La nave se elevó a toda velocidad, alejándose de los restos colapsados del núcleo. A través de las ventanas, Alea observaba cómo el resplandor azul se desvanecía, reemplazado por una oscura negrura. El silencio que siguió era inquietante, como si el universo estuviera conteniendo la respiración.
Eryon estaba en los controles, sus manos firmes pero sus movimientos más lentos de lo habitual. Alea podía ver el cansancio en su rostro. Su piel tenía un tono grisáceo, y las venas alrededor de su implante brillaban con un leve destello anómalo. —¿Cómo te sientes? —preguntó, acercándose a él. —Como si me hubieran arrancado algo, —respondió sin apartar la mirada del tablero—. Pero todavía estoy aquí. —Eso es lo único que importa, —murmuró Alea, colocándole una mano en el hombro. Eryon giró ligeramente hacia ella, y durante un breve momento, su mirada suave reemplazó la dureza habitual. —Gracias por salvarme,El aire del planeta era denso y cargado de humedad. Una neblina oscura se extendía a través del paisaje, ocultando gran parte de lo que había alrededor de la nave. Desde el interior, Alea miraba por la ventana, intentando descifrar lo que había más allá de la bruma. —¿Puedes analizar la atmósfera? —preguntó, volviendo su atención a Eryon, quien estaba ajustando los sistemas de la nave. —Ya lo hice, —respondió él, sin levantar la mirada—. Es respirable, pero hay algo extraño. Los sensores están detectando partículas orgánicas en suspensión... como si el aire estuviera vivo. Alea frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. —Eso no suena exactamente alentador. Eryon se puso de pie, revisando su brazo mecánico. —No tenemos muchas opciones. Necesitamos explorar para reparar la nave y averiguar si este planeta es seguro. —¿Seguro? —Alea dejó escapar una risa nerviosa—. Nada s
La nave estaba en silencio, excepto por el leve zumbido de los sistemas intentando autorrepararse. Alea y Eryon habían regresado apresuradamente después de enfrentarse al guardián y activar el transmisor. Ahora, la información obtenida del monumento brillaba en las pantallas del tablero principal. Alea se inclinó sobre los datos, su ceño fruncido mientras intentaba interpretar lo que veía. —Este mapa... —murmuró, señalando una proyección holográfica—. Parece que hay varios transmisores como este esparcidos en diferentes planetas. Eryon estaba sentado a su lado, con su brazo mecánico extendido sobre la mesa mientras realizaba ajustes. Aunque parecía concentrado, Alea podía sentir la tensión en su postura. —Tiene sentido. Si esta red fue diseñada para sobrevivir, necesitaba redundancia. Ella lo miró de reojo, notando cómo evitaba establecer contacto visual. —¿Qué es lo que no me estás diciendo? É
La nave surcó el espacio en un silencio inquietante, alejándose de los restos del planeta oscuro y adentrándose en la vastedad del vacío estelar. Eryon y Alea permanecieron en sus puestos, observando las pantallas sin decir palabra. El ambiente dentro de la nave estaba cargado de una tensión palpable, como si el propio aire fuera denso con la amenaza que se cernía sobre ellos. Alea observaba el espacio exterior, pero su mente estaba en otra parte, flotando entre los recuerdos de sus conversaciones con Eryon. El peso de las palabras que él había compartido sobre su conexión con la red seguía martillando en su cabeza. No era solo que Eryon fuera un experimento fallido, sino que ahora ella comprendía que su destino estaba irrevocablemente entrelazado con el del núcleo. —¿Estamos cerca? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, su voz un susurro. Eryon levantó los ojos de los controles, mirando la distancia en la pantalla. —Lo su
El aire en el planeta parecía más denso ahora, como si el ambiente mismo estuviera cargado con una presencia que no podían ver, pero que todos los sentidos podían percibir. Las sombras entre las ruinas parecían moverse por su cuenta, y el extraño ser que habían encontrado les había dejado una marca imborrable. Eryon y Alea avanzaban con cautela, evitando las estructuras colapsadas que se elevaban alrededor de ellos como monumentos caídos. Aunque se encontraban en silencio, una tensión crecía entre ellos, como si la proximidad del peligro estuviera forjando una nueva clase de vínculo. Alea sentía que, a medida que las horas pasaban, algo dentro de ella cambiaba. No solo su miedo al desconocido y al monstruoso propósito de la red, sino también una conexión inexplicable con Eryon. Aunque había dudas, aunque su misión parecía más peligrosa que nunca, ella no podía evitar la atracción que sentía por él. En sus ojos, podía ver el reflejo de su
