Me volví a sentar en la silla, mis ojos fijos en él, sin apartarlos ni un segundo, atraídos por una fuerza invisible. Debería irme ahora que tenía la oportunidad, pero simplemente no podía ignorar lo que estaba sucediendo.—¿Y ahora qué? ¿No te ibas a largar? —espetó Rainer, sacándome de mi ensimismamiento—. Si no lo soportas, le pediré a un chófer que te lleve de vuelta. Por eso prefería traer a Jessica. Ella sigue siendo mejor que tú en muchos aspectos.Ignoré su veneno. No iba a caer en su juego, ni a levantar sospechas. Bajé la cabeza con fingida sumisión mientras los gritos eufóricos de la multitud llenaban el aire.Rainer no volvió a dirigirme la palabra. Bebió de su copa y, segundos después, un hombre apareció y le susurró algo al oído antes de desaparecer de nuevo.—¿Has apostado por alguien? —me atreví a preguntar.—¿Ahora te interesa?—Es que este tipo de lugares me pone nerviosa. Pero está bien, puedo soportarlo.Eso pareció complacerlo. Una sonrisa satisfecha se dibujó en
Cuando regresé junto a Rainer, él ya no estaba por ningún lado. Se había esfumado. Me sentía más incómoda que nunca, no por los molestos amigos de mi esposo ni por él mismo, sino porque entre mis piernas aún persistía esa humedad extraña para mí. Mantuve la cabeza agachada todo el tiempo para que nadie notara mi rubor y permanecí quieta para calmar el temblor.Estaba fuera de mí. Había citado a mi propio jefe en su mansión. Ambos éramos adultos y sabíamos lo que podría suceder entre los dos. Me declaro culpable. Todo lo que había sucedido fue porque yo lo permití. Y, aunque quisiera sentir arrepentimiento, no lo sentía. Más bien, era miedo a lo desconocido. Esa bestia lo representaba para mí.—Estuviste distraída toda la noche —me recriminó Rainer cuando estuvimos en el auto—. No hiciste ni el menor esfuerzo por sonreír ante los demás. Parecías una muerta.—No soy el payaso de nadie. Hubieras traído a Jessica, ella lo habría hecho mejor.Rainer frenó el auto en seco, sorprendiéndome.
No quería que esto terminara nunca. Era un pecado, una tentación prohibida que me envolvía como una ola salvaje, pero dejé que sucediera, que el deseo nos arrastrara.Sus labios respondieron al instante, hambrientos, desesperados, igual que los míos. Su cuerpo colosal me empujó hacia atrás, y mi espalda se hundió en el colchón, atrapándome bajo su peso.Tomó mis labios con avidez, chupando y mordiendo cada rincón con una perfecta sintonía de ternura y salvajismo. Luego, su lengua, húmeda y cálida, invadió mi boca, y yo la recibí como si fuera mía, succionándola y mordiéndola con descaro. Un gruñido grave escapó de su garganta, provocándome. Mis manos subieron hasta su cuello, aferrándome a él como si no quisiera soltarlo jamás, mientras él se acomodaba entre mis piernas, buscando ese espacio donde encajaba tan bien.Mi mente era un caos. No podía detenerlo, ni quería hacerlo. Sus manos, grandes y firmes, se anclaron a mi cintura, subiendo lentamente, tocándome con una libertad que no
POV: Lothar Weber El olor a metal caliente y aceite quemado me invadía las fosas nasales, tan familiares como el café en las mañanas. Estaba sentado en aquel sótano, con las manos manchadas de grasa, mientras las herramientas caían sobre la mesa de madera con un sonido seco. No me molestaba en limpiar el desorden; en ese lugar, todo tenía su sitio, aunque pareciera un caos.La pieza que sostenía era pequeña, pero tenía más peso del que aparentaba. Era el corazón del arma, el mecanismo que haría todo el trabajo sucio cuando llegara el momento. Giré la pieza entre mis dedos, ajustando cada tornillo como si estuviera armando un rompecabezas que solo yo entendía. El clic suave del metal encajando me provocó un extraño alivio.El sótano estaba en silencio, excepto por el zumbido de la lámpara que colgaba sobre mi cabeza. En algún rincón había una radio vieja, pero no tenía ganas de encenderla. Aquello no era para distraerse. Era para concentrarse, para meterle a cada milímetro de esa mald
