. Wyn se quedó mirándolo, aburrida, viendo cómo su boca se movía en palabras masculladas, apenas audibles. Como si discutir consigo mismo pudiera mejorar su humor. Días atrás, lo habí
El teléfono reposaba a sus pies, insignificante en apariencia, pero Wyn lo observó como si arrastrara consigo un peso imposible.Inspiró hondo antes de inclinarse, su mano flotando apenas un segundo sobre el dispositivo antes de cerrarse en torno a él. El contacto fue un choque helado contra su piel, más gélido de lo esperado, más denso. Como si el ambiente se cerrara sobre ella en el instante en que sus dedos rozaron el dispositivo.Apretó el teléfono con los dedos, conteniendo el temblor en su mandíbula.No había nada que cuestionar, nada que examinar. Solo un trozo de vidrio y metal entre sus dedos, y el peso de lo inevitable.El hombre permanecía firme, su presencia llenando el espacio sin necesidad de moverse. No la instó a darse prisa. Solo aguardó, dándole margen suficiente para comprender que cualquier intento de escapar de aquello era inútil.—¿Qué tengo que decir? —preguntó Wyn, procurando que su voz sonara casual.El hombre metió la mano en el bolsillo de su chaqueta con ca
La conciencia regresó a Wyn como una ola lenta y densa, arrastrándola de la oscuridad al entumecimiento. Su cuerpo se sentía pesado, su mente aún más. Antes de abrir los ojos, notó la sensación de un colchón bajo su espalda. Intentó mover los dedos de la mano, comprobando si podía responder a su propio cuerpo. Le costó, pero logró flexionarlos levemente. Parpadeó con debilidad, la luz filtrándose en su visión borrosa mientras un dolor sordo le latía en la cabeza. ¿Qué había pasado? Con esfuerzo, se incorporó hasta quedar sentada en la cama, llevando una mano a la parte trasera de su cabeza. Una punzada aguda le recorrió el cráneo al tocar la zona adolorida. Frunció el ceño. —¿Te duele? La voz inesperada la hizo girar el rostro con brusquedad. Davian estaba allí, apoyado contra la pared a su izquierda. Había estado observándola todo este tiempo. Su expresión era indescifrable, pero en su mirada había una chispa de diversión mal disimulada. —Estás en nuestro refugio —informó
El callejón seguía sumido en la penumbra, con la arena pegajosa adherida a la piel de Wyn. Su respiración era errática, entrecortada contra la áspera palma que sellaba su boca. El peso del hombre sobre ella era sofocante, su cuerpo presionando contra el suyo de una forma que la mantenía completamente inmovilizada. Apenas podía mover las piernas atrapadas bajo el peso de sus caderas, y sus brazos quedaban torcidos contra el suelo arenoso. El frío del arma contra su sien se sentía como un pinchazo de hielo, un recordatorio cruel de lo frágil que era su vida en ese momento. La mano que la silenciaba estaba caliente y áspera, con un toque deliberado, controlado hasta lo enfermizo. Wyn tragó con dificultad, sintiendo cómo su garganta se cerraba con el terror. Intentó calmar su respiración, pero su pecho subía y bajaba con violencia, traicionándola. El hombre encima de ella no se movía. Parecía estar disfrutando el momento. Lentamente, inclinó la cabeza hacia su oído, el roce de su re
La dirección en el papel la llevó a una calle silenciosa, demasiado para su gusto.No había nadie en los pavimentos ni cruzando la calle, como si la ciudad entera estuviera dormida. Sus pasos resonaban en el asfalto mientras sus ojos escudriñaban cada detalle, buscando algo que delatara la razón por la que estaba allí.Nada.Se obligó a seguir avanzando, aunque la inquietud se aferraba a su pecho como un peso frío. Sus ojos recorrieron los ventanales oscuros y las puertas cerradas, buscando algún indicio de movimiento. Todo seguía inmóvil. Pero entonces, un cosquilleo en la nuca la hizo detenerse. Giró la cabeza lentamente, conteniendo el aliento, pero la calle detrás de ella seguía tan vacía como antes. Tal vez solo era su imaginación jugándole una mala pasada… o tal vez no.Estaba paranoica. O al menos eso pensó, hasta que algo en el suelo captó su atención.Una colilla de cigarro, apenas consumida, con un tenue resplandor en la punta que se apagó en cuestión de segundos. Se detuvo
