El interior de la biblioteca era un reino de silencio. No había el murmullo habitual de lectores perdidos en sus páginas, ni el sonido de dedos pasando hojas con delicadeza. Solo el eco de sus propios pasos y, a lo lejos, el raspar perezoso de una escoba contra el suelo.El primer piso, al menos, estaba pasable. No era precisamente un modelo de orden, pero los estantes se mantenían relativamente limpios y los libros, aunque algo desordenados, no estaban en completo caos.Wyn avanzó entre las estanterías, sus ojos escaneando los títulos dispersos sin ninguna lógica aparente. Exhaló con fastidio. Qué desastre de sistema. Se acercó a la única persona visible, un anciano que barría en una esquina sin prisa.—Disculpe, ¿hay alguna sección específica para thrillers? —preguntó, sin muchas esperanzas.El hombre ni siquiera levantó la vista.—No sé. Yo solo limpio.—Claro —murmuró para sí misma. Hizo una pausa, luego insistió—. ¿Hay alguien más aquí que pueda ayudarme?—No. Si quieres un libro,
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