Refugio

El refugio tenía un olor particular, una mezcla de madera vieja, metal frío y el persistente aroma a pólvora. Wyn apenas lo había notado los primeros días, atrapada en la monotonía de su habitación. No era una prisionera en el sentido estricto, pero tampoco la habían dejado moverse con libertad. Al principio, la mantuvieron bajo estricta vigilancia, como si esperaran que intentara escapar en cualquier momento. Pero cuando vieron que no representaba una amenaza real—que no intentaba rebelarse, que no era un problema—, las restricciones se aflojaron.

Ahora, podía moverse por ciertas áreas del refugio, aunque siempre bajo la mirada vigilante de Davian. No importaba a dónde fuera, él estaba ahí. Unos pasos detrás, otras caminando en silencio a su lado, con el ceño fruncido y esa expresión de desagrado que parecía reservada solo para ella.

Wyn no necesitaba voltear para saber que él estaba ahí; su presencia pesaba en su nuca como una sombra constante.

A nadie le importaba realmente qu
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