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Todos los capítulos de Tinta Carmesí: Capítulo 11 - Capítulo 17
17 chapters
Marioneta
La conciencia regresó a Wyn como una ola lenta y densa, arrastrándola de la oscuridad al entumecimiento. Su cuerpo se sentía pesado, su mente aún más. Antes de abrir los ojos, notó la sensación de un colchón bajo su espalda. Intentó mover los dedos de la mano, comprobando si podía responder a su propio cuerpo. Le costó, pero logró flexionarlos levemente. Parpadeó con debilidad, la luz filtrándose en su visión borrosa mientras un dolor sordo le latía en la cabeza. ¿Qué había pasado? Con esfuerzo, se incorporó hasta quedar sentada en la cama, llevando una mano a la parte trasera de su cabeza. Una punzada aguda le recorrió el cráneo al tocar la zona adolorida. Frunció el ceño. —¿Te duele? La voz inesperada la hizo girar el rostro con brusquedad. Davian estaba allí, apoyado contra la pared a su izquierda. Había estado observándola todo este tiempo. Su expresión era indescifrable, pero en su mirada había una chispa de diversión mal disimulada. —Estás en nuestro refugio —informó
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Sin salida
El teléfono reposaba a sus pies, insignificante en apariencia, pero Wyn lo observó como si arrastrara consigo un peso imposible.Inspiró hondo antes de inclinarse, su mano flotando apenas un segundo sobre el dispositivo antes de cerrarse en torno a él. El contacto fue un choque helado contra su piel, más gélido de lo esperado, más denso. Como si el ambiente se cerrara sobre ella en el instante en que sus dedos rozaron el dispositivo.Apretó el teléfono con los dedos, conteniendo el temblor en su mandíbula.No había nada que cuestionar, nada que examinar. Solo un trozo de vidrio y metal entre sus dedos, y el peso de lo inevitable.El hombre permanecía firme, su presencia llenando el espacio sin necesidad de moverse. No la instó a darse prisa. Solo aguardó, dándole margen suficiente para comprender que cualquier intento de escapar de aquello era inútil.—¿Qué tengo que decir? —preguntó Wyn, procurando que su voz sonara casual.El hombre metió la mano en el bolsillo de su chaqueta con ca
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Errores y rencores
El tedio se había vuelto su única compañía. Habían pasado días desde que Wyn quedó atrapada en aquella habitación, su mundo reducido a cuatro paredes y una cama. Bajo la supervisión de Davian. Y eso, no lo hacía muy feliz. El silencio en la habitación era espeso, solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera bajo el peso de sus movimientos. Wyn se giró con desgano sobre el colchón, apoyando la mejilla contra su rodilla doblada, y dejó escapar un suspiro silencioso mientras dirigía la mirada hacia su “vigilante”. Davian estaba atrincherado en una de las esquinas, con la espalda apoyada contra la pared y una rodilla elevada donde descansaba un brazo. Su expresión era una colección de hastío mal reprimido, y murmuraba para sí con un tono que oscilaba entre la impaciencia y la exasperación. Wyn se quedó mirándolo, aburrida, viendo cómo su boca se movía en palabras masculladas, apenas audibles. Como si discutir consigo mismo pudiera mejorar su humor. Días atrás, lo habí
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Refugio
El refugio tenía un olor particular, una mezcla de madera vieja, metal frío y el persistente aroma a pólvora. Wyn apenas lo había notado los primeros días, atrapada en la monotonía de su habitación. No era una prisionera en el sentido estricto, pero tampoco la habían dejado moverse con libertad. Al principio, la mantuvieron bajo estricta vigilancia, como si esperaran que intentara escapar en cualquier momento. Pero cuando vieron que no representaba una amenaza real—que no intentaba rebelarse, que no era un problema—, las restricciones se aflojaron. Ahora, podía moverse por ciertas áreas del refugio, aunque siempre bajo la mirada vigilante de Davian. No importaba a dónde fuera, él estaba ahí. Unos pasos detrás, otras caminando en silencio a su lado, con el ceño fruncido y esa expresión de desagrado que parecía reservada solo para ella. Wyn no necesitaba voltear para saber que él estaba ahí; su presencia pesaba en su nuca como una sombra constante. A nadie le importaba realmente qu
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El teléfono
El techo de la habitación tenía una grieta en la esquina derecha. Era lo único que Wyn había encontrado digno de observar en las últimas horas. Estaba acostada boca arriba, pero no en la posición normal. Su cuerpo estaba atravesado en la cama, su cabeza colgando ligeramente sobre el borde, viendo el mundo al revés. Más específicamente, viendo a Davian de cabeza. Él estaba sentado en una silla que no había estado ahí antes, aparentemente algo que había decidido traer recientemente. Aun así, su expresión seguía siendo la misma de siempre: indiferente, como lo había sido durante todos estos días de vigilancia. Ella suspiró con dramatismo. El tiempo en el refugio se había vuelto algo amorfo. No sabía si habían pasado días o semanas. No tenía forma de medirlo. Solo sabía que cada mañana despertaba en la misma habitación, caminaba por los mismos pasillos con la misma sombra tras ella, y volvía a acostarse en la misma cama, repitiendo el ciclo. No había nada que hacer. Ni siquiera pod
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Atrapada
Si Davian tenía un talento especial, además de su habilidad para asesinar sin remordimientos, era el de ignorarla con una dedicación casi admirable. Wyn había perdido la cuenta de cuántas veces había bufado en los últimos tres días. Desde que él le leyó las notificaciones de su teléfono, su actitud había dado un giro de ciento ochenta grados. No es que antes fuera particularmente cálido, pero al menos la miraba cuando hablaba. Ahora ni eso. No respondía, no mostraba ni el más mínimo interés en su presencia y, aunque su tarea era vigilarla, lo hacía con la apatía de alguien que simplemente cumplía con un castigo. No entendía qué demonios le pasaba ni por qué se comportaba como si ella hubiera cometido un crimen imperdonable. ¿Era por ese mensaje de Evan? Ridículo. Pero claro, esperar madurez emocional de Davian era tan absurdo como esperar que le diera un trato decente. Si la iba a vigilar como un perro guardián, al menos podría disimularlo un poco. Pero no. Él había optado por la
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Marca
El silencio era espeso, sofocante. Wyn apenas tuvo tiempo de inhalar cuando la presión en su muñeca se soltó de golpe, solo para ser reemplazada por un tirón seco que la hizo perder el equilibrio. Un segundo después, el mundo giró violentamente. —¡Eh! —exclamó, sin poder hacer nada cuando la fuerza de Davian la levantó sin esfuerzo. En un abrir y cerrar de ojos, estaba colgada sobre su hombro como si no pesara más que un saco de harina. —¡Bájame! Wyn forcejeó, pateando en el aire, pero su postura era una maldición. No tenía ángulo para golpear con fuerza, y por más que intentaba torcerse, Davian no aflojaba su agarre en lo más mínimo. —Si sigues retorciéndote, voy a dejarte inconsciente. La amenaza no tenía peso extra en su voz. No era un arrebato, ni una advertencia dicha al calor del momento. Era simple, directa, carente de emoción. Y justo por eso, aterradora. Wyn apretó los dientes, su cuerpo tenso de frustración. —Bien, ya entendí… *** El trayecto hasta la habitación
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