Annika Klein es una huérfana que vive en un monasterio, donde finge ser devota mientras oculta un oscuro secreto que podría costarle la vida. Todo cambia cuando su secreto es descubierto por Rainer Vogel, un hombre cruel y despiadado, quien la lleva de regreso a la ciudad donde comenzó su pesadilla. Allí, la obliga a casarse con él para tener un hijo, prometiéndole guardar su secreto si acepta todas sus condiciones. Su vida marital se convierte en un tormento, pero cuando su despiadado esposo le permite trabajar y no la mantiene solo como una muñeca decorativa, Annika ve una oportunidad para escapar de su sufrimiento. Termina por trabajar en una antigua mansión, donde su nuevo jefe es un hombre temible y enigmático, siempre cubierto por una capucha oscura que oculta su rostro. Nadie sabe quién es, ni se atreve a acercarse a él. Sin embargo, cada vez que Annika se encuentra con esos ojos de color titanio que parecen quemarlo todo, siente una atracción peligrosa e incontrolable. ¿Y si él también siente algo por ella, por esa mujer prohibida? Tal vez ese monstruo sombrío necesite a su bella. Pero, ¿qué sucederá cuando el secreto de Annika salga a la luz? Un secreto tan profundo que podría destruir cualquier posibilidad de felicidad con un hombre que sabe que no debe desear, un hombre que la lleva al límite de sus más oscuros deseos.
Ler mais[...] 5 años después POV: Annika Klein Los primeros rayos del sol se filtraban por las persianas, acariciando mi piel con su calidez. Entreabrí los ojos con pereza, sintiendo la brisa salada que llegaba desde el mar y el murmullo de las olas rompiendo en la distancia.Me estiré bajo las sábanas, buscando instintivamente un cuerpo firme y cálido a mi lado, pero solo encontré un espacio vacío. Fruncí el ceño y parpadeé varias veces antes de incorporarme.Loti no estaba.Con un suspiro, me levanté y caminé descalza hasta la habitación de los niños. Sus camas estaban desordenadas, las mantas caídas a un lado, pero ellos tampoco estaban allí.Entonces, un sonido me hizo detenerme. Eran risas.Agucé el oído y, junto con esas risitas infantiles, un aroma delicioso flotó en el aire, despertando mi curiosidad. Bajé las escaleras, siguiendo el rastro de aquel olor y las voces que llenaban la casa de vida.Y ahí estaban.Loti estaba de espaldas a mí, frente a la estufa, con el cabello ligeram
[...] POV: Lothar Weber Apoyé el pincel en el borde de la lata y di un paso atrás, observando el resultado. La pintura estaba perfecta, tal como la había imaginado, sin imperfecciones ni manchas. Me aseguré de que todo estuviera en orden, recorriendo la habitación con la mirada. El color en las paredes era cálido y suave, sin caer en lo típico. No quería nada demasiado infantil ni exagerado, solo un espacio en el que mis hijos se sintieran seguros. Me acerqué a la cuna doble y pasé la mano por la baranda, verificando su estabilidad. Había revisado cada tornillo varias veces, pero aun así lo hice de nuevo. No podía darme el lujo de que algo fallara. Moví los cojines del sofá junto a la ventana, imaginando las noches en vela sosteniendo a uno de mis bebés en brazos. La imagen me arrancó una sonrisa.Caminé hasta la estantería y deslicé los dedos sobre los libros que había elegido. Había comprado más cuentos de los que probablemente necesitarían, pero la idea de leerles antes de dormi
POV: Annika Klein Vomitaba por tercera vez en la mañana, inclinada sobre el inodoro, mientras mi cuerpo se estremecía con cada arcada. Sergio me palmeó la espalda en un intento de reconfortarme, pero no podía aliviar mi angustia. Loti no estaba a mi lado cuando desperté, y ahora la preocupación me tenía el alma en un hilo. Cuando finalmente mi estómago no tuvo nada más que expulsar, me enjuagué la boca. Ni siquiera había desayunado, esperando su regreso.—Trate de no alterarse —dijo Sergio con seriedad—. El señor está bien.—¿Quién puede asegurarlo? —repliqué con amargura. Nadie podía darme esa certeza.—Si sigue así, los bebés se verán afectados otra vez —advirtió el anciano. Su advertencia me tensó de inmediato, recordándome la última vez… la sangre, la debilidad extrema.—Está bien, puedes retirarte —murmuré, recostándome en la cama.Sergio obedeció y se fue, dejándome sola con mis pensamientos. Tenía que calmarme. Pero ¿cómo hacerlo cuando ni siquiera sabía si Loti estaba bien?