Wyn volvió a leer.Una vez.Otra.Y otra vez.Sus ojos recorrían las letras como si al final de cada relectura algo fuera a cambiar, como si la tinta fuera a disolverse y reformarse en algo menos terrible. Pero no. Seguía allí. El mismo nombre. La misma dirección. La misma condena impresa en ese maldito papel.Su pulso martilleaba en sus oídos.Otra vez.Otra vez.Pero no importaba cuántas veces lo intentara.El nombre no desaparecía.La dirección tampoco.Daniel Mercer.Ese nombre ya no le pertenecía a un hombre.Le pertenecía a un cadáver.A un cuerpo encontrado en un callejón.Wyn tragó saliva. Ni siquiera la policía mostró fotos, y aun así, todo el mundo entendió que había sido algo terrible. Algo que ni siquiera un forense, alguien que veía la muerte todos los días, pudo describir sin una pausa incómoda.¿Por qué él tenía este nombre?¿Por qué estaba escrito aquí?Y ahora este papel.Frío, ligero, inofensivo en apariencia.En su poder.Su pulso se sintió pesado cuando bajó la vist
Wyn había perdido la noción del tiempo. Podían haber pasado días, tal vez una semana, pero le resultaba imposible estar segura.Su rutina se había vuelto monótona y agotadora, reduciéndose a trabajar y volver a casa, donde pasaba horas encerrada, con los libros, sus notas y aquel enigmático papel que aún no lograba descifrar.La biblioteca había quedado relegada a un segundo plano. Desde que encontró aquel rastro de tierra extraña en el tercer piso, algo en ese lugar le daba mala espina. La sensación de que algo estaba sucediendo no la dejaba en paz. Cuanto más intentaba ignorarlo, más presente se hacía en su mente, como una advertencia silenciosa. Y esa incertidumbre solo avivaba su curiosidad.Si quería respuestas, tenía que empezar por ahí. ***Las horas se le escapaban sin que lo notara. Se sumergía en su investigación hasta que el agotamiento la arrastraba sin previo aviso. A veces, terminaba dormida con la cabeza sobre las páginas de su cuaderno, otras veces en el sofá, en una p
La televisión emitía un murmullo constante en la pequeña sala, una combinación de voces monótonas y sonidos ambientales que llenaban el espacio sin aportar nada realmente relevante.Wyn apenas le prestaba atención. El noticiero siempre encontraba algo de qué hablar: tráfico, política, el clima. Nada que le interesara.Estaba sentada en el viejo sofá, con la laptop sobre sus piernas. La pantalla iluminaba su rostro con un resplandor tenue mientras sus dedos tecleaban rápidamente, buscando cualquier pista que la ayudara a descifrar aquel maldito papel.Pero nada coincidía.Suspiró y recostó la cabeza en el respaldo, frotándose los ojos con los dedos. Se sentía agotada, pero su mente seguía inquieta, repasando cada detalle, cada posibilidad.En algún punto, el murmullo de la televisión cambió. No le prestó atención al principio, hasta que una frase se filtró con nitidez entre el ruido de fondo:—El cuerpo de un hombre fue encontrado esta madrugada en un callejón al sur de la ciudad...Su
Entrar a la biblioteca por segunda vez se siente extraño. Debería ser un espacio familiar, pero es como si volviera a pisar ese suelo por primera vez.Wyn mira a su alrededor.El hombre que limpiaba la vez anterior ya no está. Quizás era un trabajador temporal, quizás simplemente hoy tiene otro turno. Pero su ausencia le da un aire distinto al lugar.Su mirada se desliza hacia las escaleras. Las observa por un momento, indecisa, como si estuvieran desafiándola a subir.Exhaló con fuerza y, antes de darle demasiadas vueltas, apoyó una mano en la barandilla y comenzó a ascender. ***El tercer piso tenía la misma atmósfera pesada y casi olvidada. Apenas pasó la puerta, sus ojos se encontraron con los de él.Fue un simple reflejo. Él estaba moviendo un par de libros y justo pasaba cerca de la entrada. No había forma de evitarlo. Por eso, cuando sus miradas chocaron, la irritación en su rostro apareció casi de inmediato. Apartó la vista sin siquiera molestarse en disimular su fastidio y co