Alea observó cómo Eryon luchaba contra la criatura, cada movimiento suyo un testimonio de precisión y fuerza. Pero no podía ignorar lo que había dicho: una parte de él provenía de este lugar. Esa revelación la inquietaba casi tanto como la presencia de la figura espectral.
—¡No te quedes ahí! —gritó Eryon, esquivando un golpe de la criatura. Sus movimientos eran fluidos, casi demasiado perfectos. Alea apretó los puños, su mente trabajando a toda velocidad. No podía dejar que la confusión la paralizara. Corrió hacia el panel de control, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudarlos. Los sistemas de la nave estaban casi inservibles, pero logró activar un escáner de energía. La pantalla mostró algo que la hizo detenerse en seco. La criatura no era solo una amenaza externa. Estaba vinculada a la estructura misma de la nave, como si la estuviera infiltrando desde adentro. —¡Eryon, se está conectando a nosotros! —gritó, mirando hacia él. —¡Lo sé! —respondió, su voz cargada de frustración. Su brazo metálico se transformó en una hoja afilada, y con un movimiento rápido, logró herir a la criatura. Pero en lugar de sangre, un líquido plateado salió de la herida, flotando en el aire como si tuviera vida propia. El ser se tambaleó, emitiendo un grito ensordecedor antes de retroceder hacia una de las paredes de la nave. Sus ojos, o lo que pasaba por ellos, se fijaron en Eryon, y luego en Alea. —Eryon, —dijo, su voz resonando como un eco múltiple—. Regresa al núcleo. Alea sintió cómo el miedo se apoderaba de ella, pero Eryon no parecía sorprendido. Su rostro se endureció, y en sus ojos había algo más que furia: había culpa. —No soy tuyo, —respondió, su voz baja pero firme. La criatura se rió, un sonido distorsionado que hizo que la piel de Alea se erizara. —Siempre has sido nuestro. La carne fue un error. Pero podemos corregirlo. Alea sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. —¿Qué significa eso? Eryon la miró, y en su rostro vio algo que nunca había esperado: vulnerabilidad. —Significa que esta cosa... me creó. --- Las palabras de Eryon parecieron llenar la cabina con un peso insoportable. Alea miró a la criatura, luego a él, tratando de procesar lo que estaba escuchando. —¿Te creó? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Qué significa eso, Eryon? Él apartó la mirada, como si las palabras fueran demasiado difíciles de decir. —No soy completamente humano, Alea. Lo sabes. Pero lo que no sabías es que mi parte máquina proviene de un experimento realizado aquí, en este lugar. Fui diseñado... por ellos. La criatura avanzó un paso, y su forma comenzó a cambiar, volviéndose más sólida, más humana. Ahora era Eryon quien estaba reflejado en su cuerpo, un espejo oscuro y perturbador. —Fuiste diseñado para ser perfecto, —dijo la criatura, su voz cada vez más parecida a la de Eryon—. Pero los humanos corrompieron nuestra creación. Alea sintió que la rabia comenzaba a reemplazar su miedo. —¿Y qué? ¿Ahora quieres recuperarlo? La criatura giró hacia ella, su rostro cambiando nuevamente, esta vez tomando la forma de alguien más. Alguien que Alea reconoció de inmediato. —¿Madre? —susurró, retrocediendo un paso. La voz de su madre, dulce y cálida, llenó la cabina. —Siempre quisiste respuestas, Alea. Ahora las tienes. —¡No eres ella! —gritó, sus manos temblando de ira. Eryon dio un paso hacia la criatura, colocando su cuerpo entre Alea y el ser cambiante. —Ya basta. No puedes manipularnos así. La criatura rió de nuevo, pero esta vez el sonido era más suave, más burlón. —La conexión ya está hecha. Ambos son parte de este lugar, lo sepan o no. Alea sintió que las palabras se hundían en su mente, pero se negó a ceder. —No soy parte de nada que venga de este lugar, —dijo, con una firmeza que la sorprendió incluso a ella. Eryon la miró por encima del hombro, y algo en su mirada cambió. Había admiración allí, mezclada con algo más profundo. —Tienes razón, Alea. No perteneces aquí. Pero yo... yo no estoy tan seguro. Antes de que pudiera responder, la criatura se desvaneció en un destello de luz, dejando la cabina en un silencio inquietante. --- Alea y Eryon se quedaron