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Capítulo 3: El Límite de lo Prohibido

El silencio del espacio era engañoso. Afuera, el vacío parecía eterno, pero dentro de la nave, el aire estaba cargado de tensiones invisibles. Alea se concentraba en los controles, escaneando cualquier anomalía en los radares. Desde que habían ingresado al sector prohibido, todo había cambiado. Las estrellas parecían más lejanas, y el espacio, más hostil.

—Estamos en zona roja, —advirtió Eryon desde su posición en el asiento trasero. Su voz era firme, sin rastro de la cercanía que había mostrado horas antes.

—Lo sé, —respondió Alea, más fría de lo que pretendía.

—Si lo sabes, ¿por qué sigues?

Alea giró la cabeza, lanzándole una mirada afilada.

—Porque no tengo opción. Igual que tú.

Eryon no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó hacia adelante, y Alea sintió de nuevo ese calor extraño que siempre parecía emanar de él.

—Todos tenemos opciones, Alea, —murmuró, su tono bajo y casi susurrante—. Incluso cuando parecen imposibles.

La forma en que pronunciaba su nombre la desarmaba. Cerró los ojos por un segundo, intentando controlar el temblor en sus manos.

—¿Y cuál sería tu opción? ¿Huir? —preguntó, sin poder evitar el tono desafiante.

Eryon sonrió, una sonrisa oscura que no alcanzó sus ojos.

—Quizás. Pero contigo aquí, huir no parece tan tentador.

Las palabras la golpearon como un rayo. Había algo demasiado directo en la forma en que las decía, como si supiera exactamente cómo desarmarla. Alea respiró hondo y volvió a concentrarse en los controles.

—Deja de jugar, Eryon. Esto es serio.

—Yo siempre soy serio, —respondió él, pero no pudo ocultar el destello de diversión en sus ojos.

---

Minutos después, las alarmas comenzaron a sonar. Algo estaba acercándose, rápido y peligroso.

—Drones de asalto, —dijo Alea, ajustando los controles para preparar la nave para el combate.

—Son demasiados para enfrentarlos solos, —advirtió Eryon mientras sus dedos cibernéticos volaban sobre el teclado táctil, activando los sistemas de defensa.

—¿Alguna sugerencia? —preguntó Alea, lanzando un rayo de plasma que destruyó al primer dron.

—Sí, no mueras.

Ella bufó, pero no tuvo tiempo de responder. La nave esquivó un ataque por un pelo, y la explosión que siguió sacudió todo el interior.

—¡Cuidado! —gritó Eryon mientras tomaba el control auxiliar, estabilizando la nave.

Alea se mordió el labio, sintiendo la presión en su pecho aumentar con cada movimiento. No estaba acostumbrada a trabajar con alguien, y mucho menos con alguien como él. Pero, de alguna manera, parecían anticipar los movimientos del otro.

Después de lo que pareció una eternidad, el último dron fue destruido, dejando un campo de chatarra flotando en la nada. Alea dejó escapar un suspiro pesado, sus manos temblando ligeramente.

—Bien hecho, —dijo Eryon detrás de ella, su voz suave, casi... reconfortante.

Alea giró su silla, enfrentándolo directamente.

—No necesito tus elogios.

Eryon se inclinó hacia adelante, su rostro quedando peligrosamente cerca del de ella.

—Tal vez no los necesites, pero parece que los disfrutas.

El calor subió por el cuello de Alea, y odiaba la forma en que su cuerpo traicionaba su mente. Quería responder, lanzar alguna frase cortante, pero las palabras murieron en su garganta cuando Eryon levantó una mano y rozó su mejilla con los dedos metálicos.

—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, su voz más débil de lo que pretendía.

—Algo que tú no me detuviste, —murmuró él, su mirada fija en la de ella.

El contacto era frío, pero su piel ardía bajo su toque. Había una intensidad en sus ojos que era imposible de ignorar, una mezcla de deseo y peligro que la hacía sentir completamente vulnerable.

—Esto no es una buena idea, —dijo ella, aunque no hizo ningún esfuerzo por apartarse.

—¿Y cuándo las mejores cosas lo son?

Su respuesta la dejó sin aliento. Antes de que pudiera reaccionar, el sistema de la nave emitió un pitido estridente, interrumpiendo el momento.

—Tenemos compañía, —dijo Eryon, retirándose bruscamente.

Alea sacudió la cabeza, obligándose a concentrarse. Pero mientras volvía a los controles, no podía evitar preguntarse si lo que acababa de suceder era más peligroso que cualquier enemigo que enfrentaran en el espacio.

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