CAPITULO 34

Por más que el asistente le pidió que fuera al hospital, ella no lo quiso escuchar y dijo que todo estaba bien. Sin embargo, al llegar al garaje privado, y ya listos para subir al auto, les salieron a su encuentro un total de cinco hombres fuertemente armados, los cuales sin mediar palabras les colocaron una bolsa estilo capucha en la cabeza para que no les vieran el rostro a ellos.

Los subieron a una camioneta negra que los esperaba afuera en la puerta que da a la carretera principal y los trasladaron a otro sitio dentro de la misma ciudad.

Valquiria y su acompañante no pueden gritar para pedir auxilio porque, desde el momento que tomaron el control de ellos, los maleantes les advirtieron que si hablan les irá peor todavía.

Nadie observó lo que en el parqueo exclusivo para el presidente sucedió, porque como son horas laborales y todos están trabajando en sus respectivos puestos dentro de la oficina, por lo tanto, nadie estaba rondando por el lugar.

—¿Y se preguntarán por el guardia de seguridad? —Pues ni modo, a él ya lo habían maniatado y encerrado dentro de una bodega, y hasta le despojaron de su arma de reglamento y teléfono celular para que no tomara acciones.

—¿Qué hacemos con este hombre, jefe? —preguntó uno de los maleantes, refiriéndose al acompañante de Valquiria.

—Tíralo del auto, la única que nos interesa es la dama. —Cuando el jefe de la banda dio la orden de que lo lanzaran desde el auto, el asistente se puso de los nervios y entonces sí comenzó a suplicar que no le hicieran daño. Según él, como no lo necesitan, lo van a lanzar para luego dispararle y que no vaya a contar lo sucedido.

—Cállate, hijo de tu puta madre, harás que nos encabronemos más y aquí dentro del auto te pongamos un plomazo para que guardes silencio. —Le amenazaron.

—Por favor, no nos hagan daño a ambos. Si es a mí que me quieren, está bien que me lleven a donde sea, pero a él déjenlo en libertad y no le hagan daño. —pidió entre sollozos, ella no entiende qué error pudo haber cometido para que les estén haciendo eso y fue así como recordó lo de su mal presentimiento desde la mañana. «Debí de hacer caso a esa vaina y cancelar este encuentro» —se dijo en su mente.

En un momento en que la carretera quedó un poco despejada de autos sin transitar, los secuestradores lograron lanzar al hombre hacia el pavimento de concreto, el hombre salió rodando y fue a caer en la cuneta, esos desgraciados no tuvieron la amabilidad de orillarse y detenerse un poco aunque sea para que él no se hiciera daño.

El asistente tiene varios raspones en su rostro y brazos, incluso tiene varias quemaduras en su piel por la gravedad del pavimento caliente y como el auto iba en marcha, que hasta lo hizo arrastrar su cuerpo al rodar.

La noticia sobre el secuestro de la esposa del CEO del conglomerado “Brandon´s” ha corrido como agua en un río, en menos de una hora todo el país ya está enterado, menos su esposo Brandon, que se ha quedado dormido con sus hijos después de ver una película y comer pizza con refresco.

—¿Habéis logrado contactarte con el señor Morotova? —Quiso saber el gerente de finanzas.

—No, señor, cada vez que llamo, su celular no lo responde nadie. —Ellos están preocupados, necesitan poner al tanto de la situación al dueño de la constructora, pero no logran localizarlo por ningún medio.

—Envíale los videos de seguridad y sigue insistiendo hasta que responda.

—Sí, señor, eso haré.

…              

De tanto que vibraba aquel celular en la cama, por fin el pequeño Taylor se despertó y al ver que había ciento veinte llamadas perdidas de distintos números de teléfono, le habló a su padre.

—¡Hmm, cariño, tengo mucho sueño! Pero si gustas, podemos hacer el amor mientras los niños se despiertan. —Brandon se ha equivocado y cree que es Valquiria la que le está hablando, en su sueño la ve y escucha a ella con su dulce voz.

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