CAPITULO 21

El chofer tembló al escuchar las palabras de la mujer de su jefe, ambos lo amenazan y ahora se siente entre la espada y la pared.

—Él ha dado esa orden, supongo que lo hace porque todos estarán acompañados por sus respectivas parejas y el jefe no tiene a nadie y no quiere estar solo. —¿O usted prefiere que él, contrate a una mujer cualquiera para que lo acompañe? —El chofer trata de que ella se ponga celosa y decida ir.

—¡Qué! —No, eso sí que no. Ahora mismo me visto. —expresó Valquiria.

—Gracias, señora, pero por favor no le comente que yo le confesé el secreto.

—No te preocupes, que no lo haré.

—¡Genial, ya conseguí que ella se atreva a ir! —exclamó para sí mismo y también se lo hizo saber a Brandon.

La chica fue a su habitación y buscó su mejor vestido para lucir frente a los empleados del señor Morotova. ¿Acaso ella va a ser estúpida de permitir que lo acompañe una desconocida cuando su legítima esposa se queda en casa? ¡Ja, ni loca!

—Si él me quiere conquistar, pues yo también pondré de mi parte y tomaré mi lugar como su esposa. ¡Ese hombre es solo mío, yo me enamoré de él antes que todas sus empleadas que no me cabe la menor duda de que, aunque estén casadas, andan botando baba por el apuesto padre de mis hijos! —dijo en voz baja mientras se mira en el espejo.

En las instalaciones del conglomerado “Brandon´s”

—El jefe está muy entusiasmado este día, desde hace cuatro años que llevo trabajando para esta empresa nunca lo he visto tan contento. —Comentó una de las organizadoras.

—Tienes razón, quizá hoy sea un día muy especial para él y por eso nos ha dado el día libre a todas las mujeres para que arreglemos este salón. Él ha dicho que quiere que todo salga perfecto.

—Dejemos el chisme para después y mejor pongámonos manos a la obra porque allá viene nuestro jefe guapetón.

—Ay, yo me derrito de amor por ese hombre. Te juro que si fuese un bombón, me lo comería enterito a puros lengüetazos para saborearlo mejor. —comenta la última y de inmediato guardan silencio porque el hombre se acerca.

—¿Cómo van, señoritas? —preguntó el señor Brandon al llegar.

—Todo bien, jefe, a punto de culminar.

—Excelente, pero veo que todavía les falta un poco. Dense prisa para que muy tempranito estemos todos y demos inicio al evento.

—Perdone la pregunta, señor, pero, ¿a qué se debe esta celebración?

—Además del aniversario, es la llegada de un nuevo miembro a la empresa. —Dijo Brandon, con una sonrisa de oreja a oreja, como si ya se imaginara la reacción de Valquiria. Con el mismo entusiasmo con el que llegó, también se retiró.

Las empleadas continuaron con sus comentarios realistas.

—Sin temor a equivocarme, este es el primer día en que el jefe se ve que anda de buenas, es un milagro que nos haya dirigido la palabra de una forma tan amable.

—Uh, esta noche es mi oportunidad para conquistar a este guapo. Me pondré el vestido más corto y sexi que tengo y le voy a coquetear. ¡Aaay qué rico! El jefecito esta noche va a caer redondito a mis pies. —Comentó una de las empleadas, mientras que sus compañeras se le han quedado viendo con mala cara. ¡Todas buscarán el mismo objetivo esta noche!

En la Villa Morotova…

—Ya estoy lista, cuando quieras podemos salir. —Le dijo Valquiria al chofer que la espera en la sala de descanso.

—Señora, usted está muy hermosa. Pero no creo que ese vestido sea el adecuado para una fiesta como esta.

—Lo siento, es el mejor que tengo. Y sí, ya sé que es probable que yo sea la peor vestida de la fiesta, pero no me avergüenzo porque es lo único adecuado que tengo. —comentó con tristeza, recordando que cuando Brandon les dijo que los llevaría de compras y ella misma rechazó la oferta.

—Bien, vámonos. Pero en la empresa usted no se va a presentar así. ¿Mi patrón le ha dado tarjeta dorada para que compre lo que desee?

—Sí, desde que llegué me entregó una y dijo que puedo gastar cuánto dinero desee, pero está claro que yo nunca la he utilizado.

—Excelente, ahora mismo la utilizaremos.

—Está bien, hagámoslo, todo sea para no quedar en ridículo frente a las chicas de la empresa. —habló en voz baja, casi en susurros, para que el chofer no la escuchara.

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