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Durante la jornada de clase en la universidad, el joven Tristán pasó odiando a su primo, y todo por el simple hecho de que le confesó que también está enamorado de la chica con mirada perdida del mismo salón. Eso hizo que él se molestara en gran manera y desde ya lo considera su rival y su mente ya comienza a maquinar para ganar en ese juego.

—Primo, ¿qué pasa? Ni siquiera pudiste responder la pregunta que te hice en clase porque te notabas distraído, o bueno, aunque eso es muy normal en ti, je, je, je. —bromeó el profesor.

—No me obligues a golpearte, primo, bien sabes el motivo de mi enojo contigo. —Respondió con la misma molestia que sintió cuando su primo le hizo aquella confesión.

—Pero si yo no he hecho nada malo, no entiendo de qué puedes estar molesto conmigo.

—Esa chica es mía, no voy a permitir que me la quites.

—Aah, ¿te refieres a la chica de la mirada perdida?

—¿A quién más podría ser?

—¡Ja, ja, ja, ¿y por eso es que estás así? Qué idiota eres, fue una broma. Tú sabes que ya tengo a mi prometida, jamás le sería infiel a ella.

—Imbécil, pensé que de verdad te interesaba la chica. —dijo finalmente, dándole un pequeño golpe en la espalda con el puño de la mano.

—No, primo, dale con todo a esa chavala. Aunque ella se nota un poco distraída o confundida, pero es una muy buena estudiante y sus calificaciones dan fe de ello.

—Te agradezco que me hayas aclarado el malentendido que tú mismo provocaste. Yo me quedaré un rato más aquí porque quedé de esperarla para que me diga si necesita ayuda.

—Sabes que cuentas conmigo para cualquier cosa que necesites, puede ser que la chica tenga problemas en su hogar y por eso se comporte de esa forma.

Los primos se despidieron con un apretón de manos, aunque no se criaron muy cercanos desde su infancia, pero después de que Brandon enviara a la cárcel al padre del profesor, todos se fueron a vivir a la villa y fue allí donde se desarrolló el apego de amistad familiar incondicional.

El hermano mayor de Brandon ya es un anciano y sigue recluido en la cárcel de Tamara, solo que esta vez se encuentra en una celda de máxima seguridad por ser considerado un reo de alta peligrosidad, ya que, con el palo de la escoba le quitó la vida a golpes a su compañero de celda, eso pasó dos años después de que lo encerraran.

Cuentan los reos de las otras celdas que el hombre se molestó porque el muchacho lo reprendió por haberle quitado la vida a una mujer, cuentan que él le decía que las mujeres se respetan y que no había que tocarlas ni con el pétalo de una flor porque ellas aunque en ocasiones demuestran ser fuertes, pero en su interior siempre son sensibles.

Ahora está solo, no recibe visita de su esposa ni de sus dos hijos y mucho menos de su hermano Brandon. Ellos dicen que no merece ser nombrado su familiar porque les avergüenza ser reconocido como tal.

En la universidad…

Tristán está esperando a que la chica salga del salón para detenerla y hablar con ella. Al ver que ella no sale y los minutos pasan, decidió ir a buscarla pensando que quizá se haya quedado a terminar la tarea que les dejaron para presentar el día de mañana.

—¡Qué haces, animal! —exclamó al entrar y ver la escena frente a él. Uno de los mismos compañeros de clase está tratando de tocar por la fuerza los pechos de la chica. Ella intenta gritar, pero no puede porque el chico le ha puesto su mano como bozal.

—Vete, Tristán, ella está aquí por su propia voluntad. —Alardeó el malvado.

—No lo creo, de ser así no la estarías forzando a que no hable. Te exijo que la sueltes y la dejes que se marche, o de lo contrario, llamaré al consejero y al director para que vean lo que estás haciendo y te expulsen de por vida.

—Buu, ¿tienes miedo de que te golpee y no sabes cómo defenderte? La nena del salón me tiene miedo, me tiene miedo. —cantó el alumno para retar a Tristán.

—¡Cállate, idiota, tú no sabes con quién te estás metiendo! —dijo Tristán, tomándolo del cuello para que se aleje de la joven.

—Les pido que no se peleen delante de mí, por favor, suéltame y no me vuelvas a tocar, ya te lo he dejado claro muchas veces y tú no entiendes. —suplicó ella con horror.

—Te dejo por ahora, pero ten por seguro que tarde o temprano estarás entre mis brazos. —le amenazó.

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