El alma me volvió al cuerpo al repasar una y otra vez esas palabras. Era real. Me sentí aliviado y, aunque debería sorprenderme más que la sangre Zaisevt corriera por mis venas, no lo hizo. Lo único que me importaba era la seguridad de Nika, y ya la tenía en mis manos.Escuché a Artem bufar con fastidio y levanté la mirada, dándome cuenta de que no había dejado de mirar el papel. Maksim tenía una sonrisa satisfecha en el rostro, con un matiz que rozaba lo… ¿empático?—Ya ves, Artem, yo tenía razón —el anciano miró a su nieto, quien mantenía los puños cerrados sobre las rodillas—. Es tu primo.—Primo mis bolas —murmuró el ruso con obstinación. Maksim negó con la cabeza y volvió su atención hacia mí.—¿Qué piensas, Lothar? —lo miré, sin entender a dónde quería llegar—. Ahora sabes quién eres. Mi nieto, a quien buscaba. Tu mujer y las criaturas están a salvo.La sangre me hervía ante su tono despreocupado. ¿De verdad esperaba que le agradeciera por esto? Amenazó sin titubear la vida de p
Loti no había regresado, y las horas seguían pasando. ¿Qué tanto tenía que hacer afuera? Sergio me dijo que se había ido con Lena porque Zen los había solicitado. ¿Para qué? ¿Otra tortura? Pero esos trabajos Loti los hacía en su subterráneo y el sótano. No podía estar tranquila. Seguía desconfiando hasta de mi sombra. Los rusos continuaban merodeando en algún lugar ahí afuera, y eso ya era una amenaza suficiente.Me cansé de estar en cama tanto tiempo. Cuando al fin me puse de pie, tratando de recuperar el equilibrio, la puerta se abrió. La corpulenta figura de Loti apareció en el umbral. Sonreí ampliamente y sentí que volvía a respirar con normalidad.—Loti, qué bueno que…—¿Qué hacías de pie? —espetó con agresividad, cruzando la distancia en dos zancadas—. Te dije que descansaras, nada de levantarte, Nika.Con cuidado, me hizo sentar de nuevo en la cama, acomodándome contra la cabecera mientras deslizaba una almohada detrás de mi espalda, procurando que estuviera cómoda.—Es que est
Cuando llegué a la dirección que Artem me había dado, él ya no estaba. Maldito lunático. Se largó en cuanto supo que Dorothea estaba conmigo. Aún no entendía cómo ella podía soportarlo con esa mente retorcida. Sus celos no eran normales.El lugar era una bodega abandonada, impregnada de suciedad y hedor a humedad. Cajas viejas se apilaban en rincones oscuros, acompañadas de ratas que correteaban entre la basura. No era muy diferente a mi propio subterráneo de tortura, el cual —por cierto— debía desmantelar cuanto antes. Ahora que planeaba una vida con Nika, todo eso debía quedarse atrás.—Ya estás aquí —la voz rasposa de Roco me recibió. El hombre de la cicatriz en la cara, el perro leal de Artem—. Están justo ahí.Señaló con la barbilla hacia una esquina. Dos figuras se retorcían en el suelo como lombrices fuera de la tierra, amordazadas con cinta. Sus gritos quedaban ahogados tras el adhesivo.—Uf, qué escena más desagradable —murmuró Lena, quien insistió en acompañarme—. Me dan náu
POV: Lothar Weber Nika fue dada de alta y la traje a salvo a nuestra mansión, sin complicaciones. Pero no podía quitarme de la cabeza la presencia de los carroñeros de Maksim rondando cerca. Esos malditos resultados me tenían ansioso, pero disimulaba para que Nika no lo notara. No podía contagiarle la misma inquietud.Ella parecía más animada al volver, y tenía motivos: ahora sabíamos que en su vientre crecían un niño y una niña. Nuestros mellizos. Ya me hacía a la idea de tenerlos en brazos, pequeñas vidas llamándome papá.—El doctor dijo que no podía hacer nada —protestó mientras la acomodaba en la cama—. Si antes me aburría por no moverme mucho, ahora será peor.—Es por tu bien —fui al armario y saqué ropa limpia—. No estás en condiciones de hacer nada después de lo que pasó. Solo descansa. Yo me haré cargo del resto.Tomé una toalla para darme una ducha, pero su voz me detuvo.—Cuando salgas... ¿podemos hablar? —su tono tenía una sombra de duda—. Debemos hacerlo, ¿sabes?Sabía ex
POV: Jessica Engel Estaba aterrada, más que nunca. Pero no importaba. Hoy acabaría con todo. Hoy me libraría de ese desgraciado para siempre.Estacioné frente a la entrada, apretando el volante hasta que los nudillos se me pusieron blancos. Ojalá siguiera dormido. Las pastillas disueltas en su té debían mantenerlo inconsciente más tiempo.Tomé aire y bajé del auto. El corazón me martilleaba al galope. Al entrar, el silencio era tan denso que me hizo dudar si avanzar o devolverme. Solo vivían con nosotros dos empleadas, Brandon y algunos guardaespaldas de Rainer. No quería exponerse hasta que la tormenta que él mismo había desatado se calmara. Lo que no sabía era que esa misma tormenta estaba a punto de engullirlo vivo. Apenas crucé la puerta, un grito desgarrador me paralizó. Tragué saliva con dificultad. Reconocí la voz de la empleada que trabajaba para mí. Algo iba mal.Di un paso y entonces lo vi. Rainer salió de una de las habitaciones arrastrando a la chica por el cabello.—¡T
POV: Lothar Weber Mi pasado seguía tan vívido como una herida que se niega a cerrar. Crecí en un orfanato, rodeado de niños rotos y adultos aún más crueles. Éramos desechos de la humanidad, o al menos eso nos decían cada día. Nos repetían que nadie nos quería, que no éramos más que errores abandonados. Con el tiempo, esas palabras dejaron de ser solo insultos; se convirtieron en una verdad inquebrantable que cargábamos como una segunda piel.Al principio soñaba con mi madre. Imaginaba si sería hermosa, si sus ojos se parecerían a los míos. Me preguntaba por qué me había dejado allí, frente a esa puerta que ocultaba el infierno. Pensaba también en mi padre, si alguna vez se sintió orgulloso de mí o si siquiera supo que existía. Dibujaba sus rostros sin haberlos visto jamás, y me convencía de que, algún día, vendrían a buscarme.Pero la esperanza es un lujo que el dolor no permite. Cada golpe, cada insulto, cada día de hambre y encierro se encargaba de arrancarla de mí. Comprendí que n