POV: Annika Klein Me estaba evitando. Y lo sabía. Su ausencia era tan evidente que parecía haberse convertido en una sombra, una ausencia que pesaba más que cualquier presencia. Me preguntaba, atormentada, si aquella última vez había cruzado una línea. Dos días habían pasado, y aun así, él me esquivaba como si fuera una extraña, como si no compartiéramos un secreto que me quemaba por dentro. Cuando nos cruzábamos por casualidad, él fingía no verme. Su indiferencia era un golpe certero, una estaca hundiéndose en mi pecho con cada paso que daba lejos de mí.¿Cómo podía seguir con su vida como si nada? Como si aquel instante, tan lleno de emociones y prohibiciones, no hubiera sucedido. Pero yo no podía olvidarlo. Estaba ahí, intacto, como una herida fresca que se negaba a cicatrizar. Lo único que hacía soportables esos días era el recuerdo vivo de aquel momento. Era una tortura dulce, un consuelo envenenado que me mantenía despierta por las noches.¿Sabía él lo que había hecho? ¿Sabía q
POV: Lothar Weber Quería devorarla entera, perderme en cada fragmento de su cuerpo hasta no dejar rastro de cordura. Otra vez caía en su juego, una red tejida con su piel, sus labios y esa forma de mirarme como si yo fuera suyo, aunque no lo fuera. ¿Importaba eso? No. Nika era de alguien más, pero en este instante, también podía ser mía.Su gemido se deslizó en mi oído, encendiendo cada célula de mi cuerpo mientras mis labios se hundían en la suavidad de su cuello. La recorrí sin piedad, marcándola con mi boca, lamiendo su piel como si pudiera grabarme en ella para siempre. Mi lengua exigía, mi aliento reclamaba, y mis manos imponían. Había algo en ella, algo que me destrozaba y me reconstruía al mismo tiempo. ¿Era su esencia? ¿La forma en que me miraba? ¿O simplemente porque era ella?—Lothar... —su voz ronca, susurrando mi nombre, fue un golpe directo a mi autocontrol.Mi respiración se cortó cuando tomó mi mano, retiró el guante con tanta decisión que me dejó helado y la colocó so
Los besos de Rainer eran de rabia, cargados de enojo más que de deseo. Me tomó del cabello, tirando con fuerza para obligarme a corresponder. Aunque no le decía nada, aunque no podía pronunciar palabra, él sabía que lo rechazaba. Lo leía en mi cuerpo, en mi silencio. Y eso lo enfurecía aún más.—¡Déjame! —grité, empujando sus hombros con manos temblorosas, la piel raspada y herida. —¡Rainer, por favor!—¿No querías una oportunidad? —gruñó contra mis labios antes de morderlos. Su aliento era ácido, lleno de rabia contenida. —¿Acaso solo fingías que querías estar conmigo? ¡Cumple tu maldito deber, aunque sea a la fuerza!Dejó que su violencia hablara de nuevo y me golpeó en las costillas. Un gemido escapó de mi garganta, ahogado, doloroso. Me quedé inmóvil, el aire atrapado en mis pulmones mientras mi pecho subía y bajaba con dificultad. Pero él no se detuvo. Su boca se precipitó sobre mi cuello, dejando marcas que dolían tanto como el miedo que se arremolinaba en mi interior.Las lágri
Vine dispuesta a compartir la cama con esa tierna bestia, pero, ¿y si él no quería? Solo estaba pensando en mí. Lothar podía ser intenso, pero también tenía un aire torpe y reservado cuando lo deseaba. Era como un ogro gigante con una inesperada pasión por las flores.Mientras caminaba por el sendero de piedras hacia la entrada, imaginaba todas las formas en que podría rechazar mi absurda propuesta.Me detuve en seco al notar algo extraño. Un grupo de hombres salía desde la parte trasera de la mansión. Esa ruta conectaba con otro punto, pero no era común ver a nadie usándola. Lo más inquietante era que no podía distinguir sus rostros: llevaban pasamontañas, ropa oscura y tenían una presencia intimidante. Apenas se veían sus ojos.Pasaron a varios metros de mí sin prestar atención, avanzando con un propósito que parecía absorber toda su concentración. Era como si estuvieran diseñados para ignorar cualquier cosa irrelevante a su alrededor.Los observé desaparecer por el mismo sendero qu