CAPITULO 13

Valquiria lo observa llena de odio, es lo único que puede sentir por el maldito que la humilló en el pasado. Pero luego recuerda que el futuro de sus trillizos está en juego y prefiere soportar el carácter y las humillaciones de su marido mientras se estabiliza económicamente y pueda alejarse con los niños.

—Aún es tiempo de hacerlo, ya estoy aquí para llevarlos. Por favor, no tardes sí.

—Usted está loco, váyase de aquí ahora mismo. Tendré que pedir que no me pasen a ninguna visita. —renegó Valquiria.

—¡Ja, ja, ja, no querida, al multimillonario Brandon Morotova nadie se atreve a detenerlo o contradecir sus decisiones!

—Váyase por favor, mis hijos no tardan en preguntar que quién es usted.

—Me vale, ellos también son mis hijos. —Niños, ¿cómo están? —saludó el señor Morotova, dando un paso más al frente para entrar por completo.

—¡Bien, gracias por preguntar, señor! —¿Viene a hablar conmigo sobre lo que me prometió? —preguntó Taylor, con emoción en sus ojitos.

—¿Cómo así, hijo, que te prometió este hombre y cuándo lo hizo? —preguntó Valquiria, muy asustada.

—La noche del evento, él me dijo que me ayudaría mucho para que yo sea un excelente estudiante fuera del país. —Valquiria sintió una punzada en su corazón, ese hombre está dispuesto a apoyar a sus hijos, aun sin haber comprobado que son suyos.

—Entiendo. —Respondió Valquiria, ella no se va a oponer a que su hijo se supere en lo que a él le gusta. Sabe que un buen estudio es algo que ella no les puede dar.

—Chicos, los quiero invitar a almorzar, ¿qué dicen? —propuso el señor, que parece demasiado amable.

—Síii vamos, aquí solo pasamos encerrados. —Se quejó el rebelde Tristán, haciendo un puchero que al hombre le pareció muy tierno.

—No podemos salir chicos, las reglas en este lugar son muy claras. —Les recordó Valquiria, tratando de frenar la felicidad que los niños han demostrado.

—No se preocupen, niños, yo ya he solicitado el permiso para que los cuatro salgan, ¿y qué creen? Nos lo han aprobado. —celebró Brandon.

La familia completa salió del albergue, algunas chicas observaron con recelo y envidia a su compañera de trabajo. —¿Cómo es posible que esa mujer recién llegada tenga tanta suerte y nosotras que ya llevamos varios años aquí, y ningún empresario nos ha invitado ni siquiera a tomar un vaso con agua? —Se quejó una con la otra.

—Hay que reconocer que nuestra compañera es demasiado hermosa y simpática, no me cabe la menor duda de que el señor Morotova ya se ha enamorado de ella. —Le respondió su compañera.

—¡Ash, que fastidio!

—Señora Valquiria, ¿va a salir un momento? —La administradora preguntó.

—Qué pena, el señor Morotova me informó que ya se lo había notificado y usted había autorizado los permisos de salida.

—No me lo había dicho él, pero no hay problema si es con él que van a salir pueden retirarse con tranquilidad y regresar cuando lo estimen conveniente.

—Muchas gracias, señora. —Ahora Valquiria sabe que si Brandon Morotova les pide que le huelan un ventoso, en esa institución con gusto lo harían porque son del pensamiento que, con tal de que él sea un buen colaborador, tiene el derecho de hacer con ellos lo que quiera.

—Señor, podría llevarnos a un lugar en donde haya colección de armas de fuego que datan desde la antigüedad hasta nuestros tiempos. —Pidió Tristán.

—Hijo, por favor, compórtate con el señor y no lo pongas en apuros. Además, tú sabes que tienes prohibido hablar de armas. —le regañó la madre.

—Mira, jovencito, yo por mi parte te llevaría al lugar donde se encuentre lo que tú deseas, incluso fuera del país. Pero eso debe ser con el permiso de tu madre, si ella dice que no, pues, ni modo, no podemos oponernos a su orden.

—¡Mamá, tú eres muy mala conmigo, prefiero no haber nacido nunca! —Tristán está de brazos cruzados y con su cara de pocos amigos.

—Señor, por favor llévenos de regreso al albergue. —Pidió Valquiria, en ocasiones su hijo la hace sentir muy mal y este día no es la excepción.

Brandon observó el rostro triste de la muchacha y le dolió su corazón, ella se ha quedado callada con las hirientes palabras que su propio hijo le ha dicho, pero sus ojos están a punto de vaciarse en lágrimas, sus labios tiemblan como si quisiera llorar y por pena no lo hace.

—No vamos a regresar, este muchachito me va a escuchar. —dijo en voz baja el señor Brandon.

—No lo haga, primero hablemos nosotros y depende en lo que quedemos, le voy a permitir que le ponga su mano de castigo. Le recuerdo que en el pasado usted me castigó a mí, no quiero que ninguno de mis hijos pase por lo mismo.

Brandon se sintió horriblemente afectado. La chica ni siquiera permite que se le acerque y él la comprende.

Pronto se le pasó el enojo al pequeño gruñón, y de tan contentos que están ahora los trillizos porque el señor Morotova los ha invitado a un restaurante muy fino, ellos han decidido instalarse en una mesa lejos de los dos adultos.

—¿Qué pasará que no hay más personas aparte de nosotros? —preguntó Valquiria, pues nadie más que ellos se encuentra dentro del local.

—¿Tú qué crees, esposa mía?

—Que la comida debe ser exageradamente costosa y por eso es que casi nadie viene.

—Ja, ja, ja, te diría que tienes la razón, pero no, lo he reservado por este día solo para nosotros cinco.

—¿Por qué lo ha hecho así?

—Porque ustedes merecen lo mejor de lo mejor, y a partir de hoy ustedes dejarán de estar en ese albergue y se irán a vivir conmigo a la villa Morotova. —anunció.

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