CAPITULO 20

Los trillizos ya han pasado de estudiar en una escuela pública a una privada, ha sido muy fácil hacerse de amigos y ganarse el respeto de cada uno de sus compañeros, incluso de sus maestros, porque con solo ver la camioneta color negro del año dos mil veintitrés en que los van a dejar y a traer se nota que provienen de una familia de alto calibre.

En la semana que llevan viviendo en la Villa Morotova, se ha visto el gran cambio en esta. Ahora ya no reina el silencio y la tranquilidad como antes, y las peleas entre hermanos suceden a cada momento. Ahora ha tocado contratar mucho más personal para que esté al pendiente del aseo y otro personal para la cocina.

—Mamá, lo ves, te dije que si le hacías caso al señor Morotova de venirnos a vivir aquí, nuestra vida iba a cambiar. Mira que tú ya no tienes necesidad de trabajar y nosotros lo tenemos todo ahora. El señor Morotova nos quiere mucho y nos apoya en cualquier cosa que necesitemos en la escuela. —comentan los trillizos, ellos son los ganadores en esta historia, aunque sus padres no se lleven del todo bien.

—Sí, pero ustedes deben de ser agradecidos con el señor y no hacerle tanto desorden aquí, de pronto él nos va a echar de esta villa y de nuevo no tendremos a donde ir. —Les advirtió su madre.

Horas más tarde…

—Señora Valquiria, el señor Morotova me ha dado la orden de que la traslade a un determinado lugar. —Anunció uno de los choferes a cargo de la familia.

—Qué raro, no hemos quedado de salir. —¿Te dijo a dónde es que me llevarías?

—Por supuesto que yo lo sé, señora, pero no tengo la autorización para darle esa respuesta.

—Te entiendo, pero no me pienso mover de aquí si no me dicen a dónde es que vamos. —Por favor, dile que yo le mando a decir que he rechazado su solicitud. De más, él sabe que si los niños no me acompañan, no podemos estar a solas.

—No creo que sea buena idea de rechazar lo que el patón pide, señora, por favor, hágalo por mí. Mi señor Morotova se va a molestar conmigo si no la llevo, incluso hasta me va a despedir. Usted no lo conoce, por favor, venga conmigo. —suplicó el chofer, y es que Brandon lo tiene bien entrenado para que se porte como un dramático frente a ella.

—Está bien, te acompaño, pero si me dices a qué dirección es que me llevas. Pues conste que lo hago solo porque me caes bien y no quiero que por mi culpa te quedes sin empleo. Siempre y cuando me digas a dónde me llevarás.

—Si no se lo digo, ¿no me acompañará?

—Me niego a hacerlo.

—La llevaré a una cena que la empresa de mi patrón tiene programada. —respondió el chofer, resignándose a que la conquista de su jefe tenga más carácter que él como su empleado.

—¿Y yo qué vela tengo en ese entierro? No tengo nada que ir a hacer allí.

—Señora …

—Ve y dile a ese idiota que no me encuentro bien de salud. No, mejor dile la verdad, que no quiero respirar el mismo aire suyo y si se atreve a despedirte, lo haré pagar por ello. Hazlo y ya no me insistas más.

Tú no sabes lo mucho que ese hombre me ha hecho sufrir, por favor. Te suplico que no seas su intermediario y, cada vez que te pida que vengas por mí, dile que le tienes miedo al ogro que tiene en su casa.

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