quietos, ambos tratando de recuperar el aliento. Finalmente, ella rompió el silencio. —¿Por qué no me dijiste nada? Él se giró hacia ella, sus ojos llenos de culpa. —Porque no sabía cómo. —Siempre tienes una respuesta para todo, pero cuando se trata de ti... —Alea hizo una pausa, tratando de calmarse—. ¿Qué más me estás ocultando? Eryon dio un paso hacia ella, y por primera vez, sus movimientos no parecían calculados. Había una urgencia en él que la desarmó. —Nada que no pueda arreglar, si me dejas demostrarte quién soy realmente. Alea lo miró, sintiendo cómo su furia comenzaba a disiparse, reemplazada por una mezcla de confusión y algo más profundo. —Entonces empieza ahora, —dijo, su voz apenas un susurro. Él asintió, pero antes de que pudiera decir algo, la nave volvió a temblar, y una nueva alarma resonó en la cabina. —Esto no ha terminado, —murmuró Eryon, volviendo a los controles. Alea lo siguió, con la sensación de que lo que venía sería aún más peligroso... y más personal.El temblor de la nave cesó tan abruptamente como había comenzado. Alea y Eryon se miraron en silencio por un momento antes de que ella rompiera la tensión. —No puedes seguir dejándome en la oscuridad, Eryon, —dijo, su voz firme—. Si lo que dices es cierto, necesito saberlo todo. Eryon no respondió de inmediato. Se sentó frente a los controles, sus dedos metálicos tamborileando en el panel, pero no hacía nada realmente. Era como si estuviera luchando consigo mismo. Finalmente, suspiró y se volvió hacia ella. —Muy bien, —dijo, su tono resignado—. Pero no te gustará lo que vas a escuchar. Alea cruzó los brazos, apoyándose contra la pared. —Eso ya lo supongo. --- —Hace años, cuando mi cuerpo humano estaba muriendo, —comenzó Eryon, mirando un punto fijo más allá de Alea—, fui seleccionado para un proyecto experimental. No me dieron una opción, y no estaba en condiciones de resistirme.
La nave se deslizó por el vacío, cada vez más cerca del núcleo. A través de la ventana principal, Alea podía ver un resplandor pulsante que parecía vivo, como un corazón latiendo en las profundidades de aquel lugar. No sabía qué era más inquietante: la magnitud del núcleo o el silencio absoluto en la nave. Eryon estaba inmerso en los controles, su expresión dura, impenetrable. Alea lo observó de reojo, preguntándose cuánto estaba ocultando todavía. —¿Qué esperas encontrar ahí? —preguntó, rompiendo el silencio. Eryon no levantó la mirada. —Respuestas. —¿Y qué pasa si no te gustan? —insistió ella. Finalmente, él la miró, sus ojos oscuros como pozos sin fondo. —Eso no importa. Lo que importa es que terminemos con esto antes de que sea demasiado tarde. Alea sintió que un nudo se formaba en su estómago. —¿Demasiado tarde para qué? —Para que me controle co
Eryon permanecía de pie frente a la criatura, su respiración pesada mientras analizaba cada movimiento de su enemigo. Sabía que estaba enfrentando no solo a un individuo, sino a la mente colectiva del núcleo. Las palabras de Alea seguían resonando en su cabeza, dándole una fuerza que no creía tener. —Tu resistencia es fascinante, Eryon, —dijo la figura, su voz reverberando como un eco en el espacio vacío—. Pero es inútil. Estás luchando contra ti mismo. —No me conoces, —respondió Eryon, sus ojos encendidos por una mezcla de rabia y convicción—. Y subestimar a un humano siempre ha sido el error de tu especie. La figura dio un paso adelante, sus movimientos fluidos como si el espacio respondiera a su voluntad. —No es un error si el resultado ya está escrito. De repente, la plataforma comenzó a vibrar. Los cables orgánicos que la rodeaban cobraron vida, moviéndose como serpientes hacia Eryon. Con un movimiento rápido
La nave se elevó a toda velocidad, alejándose de los restos colapsados del núcleo. A través de las ventanas, Alea observaba cómo el resplandor azul se desvanecía, reemplazado por una oscura negrura. El silencio que siguió era inquietante, como si el universo estuviera conteniendo la respiración. Eryon estaba en los controles, sus manos firmes pero sus movimientos más lentos de lo habitual. Alea podía ver el cansancio en su rostro. Su piel tenía un tono grisáceo, y las venas alrededor de su implante brillaban con un leve destello anómalo. —¿Cómo te sientes? —preguntó, acercándose a él. —Como si me hubieran arrancado algo, —respondió sin apartar la mirada del tablero—. Pero todavía estoy aquí. —Eso es lo único que importa, —murmuró Alea, colocándole una mano en el hombro. Eryon giró ligeramente hacia ella, y durante un breve momento, su mirada suave reemplazó la dureza habitual. —Gracias por salvarme,
