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Capítulo 6: Ecos del Pasado

Alea observó cómo Eryon luchaba contra la criatura, cada movimiento suyo un testimonio de precisión y fuerza. Pero no podía ignorar lo que había dicho: una parte de él provenía de este lugar. Esa revelación la inquietaba casi tanto como la presencia de la figura espectral.

—¡No te quedes ahí! —gritó Eryon, esquivando un golpe de la criatura. Sus movimientos eran fluidos, casi demasiado perfectos.

Alea apretó los puños, su mente trabajando a toda velocidad. No podía dejar que la confusión la paralizara. Corrió hacia el panel de control, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudarlos. Los sistemas de la nave estaban casi inservibles, pero logró activar un escáner de energía.

La pantalla mostró algo que la hizo detenerse en seco. La criatura no era solo una amenaza externa. Estaba vinculada a la estructura misma de la nave, como si la estuviera infiltrando desde adentro.

—¡Eryon, se está conectando a nosotros! —gritó, mirando hacia él.

—¡Lo sé! —respondió, su voz cargada de frustración. Su brazo metálico se transformó en una hoja afilada, y con un movimiento rápido, logró herir a la criatura. Pero en lugar de sangre, un líquido plateado salió de la herida, flotando en el aire como si tuviera vida propia.

El ser se tambaleó, emitiendo un grito ensordecedor antes de retroceder hacia una de las paredes de la nave. Sus ojos, o lo que pasaba por ellos, se fijaron en Eryon, y luego en Alea.

—Eryon, —dijo, su voz resonando como un eco múltiple—. Regresa al núcleo.

Alea sintió cómo el miedo se apoderaba de ella, pero Eryon no parecía sorprendido. Su rostro se endureció, y en sus ojos había algo más que furia: había culpa.

—No soy tuyo, —respondió, su voz baja pero firme.

La criatura se rió, un sonido distorsionado que hizo que la piel de Alea se erizara.

—Siempre has sido nuestro. La carne fue un error. Pero podemos corregirlo.

Alea sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba.

—¿Qué significa eso?

Eryon la miró, y en su rostro vio algo que nunca había esperado: vulnerabilidad.

—Significa que esta cosa... me creó.

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Las palabras de Eryon parecieron llenar la cabina con un peso insoportable. Alea miró a la criatura, luego a él, tratando de procesar lo que estaba escuchando.

—¿Te creó? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Qué significa eso, Eryon?

Él apartó la mirada, como si las palabras fueran demasiado difíciles de decir.

—No soy completamente humano, Alea. Lo sabes. Pero lo que no sabías es que mi parte máquina proviene de un experimento realizado aquí, en este lugar. Fui diseñado... por ellos.

La criatura avanzó un paso, y su forma comenzó a cambiar, volviéndose más sólida, más humana. Ahora era Eryon quien estaba reflejado en su cuerpo, un espejo oscuro y perturbador.

—Fuiste diseñado para ser perfecto, —dijo la criatura, su voz cada vez más parecida a la de Eryon—. Pero los humanos corrompieron nuestra creación.

Alea sintió que la rabia comenzaba a reemplazar su miedo.

—¿Y qué? ¿Ahora quieres recuperarlo?

La criatura giró hacia ella, su rostro cambiando nuevamente, esta vez tomando la forma de alguien más. Alguien que Alea reconoció de inmediato.

—¿Madre? —susurró, retrocediendo un paso.

La voz de su madre, dulce y cálida, llenó la cabina.

—Siempre quisiste respuestas, Alea. Ahora las tienes.

—¡No eres ella! —gritó, sus manos temblando de ira.

Eryon dio un paso hacia la criatura, colocando su cuerpo entre Alea y el ser cambiante.

—Ya basta. No puedes manipularnos así.

La criatura rió de nuevo, pero esta vez el sonido era más suave, más burlón.

—La conexión ya está hecha. Ambos son parte de este lugar, lo sepan o no.

Alea sintió que las palabras se hundían en su mente, pero se negó a ceder.

—No soy parte de nada que venga de este lugar, —dijo, con una firmeza que la sorprendió incluso a ella.

Eryon la miró por encima del hombro, y algo en su mirada cambió. Había admiración allí, mezclada con algo más profundo.

—Tienes razón, Alea. No perteneces aquí. Pero yo... yo no estoy tan seguro.

Antes de que pudiera responder, la criatura se desvaneció en un destello de luz, dejando la cabina en un silencio inquietante.

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Alea y Eryon se quedaron quietos, ambos tratando de recuperar el aliento. Finalmente, ella rompió el silencio.

—¿Por qué no me dijiste nada?

Él se giró hacia ella, sus ojos llenos de culpa.

—Porque no sabía cómo.

—Siempre tienes una respuesta para todo, pero cuando se trata de ti... —Alea hizo una pausa, tratando de calmarse—. ¿Qué más me estás ocultando?

Eryon dio un paso hacia ella, y por primera vez, sus movimientos no parecían calculados. Había una urgencia en él que la desarmó.

—Nada que no pueda arreglar, si me dejas demostrarte quién soy realmente.

Alea lo miró, sintiendo cómo su furia comenzaba a disiparse, reemplazada por una mezcla de confusión y algo más profundo.

—Entonces empieza ahora, —dijo, su voz apenas un susurro.

Él asintió, pero antes de que pudiera decir algo, la nave volvió a temblar, y una nueva alarma resonó en la cabina.

—Esto no ha terminado, —murmuró Eryon, volviendo a los controles.

Alea lo siguió, con la sensación de que lo que venía sería aún más peligroso... y más personal.

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