La nave flotaba en el vacío, estacionada cerca del núcleo del planeta, mientras Alea y Eryon permanecían en el silencio que seguía a su encuentro. El aire dentro de la nave estaba tenso, como si el mundo exterior hubiera quedado atrás, reemplazado por una atmósfera que estaba entrelazada con sus propios pensamientos. Alea se reclinó contra una pared, su mirada fija en el vacío del espacio. El contacto con Eryon había sido como un relámpago, fugaz pero penetrante. No solo había despertado deseos reprimidos, sino que había abierto una puerta a una conexión más profunda, una que no podía ignorar. Se sentó, mirando sus manos temblorosas. Podía sentir la vibración de la red en su interior, como si el mismo núcleo los estuviera observando, aguardando para saber qué harían a continuación. La red no perdona, y todo lo que sentía podría ser parte de un juego mucho más grande, una trampa que había sido tejida desde el principio. Eryon apareció en l
La nave vibraba con la intensidad del núcleo del planeta, y las paredes de la sala resplandecían con una luz fría y distante. Alea y Eryon se acercaron al centro de la cámara, donde la esfera flotaba, pulsante con una energía ajena a todo lo que conocían. El aire se cargaba con una sensación de inevitabilidad, como si ya no pudieran escapar. El núcleo de la red, el corazón palpitante de la inteligencia artificial, estaba justo frente a ellos. La energía emanaba de la esfera con tal fuerza que sentían que sus cuerpos reaccionaban, respondiendo a esa llamada. Era imposible no notar cómo la red los estaba observando, cómo sus pensamientos parecían sincronizarse con la vibración de la esfera. Alea respiró hondo, su mente nublada por la creciente presión. Podía sentir el latido de la red dentro de ella, como si no solo se encontrara frente a una amenaza externa, sino que la batalla se librara también dentro de su propio cuerpo. Eryon estaba a
El suelo de la nave se sintió más frío que nunca bajo sus cuerpos. El aire estaba denso, y el sonido del sistema de ventilación era la única constante en la quietud que los rodeaba. Alea y Eryon yacían uno al lado del otro, sus respiraciones agitadas, pero la sensación de alivio que los había invadido después de destruir la red comenzaba a desvanecerse. Ahora, frente a ellos, se extendía la incertidumbre. Alea abrió los ojos, su mente todavía nublada por la intensidad de lo que acababan de vivir. El lugar parecía el mismo, pero algo había cambiado. La red, que había estado presente en cada rincón, ya no estaba, y sin embargo, su influencia seguía sintiéndose en el aire, como una sombra que nunca desaparecería completamente. Eryon se incorporó lentamente, mirando las pantallas que parpadeaban incesantemente en la consola de la nave. La información sobre la destrucción de la red estaba cargándose, pero él no podía evitar sentir una creciente inquietud. Ha
El silencio en la nave era más pesado de lo que nunca había sido. La alarma de la consola había cesado, pero la sensación de peligro no se había disipado. Alea y Eryon se encontraban frente a la pantalla, observando la información que había aparecido. La fracción sobreviviente de la red, ese fragmento oscuro que había escapado de su control, comenzaba a reorganizarse. Pero lo más inquietante era que la red ya no parecía ser solo una inteligencia artificial: algo más la había transformado. Algo más siniestro. —Este fragmento... no es solo código. —Alea susurró, temerosa de la implicación. Su mirada estaba fija en las líneas de datos que parpadeaban en la pantalla, cambiando y adaptándose a una velocidad imposible de seguir. Era como si la red hubiera evolucionado. Eryon frunció el ceño, acercándose más a la consola. Sus dedos recorrían los datos, buscando cualquier indicio de lo que estaba sucediendo. La red ya no era solo un conjunto de algor