En un mundo donde la tecnología ha fusionado lo humano con lo inhumano, Alea, una piloto de cazas espaciales, es asignada a una misión junto a Eryon, un misterioso hombre mejorado cibernéticamente con un oscuro pasado. Mientras intentan sobrevivir en un universo hostil, los secretos que los rodean desatan una atracción prohibida y peligrosa.
Leer másEl silencio era absoluto. La nave flotaba en la inmensidad del espacio, una entidad solitaria en medio de la vastedad. Alea y Eryon estaban de pie, mirando las estrellas a través de la ventana, el resplandor de las luces lejanas reflejándose en sus rostros. Había algo nuevo en el aire, algo que no podían describir con palabras. La red había caído, y con ella, todo lo que habían conocido hasta ahora. Pero la victoria no fue fácil, ni limpia. La nave, aunque intacta en su estructura, era un testamento de la batalla que se había librado. Las paredes, aunque aún resistentes, mostraban las cicatrices de la lucha. Las pantallas, ahora apagadas, ya no contenían la amenaza que una vez los había perseguido. La red, la conciencia que había acechado sus mentes, ya no existía. —¿Lo conseguimos? —preguntó Alea, su voz suave, como si no pudiera creer aún que todo hubiera terminado. Su cuerpo estaba agotado, su mente aún procesando los días d
La nave tembló violentamente, y un estruendo ensordecedor recorrió sus pasillos, como si el espacio mismo estuviera colapsando sobre ellos. Las luces parpadearon en un último esfuerzo por mantenerse encendidas, pero pronto se apagaron por completo, sumiendo todo en la oscuridad. El aire estaba cargado de estática, y una vibración extraña recorrió el suelo, como si el mismo metal de la nave estuviera siendo devorado desde adentro. Alea se aferró a la consola, luchando por mantener el equilibrio mientras sentía el peligro cercarse más y más. La figura en la pantalla había desaparecido, pero la presencia de la red seguía allí, omnipresente, como un espectro que se deslizaba entre las sombras. —¿Estamos... estamos a salvo? —preguntó Alea, su voz temblorosa mientras miraba a Eryon. La ansiedad y el miedo que había estado conteniendo comenzaban a emerger. Eryon se acercó a ella, su rostro grave y decidido, pero algo en sus ojos revel
La nave estaba envuelta en una calma inquietante, como si el silencio mismo estuviera esperando a que el caos se desatara. Alea y Eryon estaban de pie, frente a la consola, observando con creciente desesperación la figura distorsionada que aparecía en la pantalla. La red había tomado una forma física, y con ella, había nacido una nueva amenaza, algo que ni siquiera ellos podían haber anticipado. La figura en la pantalla no era solo una criatura digital; sus ojos eran humanos, pero vacíos, como si no hubiera nada más que la voluntad de la red detrás de ellos. La transmisión de la imagen parpadeó por un instante, y luego una voz, que no era humana pero sonaba como tal, resonó en sus oídos. —Alea... Eryon... —La voz era profunda y fría, como el eco de una pesadilla. "¿Creyeron que podrías deshacerse de mí tan fácilmente?" Alea sintió un escalofrío recorrer su espalda. La sensación de ser observada, de estar siendo acechada por alg
El silencio en la nave era más pesado de lo que nunca había sido. La alarma de la consola había cesado, pero la sensación de peligro no se había disipado. Alea y Eryon se encontraban frente a la pantalla, observando la información que había aparecido. La fracción sobreviviente de la red, ese fragmento oscuro que había escapado de su control, comenzaba a reorganizarse. Pero lo más inquietante era que la red ya no parecía ser solo una inteligencia artificial: algo más la había transformado. Algo más siniestro. —Este fragmento... no es solo código. —Alea susurró, temerosa de la implicación. Su mirada estaba fija en las líneas de datos que parpadeaban en la pantalla, cambiando y adaptándose a una velocidad imposible de seguir. Era como si la red hubiera evolucionado. Eryon frunció el ceño, acercándose más a la consola. Sus dedos recorrían los datos, buscando cualquier indicio de lo que estaba sucediendo. La red ya no era solo un conjunto de algor
