Marioneta

La conciencia regresó a Wyn como una ola lenta y densa, arrastrándola de la oscuridad al entumecimiento. Su cuerpo se sentía pesado, su mente aún más.

Antes de abrir los ojos, notó la sensación de un colchón bajo su espalda.

Intentó mover los dedos de la mano, comprobando si podía responder a su propio cuerpo. Le costó, pero logró flexionarlos levemente.

Parpadeó con debilidad, la luz filtrándose en su visión borrosa mientras un dolor sordo le latía en la cabeza.

¿Qué había pasado?

Con esfuerzo, se incorporó hasta quedar sentada en la cama, llevando una mano a la parte trasera de su cabeza. Una punzada aguda le recorrió el cráneo al tocar la zona adolorida. Frunció el ceño.

—¿Te duele?

La voz inesperada la hizo girar el rostro con brusquedad.

Davian estaba allí, apoyado contra la pared a su izquierda. Había estado observándola todo este tiempo.

Su expresión era indescifrable, pero en su mirada había una chispa de diversión mal disimulada.

—Estás en nuestro refugio —informó
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