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Por un lado, se encuentra un hombre temeroso y desesperado por encontrar a su esposa y, por el otro lado, tenemos a una desesperada Karely que llora y lamenta haber salido de la empresa sin avisarle a Tristán.

—Necesito ir al baño antes de que comience la ceremonia. —Pidió Karely.

—No lo tienes permitido, si tu futuro esposo no te acompaña no lo puedes hacer sola. —Dijo la malvada suegra.

—Entonces me haré en los calzones y te avergonzaré cuando sientan el mal olor que desprende tu nuera. —Le amenazó.

—¡Ah, maldición! —exclamó la señora y de inmediato le ordenó a una jovencita para que la acompañara. Ja, ella no perdería el tiempo en ir al baño.

En realidad Karely había observado que la chica que la cuidaba tenía un celular, ella usó como excusa sus necesidades fisiológicas con el fin de que ella le acompañara.

—Lamento que estés en este lugar. Yo no estoy de acuerdo, pero así son las leyes en este pueblo. —Expresó la joven. Sin imaginar que con esa confesión el corazón de la novia se alegraría.

—Escucha, prometo que te daré todo lo que tú desees. Solo tienes que permitirme hacer una llamada con tu teléfono, prometo que nadie de los tuyos se enterará.

—Solo quiero salir de aquí y estudiar. Estoy a punto de cumplir mi mayoría de edad y me casarán a la fuerza como a ti.

—Te sacaré de este maldito lugar, te lo prometo.

—Saldré a la puerta, tú aprovechas a hablar y yo te avisaré si alguien se acerca. Por favor, finge que nunca te hablé en buenos términos, se supone que todos debemos de odiarte y hacerte sentir mal.

Con manos temblorosas y rogando en voz baja que su marido atendiera la llamada, marcó el número de teléfono. Tristán lo mantenía en sus manos, atento a cualquier información sobre ella.

—Tristán, ven por mí, te lo suplico. —Pidió la chica antes de que él dijera alguna palabra.

—¿Estás bien? ¿Sabes dónde te encuentras?

—Sí, estoy bien, dentro de lo que cabe, pero muy asustada. Te lo ruego, ven por mí antes de que… de que me conviertan en esposa de un hombre desconocido.

—Tranquila, de inmediato salgo para allá.

Karely le dio la dirección que anteriormente la buena samaritana le había dicho. Tristán le dijo que era un lugar cercano y que no tardarían más de quince minutos en llegar. También le pidió que se pusiera en contacto con la dueña del teléfono para que ella le orientara por donde iban cuando él llegara.

—¿Por qué tardas tanto? Date prisa, los invitados ya están listos para el recorrido. —Exigió la futura suegra.

—Hace rato le pido que se dé prisa, al parecer el vestido se quedó atascado en alguna astilla de madera y por eso tarda. —Explicó la joven, temiendo ser regañada.

Karely salió, se disculpó con la señora y a escondidas le entregó el teléfono a la chica, le dijo que pronto recibiría una llamada. También le pidió que no se alejara de ella porque esa misma noche la sacaría de ese pueblo y sus creencias de m****a.

Caminaron hasta llegar al lugar donde se celebraría la ceremonia. El trayecto se sintió tan pesado y lejos para Karely, sin embargo, solo habían pasado diez minutos al recorrer parte del pueblo para su respectiva presentación.

—Camina y ponte de rodillas frente a todo el público. Ya es hora de que aceptes a mi hijo como tu legítimo esposo. —Ordenó la malvada suegra y la empujó, cayendo al suelo luego de enredarse con aquel vestido largo.

—Ceferino, ¿aceptas por esposa a esta dama? —Preguntó el hombre que oficializaba la ceremonia.

—Sí, sí, acepto con mucho gusto. —Respondió el maldito. —Querida esposa, esta noche te entregarás a mí. —le susurró al oído. Provocando que ella tiemble de miedo, odio, y asco.

—Karely, ¿aceptas por esposo al hombre que está a tu lado?

—¡Si acepta! —Se escuchó después de un largo silencio. Karely reconoció esa voz, es su maldito padre que también ha venido y pretende decidir por ella.

—Cáselos de inmediato, los dos ya han aceptado. Ah, estoy ansiosa porque se convierta en mi nuera. —Habló la señora.

El papá de Karely se estaba desesperando con el silencio de su hija. El dinero por la venta ya se lo habían entregado y él había corrido a saldar un par de deudas. ¿De dónde sacaría esa plata si la estúpida de su hija se negaba a casarse y todo salía mal?

—¡No! ¡No acepto! Estoy casada, legalmente tengo un esposo que en este momento me está buscando y…

Karely no terminó de hablar. Su papá le volteó el rostro con una cachetada que la dejó hasta mareada.

—¡Maldita!, ¿quién te ha dado el derecho a decidir por tu vida? —Cuestionó.

—¡Yo… yo le he dado ese derecho y nadie se lo puede quitar! —Exclamó el gran Tristán Morotova.

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