CAPITULO 17

El pequeño Taylor regresó corriendo a la mesa donde está su madre y sus hermanos, les pidió a todos que se unieran a la misma mesa que está el señor Brandon, porque él les quiere hablar sobre una propuesta que seguramente quedarán encantados al igual que él.

—¿Sobre qué van a hablar, hijo? —preguntó su madre, temiendo que el inútil de su padre ya les haya confesado la verdad.

—Tú también ven, mamá, para que escuches y también aceptes su propuesta, quedarás maravillada. Es la oportunidad que siempre hemos querido tener y ahora solo depende de ti si quieres que nuestras vidas cambien o que sigamos de arrimados como hemos vivido desde siempre.

—Por favor, dígame que sí me va a llevar a un museo de armas antiguas. —Pidió Tristán al señor Morotova.

—Lo siento pequeño, pero tu madre jamás te dará permiso para que te lleve a un lugar de esos. —Por su parte, los complacería en todo lo que ellos le pidan, pero sabe que por el momento no tiene autoridad ni derecho a opinar en sus vidas porque no ha estado presente.

—Lo que les quiero proponer es que…

El señor Brandon Morotova les comentó su deseo de ayudarles. Él ya se lo había platicado anteriormente a la madre de sus hijos y esta no aceptó y por tal razón ahora lo dice delante de los niños para que ellos la presionen a que acepte.

—No podemos hacer eso, señor, nosotros ya estamos instalados en el albergue y no saldremos de allí hasta que yo me haga acreedora de un lugar digno con mi propio esfuerzo. —Siguió alegándole la muchacha.

—Pero mamá, nosotros si queremos vivir en una casa grandota como la que el señor nos ha detallado, por favor no seas mala y di que sí. —Suplican los trillizos.

El señor Morotova se quedó observando a la chica que ve con ojos indecisos a sus hijos, quizá ella no lo quiere hacer por capricho hacia él, pero ahora después de escuchar la historia que el pequeño Taylor le narró está dispuesto a dejar a un lado su rencor y hacer que ellos olviden el pasado de m****a que por culpa de él han tenido.

—No creo que el señor tenga suficientes habitaciones para cada uno, como se los ha manifestado. —comentó ella, queriendo aplacar la idea de irse con él.

—No es broma, vivo en una enorme villa y hay habitaciones hasta de sobra. También cuenta con una vista muy hermosa, imagínense que desde allí se puede apreciar la playa.

Aah, pero cuando el hombre mencionó eso, los niños perdieron la cabeza. Su locura es porque les encanta el mar, pero nunca han tenido el privilegio de acercarse, solo lo han apreciado en la televisión.

—Está bien, pero que sea dentro de una semana porque necesito dejar listo un proyecto en el albergue. Finalmente, Valquiria aceptó la propuesta.

—¿De qué se trata ese proyecto? —preguntó confundido alzando una ceja, aunque solo estaba fingiendo porque la administradora del albergue ya se lo había adelantado.

—De algo que a usted no le importa. —Respondió con serenidad para que sus hijos no vean que está molesta.

—Por favor, responde a mis llamadas cuando lo haga, no me gustaría venir de nuevo a buscarte como lo hice hoy. —pidió con cariño al momento de que llegaron al albergue.

—Como si yo te tuviese miedo a ti… una bestia sin corazón. —Le retó en forma de burla.

—Miedo, es lo que menos quiero que tengas, que te quede claro que a partir de este momento ni tú, ni nuestros hijos, deben de sentirse desprotegidos. Ahora estaré a su lado para pagar por mi error y a ustedes tratarlos como si fueran de la misma realeza. —prometió.

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