Conexión
Wyn volvió a leer.

Una vez.

Otra.

Y otra vez.

Sus ojos recorrían las letras como si al final de cada relectura algo fuera a cambiar, como si la tinta fuera a disolverse y reformarse en algo menos terrible. Pero no. Seguía allí. El mismo nombre. La misma dirección. La misma condena impresa en ese maldito papel.

Su pulso martilleaba en sus oídos.

Otra vez.

Otra vez.

Pero no importaba cuántas veces lo intentara.

El nombre no desaparecía.

La dirección tampoco.

Daniel Mercer.

Ese nombre ya no le pertenecía a un hombre.

Le pertenecía a un cadáver.

A un cuerpo encontrado en un callejón.

Wyn tragó saliva. Ni siquiera la policía mostró fotos, y aun así, todo el mundo entendió que había sido algo terrible. Algo que ni siquiera un forense, alguien que veía la muerte todos los días, pudo describir sin una pausa incómoda.

¿Por qué él tenía este nombre?

¿Por qué estaba escrito aquí?

Y ahora este papel.

Frío, ligero, inofensivo en apariencia.

En su poder.

Su pulso se sintió pesado cuando bajó la vist
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