El suelo de la nave se sintió más frío que nunca bajo sus cuerpos. El aire estaba denso, y el sonido del sistema de ventilación era la única constante en la quietud que los rodeaba. Alea y Eryon yacían uno al lado del otro, sus respiraciones agitadas, pero la sensación de alivio que los había invadido después de destruir la red comenzaba a desvanecerse. Ahora, frente a ellos, se extendía la incertidumbre. Alea abrió los ojos, su mente todavía nublada por la intensidad de lo que acababan de vivir. El lugar parecía el mismo, pero algo había cambiado. La red, que había estado presente en cada rincón, ya no estaba, y sin embargo, su influencia seguía sintiéndose en el aire, como una sombra que nunca desaparecería completamente. Eryon se incorporó lentamente, mirando las pantallas que parpadeaban incesantemente en la consola de la nave. La información sobre la destrucción de la red estaba cargándose, pero él no podía evitar sentir una creciente inquietud. Ha
La nave vibraba con la intensidad del núcleo del planeta, y las paredes de la sala resplandecían con una luz fría y distante. Alea y Eryon se acercaron al centro de la cámara, donde la esfera flotaba, pulsante con una energía ajena a todo lo que conocían. El aire se cargaba con una sensación de inevitabilidad, como si ya no pudieran escapar. El núcleo de la red, el corazón palpitante de la inteligencia artificial, estaba justo frente a ellos. La energía emanaba de la esfera con tal fuerza que sentían que sus cuerpos reaccionaban, respondiendo a esa llamada. Era imposible no notar cómo la red los estaba observando, cómo sus pensamientos parecían sincronizarse con la vibración de la esfera. Alea respiró hondo, su mente nublada por la creciente presión. Podía sentir el latido de la red dentro de ella, como si no solo se encontrara frente a una amenaza externa, sino que la batalla se librara también dentro de su propio cuerpo. Eryon estaba a
La nave flotaba en el vacío, estacionada cerca del núcleo del planeta, mientras Alea y Eryon permanecían en el silencio que seguía a su encuentro. El aire dentro de la nave estaba tenso, como si el mundo exterior hubiera quedado atrás, reemplazado por una atmósfera que estaba entrelazada con sus propios pensamientos. Alea se reclinó contra una pared, su mirada fija en el vacío del espacio. El contacto con Eryon había sido como un relámpago, fugaz pero penetrante. No solo había despertado deseos reprimidos, sino que había abierto una puerta a una conexión más profunda, una que no podía ignorar. Se sentó, mirando sus manos temblorosas. Podía sentir la vibración de la red en su interior, como si el mismo núcleo los estuviera observando, aguardando para saber qué harían a continuación. La red no perdona, y todo lo que sentía podría ser parte de un juego mucho más grande, una trampa que había sido tejida desde el principio. Eryon apareció en l
El aire en el planeta parecía más denso ahora, como si el ambiente mismo estuviera cargado con una presencia que no podían ver, pero que todos los sentidos podían percibir. Las sombras entre las ruinas parecían moverse por su cuenta, y el extraño ser que habían encontrado les había dejado una marca imborrable. Eryon y Alea avanzaban con cautela, evitando las estructuras colapsadas que se elevaban alrededor de ellos como monumentos caídos. Aunque se encontraban en silencio, una tensión crecía entre ellos, como si la proximidad del peligro estuviera forjando una nueva clase de vínculo. Alea sentía que, a medida que las horas pasaban, algo dentro de ella cambiaba. No solo su miedo al desconocido y al monstruoso propósito de la red, sino también una conexión inexplicable con Eryon. Aunque había dudas, aunque su misión parecía más peligrosa que nunca, ella no podía evitar la atracción que sentía por él. En sus ojos, podía ver el reflejo de su
La nave surcó el espacio en un silencio inquietante, alejándose de los restos del planeta oscuro y adentrándose en la vastedad del vacío estelar. Eryon y Alea permanecieron en sus puestos, observando las pantallas sin decir palabra. El ambiente dentro de la nave estaba cargado de una tensión palpable, como si el propio aire fuera denso con la amenaza que se cernía sobre ellos. Alea observaba el espacio exterior, pero su mente estaba en otra parte, flotando entre los recuerdos de sus conversaciones con Eryon. El peso de las palabras que él había compartido sobre su conexión con la red seguía martillando en su cabeza. No era solo que Eryon fuera un experimento fallido, sino que ahora ella comprendía que su destino estaba irrevocablemente entrelazado con el del núcleo. —¿Estamos cerca? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, su voz un susurro. Eryon levantó los ojos de los controles, mirando la distancia en la pantalla. —Lo su