Sin salida

El teléfono reposaba a sus pies, insignificante en apariencia, pero Wyn lo observó como si arrastrara consigo un peso imposible.

Inspiró hondo antes de inclinarse, su mano flotando apenas un segundo sobre el dispositivo antes de cerrarse en torno a él. El contacto fue un choque helado contra su piel, más gélido de lo esperado, más denso. Como si el ambiente se cerrara sobre ella en el instante en que sus dedos rozaron el dispositivo.

Apretó el teléfono con los dedos, conteniendo el temblor en su mandíbula.

No había nada que cuestionar, nada que examinar. Solo un trozo de vidrio y metal entre sus dedos, y el peso de lo inevitable.

El hombre permanecía firme, su presencia llenando el espacio sin necesidad de moverse. No la instó a darse prisa. Solo aguardó, dándole margen suficiente para comprender que cualquier intento de escapar de aquello era inútil.

—¿Qué tengo que decir? —preguntó Wyn, procurando que su voz sonara casual.

El hombre metió la mano en el bolsillo de su chaqueta con ca
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