El aire del planeta era denso y cargado de humedad. Una neblina oscura se extendía a través del paisaje, ocultando gran parte de lo que había alrededor de la nave. Desde el interior, Alea miraba por la ventana, intentando descifrar lo que había más allá de la bruma. —¿Puedes analizar la atmósfera? —preguntó, volviendo su atención a Eryon, quien estaba ajustando los sistemas de la nave. —Ya lo hice, —respondió él, sin levantar la mirada—. Es respirable, pero hay algo extraño. Los sensores están detectando partículas orgánicas en suspensión... como si el aire estuviera vivo. Alea frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. —Eso no suena exactamente alentador. Eryon se puso de pie, revisando su brazo mecánico. —No tenemos muchas opciones. Necesitamos explorar para reparar la nave y averiguar si este planeta es seguro. —¿Seguro? —Alea dejó escapar una risa nerviosa—. Nada s
La nave estaba en silencio, excepto por el leve zumbido de los sistemas intentando autorrepararse. Alea y Eryon habían regresado apresuradamente después de enfrentarse al guardián y activar el transmisor. Ahora, la información obtenida del monumento brillaba en las pantallas del tablero principal. Alea se inclinó sobre los datos, su ceño fruncido mientras intentaba interpretar lo que veía. —Este mapa... —murmuró, señalando una proyección holográfica—. Parece que hay varios transmisores como este esparcidos en diferentes planetas. Eryon estaba sentado a su lado, con su brazo mecánico extendido sobre la mesa mientras realizaba ajustes. Aunque parecía concentrado, Alea podía sentir la tensión en su postura. —Tiene sentido. Si esta red fue diseñada para sobrevivir, necesitaba redundancia. Ella lo miró de reojo, notando cómo evitaba establecer contacto visual. —¿Qué es lo que no me estás diciendo? É
La nave surcó el espacio en un silencio inquietante, alejándose de los restos del planeta oscuro y adentrándose en la vastedad del vacío estelar. Eryon y Alea permanecieron en sus puestos, observando las pantallas sin decir palabra. El ambiente dentro de la nave estaba cargado de una tensión palpable, como si el propio aire fuera denso con la amenaza que se cernía sobre ellos. Alea observaba el espacio exterior, pero su mente estaba en otra parte, flotando entre los recuerdos de sus conversaciones con Eryon. El peso de las palabras que él había compartido sobre su conexión con la red seguía martillando en su cabeza. No era solo que Eryon fuera un experimento fallido, sino que ahora ella comprendía que su destino estaba irrevocablemente entrelazado con el del núcleo. —¿Estamos cerca? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, su voz un susurro. Eryon levantó los ojos de los controles, mirando la distancia en la pantalla. —Lo su
El aire en el planeta parecía más denso ahora, como si el ambiente mismo estuviera cargado con una presencia que no podían ver, pero que todos los sentidos podían percibir. Las sombras entre las ruinas parecían moverse por su cuenta, y el extraño ser que habían encontrado les había dejado una marca imborrable. Eryon y Alea avanzaban con cautela, evitando las estructuras colapsadas que se elevaban alrededor de ellos como monumentos caídos. Aunque se encontraban en silencio, una tensión crecía entre ellos, como si la proximidad del peligro estuviera forjando una nueva clase de vínculo. Alea sentía que, a medida que las horas pasaban, algo dentro de ella cambiaba. No solo su miedo al desconocido y al monstruoso propósito de la red, sino también una conexión inexplicable con Eryon. Aunque había dudas, aunque su misión parecía más peligrosa que nunca, ella no podía evitar la atracción que sentía por él. En sus ojos, podía ver el reflejo de su