CAPITULO 12

A las once de la mañana el hombre ya estaba afuera del albergue esperando a que la chica con los trillizos apareciera. Al pasarse quince minutos de la hora que él le indicó y ella no se presentara, decidió llamar al número de teléfono que su asistente le consiguió y que se supone que es de Valquiria.

Pero la muchacha nunca le cogió la llamada, molesto porque ella le ha desobedecido una orden. Él se bajó de su carísimo auto del año dos mil veintidós, y entró a la oficina con la intención de buscarlos y llevárselos.

—Señor Morotova, es un placer tenerlo nuevamente en nuestras instalaciones. —¿Puede usted decirnos en qué le podemos ayudar en este día? —preguntó la señora que está a cargo de llevar la administración en el albergue.

—Creo que usted ha de recordar que la noche anterior mi empresa decidió premiar con una beca a los niños genios, y en vista de que el niño que es muy veloz con las matemáticas tiene a su madre aquí con él, he decidido venir a hablar con ella sobre unas cuestiones de suma importancia que se deberán de tomar en cuenta en el momento llegado que el estudiante le toque viajar. —¿Me es posible pasar a hablar con la madre y el hijo? —mintió, solo para que le permitiesen entrar.

—Oh, por supuesto, que sí, señor Morotova. Usted es un aportador de calidad para nuestro albergue y todo lo que usted nos sugiera para bien, créame que será tomado en cuenta. Por favor, siéntase como si estuviera en su casa y permítame avisarle a la señora Valquiria para que se deje venir con su hijo.

—Prefiero que me diga dónde la puedo encontrar yo mismo, no es necesario darle aviso.

—Sí, señor, por favor sígame y le mostraré la habitación de los cuatro.

La señora en realidad quería complacer al mayor benefactor de la guardería. Temía desobedecer y perderlo todo.

Dentro de la habitación…

Valquiria está muy tranquila ayudando a su hijo Thiago con las tareas de la escuela, ella ni siquiera se ha recordado de la cita que el hombre le impuso ayer en horas de la noche, total, ella le dejó claro que no lo acompañaría.

—Señora Valquiria, ¿puede salir un momento, por favor? Es que necesito hablar con usted sobre el proyecto que estamos planeando hacer. —habló la señora, desde afuera. El hombre a su lado frunció el ceño con lo que ella dijo. —Y es que por órdenes del señor Brandon Morotova ella ha mentido.

—Perdone que sea entrometido, señora, ¿pero de qué proyecto habla? —Preguntó con interés Morotova.

La señora le comentó sobre la ampliación del local que quieren llevar a cabo. Brandon Morotova encontró la oportunidad perfecta para simpatizarle a la madre de sus hijos. La administradora se marchó, dejando solo al hombre.

—¡Buenas tardes! —La voz grave de un hombre con cuerpo fornido y elegante, enfrascado en un fino traje, resonó poniendo en alerta a la muchacha. Ella deseó cerrar la puerta de golpe y hacer como si no hubiera visto a nadie allí, sabiendo ya de quién se trata. Pero es que si lo hace, sus hijos preguntarán cuál es el motivo y entonces sospecharán que algo anda mal entre ellos dos.

—¿Qué hace aquí, señor Morotova? —preguntó en voz baja. No le agrada ver de nuevo al hombre por el cual sufrió hace cinco años.

—Ya te dije que me llames como debe ser, esposo. —pidió con una sonrisa de burla.

—Shh, guarde silencio, por favor. —dijo Valquiria, advirtiendo la presencia de sus trillizos.

—¿Recuerdas que a las once tenías una cita con tu esposo? —¡Aquí vengo por ustedes!

—Que no diga que es mi esposo, le estoy diciendo, ¿acaso usted no entiende? —dijo ella con fastidio. —Y no, no me he acordado para nada, y aunque lo hubiese recordado, créame que ni loca hubiese ido.

Valquiria intentó cerrar la puerta, sin embargo, el hombre la detuvo con la mano y una fuerza que ella no podía superar.

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