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La asistente mentirosa continuó victimizándose frente a Tristán. Ella cree que ya lo está convenciendo y lo tiene en sus manos.

—Jefe, por favor, haga algo, se lo suplico.

—Está bien, llamaré a Karely. Esa muchacha ya ha de conocer las reglas y debe aprender a respetar a sus compañeros de trabajo.

—Está bien, ¿puedo irme? —dijo la chica.

—No. Espera aquí a que venga, la enfrentarás delante de mí y le dirás todo lo que se merece por haberte lastimado. No es posible que eso esté sucediendo en mi empresa, no tolero que una mujer trate de humillar a otra sea cual sea el caso no lo tolero ni lo toleraré nunca.

La chica sonrió victoriosa. Aunque también le dio un poco de temor porque el jefe como que habla como si ya supiera algo sobre ella, pero igual no le importó lo que ella quiere es ver hundida a Karely y quedar solo ella en la empresa para conquistar al joven y guapo millonario.

Tristán llamó a su mujer y le pidió que viniera a la oficina porque quería arreglar un problema muy serio con ella.

Karely sonrió, en su interior ella sabe quién es la que va a salir perdiendo en este momento y se está preparando para burlarse.

Un minuto después, la puerta de la oficina del gran jefe se abrió. Karely entró por ella. La asistente malvada se puso a llorar al verla, fingiendo tenerle miedo a ella.

—¿Qué pasa?

Volvió a decir Tristán.

—Tengo miedo de que me rasguñé la otra mejilla, soy tan hermosa y ella ya me ha arruinado una. —se quejó la asistente malvada.

—Jefe, ¿me mandó a llamar? —preguntó Karely parándose frente a él y quedando al lado de la otra muchacha.

—He recibido una queja de tu compañera de trabajo. ¿Qué ha pasado? Me gustaría escuchar las dos versiones. La de ella ya la escuché, ahora dime la tuya.

Karely se preocupó un poco porque Tristán la observaba con aquella mala mirada, o sea, bien rara como enojada. Claro, es su empresa y un escándalo no le beneficia en nada.

Entonces la esposa comenzó a hablar.

—Ella me provocó, yo estaba en la cafetería y ella llegó de repente y me atacó.

—Eso es mentira. Mira cómo me dejaste. —rezongó la malvada mujer.

—No me acuses de algo que yo no he hecho. Solo observa mis uñas, están cortas y ve las tuyas, parecen garras de una zorra. ¿Cómo crees que yo te haría esos rasguños? Tú misma lo hiciste, quieres provocarme frente al jefe, quieres hacerme quedar mal, pero no lo vas a lograr.

—Señoritas, quiero que les quede claro de que esta es mi empresa, aquí soy yo quien pone las leyes, las normas y el único que puede dar una orden.

En este caso, una de ustedes dos ha violado todo lo anteriormente mencionado, por lo tanto, con mucho dolor en mi corazón, pero una de ustedes se tendrá que ir de esta empresa porque no puedo seguir tolerando que algo como esto se siga suscitando.

La mujer malvada sonrió, ella está en su posición de ganadora, claro, según ella. Mientras que Karely se muestra muy confiada y tranquila.

—Es hora de que te vayas, te dije que no ibas a poder conmigo. —La retó la malvada mientras Karely solo la observó de reojo le regaló una hermosa sonrisa y volvió a ponerse seria para estar frente a su marido, quién actualmente actúa con el papel de jefe.

—Le agradezco mucho que haya hecho justicia en mi caso y espero que también vete a esta mujer y no le permita trabajar en ninguna otra empresa del país.

—¿Es eso lo que deseas para ella como castigo? —preguntó Tristán.

—Claro que sí, señor. Es lo menos que puede hacer por haberle faltado el respeto a su compañera, o sea, a mí. Incluso mi rostro está dañado; una cicatriz quedará. Entonces, esto es algo que no podemos dejar pasar por alto.

—Aquí quien da el veredicto soy yo, ¿quién te ha dado el derecho a opinar o a decidir lo que yo tengo o no tengo que hacer?

—Disculpe, señor. —dijo ella con el rostro humillado.

—¿Sabes quién es Karely? —consultó Tristán, poniéndose de pie.

—Sí. Una simple asistente que viene de la calle.

— Te equivocas, ella es mi esposa.

¿Cómo te atreves a ofenderla?

¿Cómo te atreves a querer ser más inteligente que ella o a tener más poder que ella en esta empresa?

Le llamó la atención, no muy amable.

—Sabes qué, mi amor. Te doy la autoridad para que tomes la decisión sobre esta asistente.

¿Quieres que continúe en la empresa o quieres que se vaya de patitas a la calle y que nadie en el país la vuelva a contratar, así como ella lo pidió para ti?

¿Qué dices?

Tristán le asignó la difícil tarea a su esposa. Mientras que a la asistente malvada se le salen los ojos de su lugar, está sorprendida. Jamás se imaginó que la compañera fea era la esposa del dueño de la empresa.

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