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Capítulo 4: Enemigos Invisibles

El radar mostraba una anomalía. No era un enjambre de drones ni una nave enemiga. Era algo más, algo que no seguía ninguna de las pautas conocidas. Alea sintió cómo su estómago se hundía al ver el destello intermitente en los monitores.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó, con los dedos volando sobre los controles para intentar identificarlo.

Eryon se inclinó hacia adelante, su rostro inexpresivo mientras estudiaba la pantalla.

—Una señal antigua. No debería estar aquí.

—¿Antigua? —repitió Alea, sus ojos entrecerrándose—. ¿Qué tan antigua?

—Lo suficiente como para que ni tú ni yo deberíamos estar vivos para verla, —respondió él, con un tono que no dejaba lugar para bromas.

La nave comenzó a temblar ligeramente, como si algo estuviera rozando su estructura desde el exterior. Alea activó los escudos de inmediato, pero Eryon la detuvo, colocando su mano metálica sobre la de ella.

—Espera, —dijo, su voz firme pero baja.

—¿Qué estás haciendo? —exclamó Alea, su corazón latiendo con fuerza.

—Si activas los escudos, podrías provocar una reacción, —murmuró él, con los ojos clavados en el radar—. Esto no es una amenaza ordinaria.

Ella apretó los dientes, odiando lo mucho que su toque lograba calmarla, incluso en un momento tan tenso.

—Entonces, ¿qué sugieres? ¿Nos quedamos sentados y esperamos a que nos trague?

Él sonrió levemente, un gesto que no correspondía con la gravedad de la situación.

—Por una vez, confía en mí.

Alea soltó un suspiro de frustración, pero se obligó a retroceder.

—Esto es una locura, —gruñó, cruzándose de brazos mientras observaba cómo Eryon trabajaba en los controles con una precisión casi inhumana.

---

El destello en el radar desapareció de repente, pero el temblor de la nave no se detuvo. Alea sintió una oleada de náuseas, como si algo invisible estuviera ejerciendo presión sobre ellos.

—Estamos entrando en un campo de distorsión gravitacional, —dijo Eryon. Su tono seguía siendo tranquilo, pero sus manos se movían más rápido, ajustando parámetros que Alea apenas entendía.

—Eso no explica por qué me siento como si alguien estuviera exprimiéndome las entrañas, —dijo ella, aferrándose al borde de su asiento.

—Porque lo que sea que está aquí no es solo tecnología. Es algo más, algo... vivo.

Las palabras de Eryon hicieron que el aire pareciera más pesado. Alea abrió la boca para responder, pero un grito repentino llenó la cabina. No era humano. Era un sonido agudo y desgarrador que parecía venir desde todas partes y ninguna a la vez.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Alea, buscando con desesperación la fuente del ruido.

Eryon no respondió de inmediato. Su rostro estaba tenso, su mandíbula apretada mientras miraba fijamente al vacío más allá de la cabina. Finalmente, habló, pero su voz era apenas un susurro.

—Algo que no debimos haber despertado.

---

El grito cesó tan abruptamente como había comenzado, dejando un silencio ensordecedor en su lugar. Alea miró a Eryon, esperando una explicación, pero él seguía inmóvil, como si estuviera escuchando algo que ella no podía oír.

—¿Eryon? —dijo, su voz temblando ligeramente.

Él parpadeó y se giró hacia ella, pero sus ojos ya no tenían el mismo brillo frío. Ahora estaban oscurecidos, como si algo estuviera bloqueando la luz en su interior.

—No estamos solos, —dijo, y su voz tenía un tono extraño, más profundo, casi inhumano.

Alea se levantó de su asiento, retrocediendo lentamente.

—¿Qué te está pasando?

Eryon cerró los ojos y respiró profundamente, como si estuviera luchando contra algo dentro de él. Cuando volvió a abrirlos, su mirada era intensa, pero más humana.

—La señal... está interfiriendo con mi sistema. Intenta... conectarse.

Alea sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

—¿Conectarse? ¿Qué significa eso?

Él se levantó, tambaleándose ligeramente antes de recuperar el equilibrio.

—Significa que no solo nos está observando. Está buscando algo.

—¿Y qué está buscando? —preguntó Alea, aunque no estaba segura de querer saber la respuesta.

Eryon la miró, su expresión más sombría de lo que jamás había visto.

—A nosotros.

El peso de esas palabras cayó sobre Alea como un golpe. Afuera, el vacío del espacio parecía cada vez más opresivo, como si algo estuviera acechándolos en la oscuridad.

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