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Todos voltearon a ver al hombre que se acercaba, cada uno abría paso para que llegara hasta su objetivo.

—¡Ja, ja, ja, miren quién ha venido a rescatar a la princesa! Dime, ¿qué puedes hacer en nuestra contra para atreverte a llevarla por la fuerza?

—Sé que eres su padre. Déjame decirte que no te comparas y jamás te podrás comparar conmigo porque eres un ser asqueroso que no merece tener a una hija tan linda de corazón. —lo retó Tristán.

Karely está llena de felicidad, su rostro lo refleja. Tristán ha atendido su llamado y se encuentra arriesgando su vida por la de ella al enfrentarse a esas personas enfermas de la mente y de corazón negro.

Todos se burlan de Tristán, todos piden que sea castigado por intentar interrumpir la boda.

—Aléjate de nosotros. Mi hijo se está convirtiendo en esposo y tú no eres nadie para aparecerte como si nada. —dijo la madre del novio.

—¡Soy el esposo de la mujer que están obligando a contraer matrimonio por la fuerza! Hagan lo que hagan, nada les será legal.

—¡Ja, ja, ja, esposo, dice, ja, ja, ja! —Continuaron burlándose.

El novio ordenó que lo sacaran del lugar. De inmediato un par de hombres lo golpearon y lo estaban arrastrando por la fuerza mientras Karely gritaba que no lo lastimaran.

—¡Deténganse! —Gritó un hombre. Todos se sorprendieron al ver aquella cantidad de hombres vestidos de negro que corren hacia el hombre tirado en el suelo.

—¿Tienen valor suficiente para tratar de esta manera al hijo del señor Brandon Morotova? —cuestiona.

—¿Morotova? —Dijeron los del pueblo, retrocediendo unos pasos. —¿Acaso este hombre al que hemos tratado mal es el hijo del dueño de estas tierras? —Se preguntan entre ellos.

—Espero que ahora si crean lo que les he estado advirtiendo. —Les dijo Tristán, poniéndose de pie y tomando la mano de su esposa.

Cada uno de los que se burlaron de mi mujer pagarán con creces, ella no es juguete de nadie y tampoco un objeto que se pueda comprar y vender. Quiero que todos abandonen estas tierras, ahora mismo.

—Señor, perdónenos la vida. No tenemos a donde más ir, le prometo que jamás volverá a suceder algo como lo que acaba de presenciar. —Piden de rodillas los cabecillas del pueblo. Antes estaban tan seguros de ser superiores a Tristán y ahora casi se zurran en sus propios calzoncillos.

—Ah, maldito. Tú me ofreciste a tu hija para nuestro hijo. Te di mucho dinero por ella, es tu culpa que ahora todo el pueblo esté en la calle. Debes de devolverme cada centavo que se te entregó. —Dijo el padre del novio, señalando con el dedo al padre de Karely.

Tristán se llevó de la mano a su esposa. Ella lo abrazó y le agradeció por haber llegado a tiempo y salvarla. También le comentó acerca de la promesa que le hizo a la chica que le prestó el celular para hacer la llamada. Finalmente, Tristán habló con ella, le dijo que no se iría con Karely, sino que mejor reuniera a todos los jóvenes que quisieran estudiar y cambiar sus vidas y que los llevaría a todos a la ciudad para costear los estudios de cada uno.

Karely se despidió de la joven y le hizo saber que podía acudir a ella cuando quisiera. Los esposos subieron al auto en medio de un mar de gritos y llantos de mujeres y hombres que le ruegan para que los perdone y los deje trabajar la tierra nuevamente.

—Vamos a casa. —Le ordenó al chofer, sin mirar a los que quedaban atrás.

—Pasaré comprando comida, debes estar hambrienta y no querrás bajar y que los demás te vean en esos harapos.

—Quiero ir a casa. Necesito bañarme para quitarme el olor nauseabundo de esa m*****a escoria que…

—¿Te hizo daño? ¿Te tocó sin tu consentimiento? —Le interrumpió.

—No. No lo hizo, pero estuvo cerca de mí y siento que su olor se impregnó en mí. Aunque ganas no le faltaron por hacerme suya, lo repitió en varias ocasiones. —Confesó.

—Lo siento. Te propuse que te casaras conmigo para cuidarte y no lo cumplí. Debes estar muy decepcionada de mí. —Lamentó con su voz entrecortada y llena de pena.

—No te culpes, solo te pido que… no me ignores, por favor. —Pidió ella y también se abrazó a él, sintiendose completamente protegida.

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