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La mañana siguiente la esposa se levantó y preparó el desayuno para el esposo. Sin embargo, este, en lugar de comer en casa, dijo que saldría a desayunar con unos amigos.

Karely se sintió mal en ese momento, pero ya no pudo decirle nada, ya que él ya se había marchado. El resto del día, Tristán no llegó a casa hasta por la noche, estuvo todo el día dentro del auto en el estacionamiento de un supermercado, ni siquiera había probado bocado y sus tripas rugían como un león hambriento.

Karely ya estaba dormida, así que él fue a la cocina y comió de lo que encontró guardado y que seguramente ella había cocinado durante el día esperando a que regresara.

Esa noche él se quedó en otra habitación. Si iban a cumplir a cabalidad las reglas de aquel bendito contrato, no era necesario dormir en la misma habitación y menos en la misma cama.

El día lunes Tristán decidió que era hora de presentarse en la empresa y comenzar su primer día como el presidente y dueño.

Por cortesía comió lo que la esposa
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