Desvío

El aire fresco de la mañana entraba por las ventanas abiertas, arrastrando el olor a tierra mojada después de la lluvia de anoche. La luz del sol se filtraba entre las cortinas viejas, iluminando las motas de polvo que flotaban en el aire mientras Wyn limpiaba.

Sacudió una silla y frunció el ceño al ver el polvo levantarse. La casa necesitaba más trabajo del que pensó, pero ya estaba ahí, así que no tenía opción. Al menos era un espacio propio.

Se estiró con un suspiro, sintiendo la molestia en la espalda por haber dormido en el sofá.

—Maldita sea… qué pésima idea —murmuró, masajeándose la nuca.

Acomodó algunas cajas, barrió un poco y dejó caer el trapo sobre la mesa con un golpe suave. Se apoyó en el respaldo de una silla, observando su libreta sobre la mesa. Debería sentarse a escribir, al menos intentarlo. Pero apenas pensó en ello, sintió la misma frustración de los últimos días. Nada. Su cabeza estaba llena de ruido, pero cuando tomaba el bolígrafo, las palabras simplemente no estaban ahí.

El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla: “Abuela”.

Sonrió antes de contestar.

—Hola, abue.

—Hola, mi niña. ¿Cómo va todo?

Intercambiaron unas palabras mientras Wyn se movía por la casa, doblando una manta que había dejado tirada en el sofá. Su abuela le preguntó si estaba comiendo bien y si había dormido lo suficiente. Wyn respondió con un tono despreocupado, asegurándole que todo iba bien. La llamada se extendió un poco más de lo planeado, y cuando colgó, se dio cuenta de que ya había pasado un rato.

Sus ojos volvieron a la libreta, pero en lugar de abrirla, exhaló lentamente y se pasó una mano por el cabello.

Tal vez más tarde.

 ***

El tiempo siguió avanzando sin que se diera cuenta. Organizó un poco más, encontró un par de cosas que había olvidado desempacar y, cuando su estómago gruñó en protesta, se dio cuenta de que ya era hora de almorzar.

Soltó un suspiro, se limpió las manos en los pantalones y sacó su laptop de la maleta. La encendió y se inclinó sobre la mesa, buscando alguna tienda cercana donde pudiera comprar algo para cocinar. No tenía ganas de caminar demasiado, así que esperaba encontrar algo decente a pocos minutos de su casa.

Justo cuando iba a hacer clic en un local, la pantalla se quedó congelada por un instante. Frunció el ceño y presionó varias teclas, pero la imagen seguía estática.

Entonces, sin previo aviso, el cursor se movió solo.

Wyn apartó las manos del teclado, observando cómo el mapa comenzaba a desplazarse de manera errática. Saltaba de un punto a otro sin orden aparente, hasta que finalmente se detuvo en una zona más alejada del centro, cerca de las afueras de la ciudad, aunque aún dentro de los límites urbanos.

—¿Qué…? —murmuró, arrugando la frente.

Una biblioteca.

Movió el cursor sobre la dirección una vez más. No le sonaba de nada, pero tampoco era raro. Aún estaba aprendiendo a ubicarse en la ciudad, y aunque ya tenía claras algunas rutas básicas, había muchas calles y lugares que todavía le eran desconocidos.

Se inclinó sobre la mesa, entrecerrando los ojos mientras observaba la pantalla. No era una biblioteca grande ni un sitio popular, al menos no a simple vista. No tenía muchas reseñas, apenas un par de comentarios escuetos que no decían demasiado.

¿Entonces por qué le llamaba la atención?

Apoyó el codo sobre la mesa y dejó que su cabeza descansara en su mano. Tal vez solo era la curiosidad de estar en un lugar nuevo. Tal vez estaba buscando una excusa para hacer algo distinto. O tal vez simplemente estaba perdiendo el tiempo en lugar de salir a comprar algo de comer.

Su estómago pareció estar de acuerdo, recordándole que tenía prioridades más urgentes.

Pero en lugar de levantarse, pasó los dedos por el borde de la mesa y miró una vez más la dirección.

No tenía razones para ir, ni siquiera estaba en su camino.

Suspiró y sacó el teléfono, tomando una foto rápida antes de cerrar la laptop con un gesto tranquilo.

—Primero comida —murmuró, poniéndose de pie.

Se ajustó la mochila al hombro y salió de casa, ya pensando en dónde encontraría algo rápido para almorzar.

 ***

Veinte minutos después.

El taxi se detuvo en una calle que no reconocía. Bajó despacio, mirando a su alrededor mientras metía el teléfono en el bolsillo.

Inspiró hondo, como si eso fuera a ayudarla a justificar por qué diablos estaba aquí en lugar de estar en camino a comprar algo de comer. Porque sí, su plan original era simple: salir, comprar comida, volver a casa. Un esquema básico, eficiente y, sobre todo, lógico.

Pero no.

Ahí estaba, de pie frente a la dirección que, en teoría, no tenía ninguna razón para visitar.

Sus ojos recorrieron el lugar con cierta expectativa. No había nada particularmente especial en la fachada. Una puerta de madera algo gastada, una ventana con cortinas demasiado gruesas como para ver qué había dentro y un letrero medio opaco.

Apretó los labios, balanceándose sobre sus talones. Tal vez debería dar la vuelta. Nadie la obligaba a entrar.

Su estómago protestó en un gruñido largo y traicionero, recordándole lo que debería estar haciendo en este momento.

Suspiró y pasó una mano por su cabello, sacudiendo la cabeza con una sonrisa ladeada.

—En mi defensa, tenía toda la intención de comer —murmuró, dándole una última mirada al lugar.

Todavía podía dar la vuelta, volver sobre sus pasos y fingir que este desvío nunca ocurrió. Pero su curiosidad seguía picándole en la cabeza como un mosquito imposible de ignorar.

—Solo un vistazo.

Y sin pensarlo demasiado, se acercó a la puerta, apoyó la mano sobre la madera fría y empujó para entrar.

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