Capítulo 5

Un día más...

Centro de entrenamiento Jack.

Habían pasado quizás unas tres o cuatro horas desde que la princesa Alena me había dado el día libre. Estaba tan frustrado y enojado porque no podía creer que en mis casi 13 años siendo guardaespaldas, mi custodiada me dé un día libre sin ser el correspondiente.

¿Qué le pasaba? Ella no me podía hacer eso.

Pero si pudo...

Suspiro nuevamente cansado del entrenamiento al que me había obligado a tener. Estaba tan indignado y sí, es probable que también sea mi culpa el enojo de dicha princesa, pero deben tener conciencia y saber que ella también se equivocó. Veo a Kyle por el espejo del salón que se acerca con cara de pocos amigos.

Ay, hombre, querer a alguien no es una tarea sencilla.

—Se enojó, hermano —se tira en el suelo indignado también—. Se enojó porque no supe cuando era su cumpleaños.

Me río, sentándome para poder disfrutar de la desgracia ajena.

—Tenemos 5 meses saliendo y en ningún momento me habló de su cumpleaños. De hecho, ella dijo que no le gustaba celebrarlo, pero nunca me dijo una fecha con exactitud —me mira serio—. Ahora resulta que soy el malo de la historia porque no sé el cumpleaños de Hilary.

—¿En qué época del mes se encuentra? —pregunto mientras tomo un poco de agua.

—Ahora tiene sentido —se sienta—. Ella está llegando a sus días. No estoy diciendo que sea una loca hormonal, pero cuando se acerca su fecha siempre se enoja por cosas que anteriormente le dieron igual.

Por lo menos Hilary se enoja cuando le va a llegar su período, Alena se enoja porque yo respiro. Chasqueo mi boca y me levanto del suelo más cabreado que antes.

—Soy un inútil en mi trabajo —Kyle abre los ojos con sorpresa—. No me mires así porque me siento un inútil. La verdad que soy un increíble custodio, pero cuando se trata de ella no sé por qué razón me convierto en un incompetente.

—Explícate mejor para ver si te puedo entender —se levanta del suelo y camina a donde yo me encontraba—. Honestamente pareces hormonal también. Creo que deberíamos hacer una cita en un endocrino para que los revisen —lo miro mal—. Todos cambian de humor de una manera brutal. Me siento indefenso en este mundo corrupto.

Nos empezamos a reír, él es mi mejor amigo de toda la vida y sabe realmente calmar o entender un poco mejor mis sentimientos. Siempre me ayuda cuando estoy al borde de explotar y también siempre he querido encontrar una chica que canalice mis emociones y juntos salgamos o encontremos una solución a lo que nos pasa, como él lo hace.

Alena...

—Ella se tiene que ir de regreso a su país y el problema es que he metido la pata...

—¿Cuándo no, Zervas? —me interrumpe entre risas.

—Kyle... —mi voz es de advertencia, él alza las manos en son de paz—. Como te estaba diciendo antes de que me interrumpieras —muere por reírse—. Eres un imbécil.

Suelta una carcajada.

—No te enojes, hermano. Lo más probable es que le dijiste algo sobre el trabajo en vez de decirle que la ibas a extrañar o que la amabas —niega con la cabeza—. Eres un adicto al trabajo y lo pones en primer lugar antes de lo que sientes. Así que no me sorprende que metieras tu trabajo primero en vez de preguntarle otra cosa.

—No me gusta que me conozcas tanto —nos empezamos a reír—. Después de eso me dieron el día libre porque ella está enojada conmigo. Me sustituyó con otro tipo y está tan cabreada que le escribí para saber cómo iba su vida en el orfanato, y no me respondió.

—De lo único que tienes que estar seguro es que ella está muy cabreada contigo —me mira con pena—, y si nuestro jefe no te ha dicho que vuelvas a trabajar con ella, date por tener vacaciones por un largo tiempo.

Asiento y lo invito a tener un round de boxeo, ya que necesito drenar mucho más de lo que pensaba. Me siento preocupado por esta situación, me preocupa mi trabajo claramente y más que todo porque si ella me sigue dando vacaciones, me pondré perezoso y no tendré a quien custodiar si eso sucede.

Y ella... me preocupa que Alena se vaya de mi lado. No lo digo por el sexo, lo digo porque en serio la quiero tener conmigo y es primera vez que estamos separados por tanto tiempo.

Estoy cabreado y angustiado.

[...]

Había llegado la noche y yo seguía sin noticias de Alena, no voy a mentir y decir que no me siento preocupado por la situación. Es más, creo que lo he repetido durante todo el santo día y me vale verga lo que crea el resto. Ella es la mujer que me gusta, necesito tener respuestas y por esa misma razón es que sigo en la compañía de guardaespaldas. Observo como varios de mis compañeros entraron corriendo en busca de mi jefe y no sé, llámenme paranoico, pero juro por mi vida que algo malo está sucediendo.

Y sí, como una historia escrita por alguien sin oficio que ama el cliché, recibo un mensaje.

"Zervas, sé que estas en la compañía todavía. Te espero en mi oficina ya."

Siento que mi alma abandona mi cuerpo y se instala el mal presentimiento. Como alma que lleva el diablo voy corriendo hacia la oficina de mi jefe, cuando abro la puerta y todos me ven llegar, afirmé lo que mi preocupación en todo el día me decía a gritos.

—Zervas, cierra la puerta —me ordena mi jefe, hago lo que me pide y espero que continúe hablando—. Los he llamado aquí porque hubo un pequeño incidente con Carter y la princesa Alena.

Me volteo a ver a Carter, que aparta la mirada con rapidez y siento que quiero matarlo.

—¿Exactamente que incidente y por qué me lo están diciendo a esta hora? —pregunto, manteniendo la poca calma que queda en mi interior.

—Zervas, primero debes mantener la calma porque parece que quieres matar a Carter —mi jefe vuelve a hablar, pero no voy a responder lo obvio—. La princesa tuvo un accidente mientras estaba en el orfanato.

—¿Qué accidente y en donde está ahora? —alzo una ceja molesto.

—Yo estaba inspeccionando el sitio cuando la princesa ya había entrado al orfanato. No me dio tiempo de ver el lugar en donde se encontraban los obsequios y ahí se encontraban los explosivos —ladeo la cabeza procesando la inutilidad de este custodio—. Ella tomó uno y explotaron todos... la princesa salió herida en la cabeza porque se golpeó al proteger a algunos niños que estaban por recibir sus obsequios.

Trago grueso y asiento con una sonrisa.

—¿Para qué me llamó, jefe? —vuelvo a ver a Daniels—. Estas personas estaban corriendo antes de que yo llegara a la oficina y ahora me informan de que la princesa esta herida. Me dieron el día libre sin serlo y pusieron a una cuerda de ineptos e inútiles para custodiar a la princesa de Grecia. ¿El chiste se cuenta solo o debo mencionar la parte divertida en todo esto?

—Zervas, recuerda cuál es tu lugar en esta compañía y nuestro deber —me reprocha mi jefe.

—Porque recuerdo perfectamente cuál es mi posición, es que estoy diciendo esto. Fui un mercenario y antes de eso un veterano de la guerra de Afganistán, también soy considerado el mejor guardaespaldas de América y toda Europa. Por esa misma razón he custodiado a presidentes, personas importantes, dos reyes y ahora mismo una princesa...

—No estamos hablando de tus logros, Zervas —me interrumpe, burlándose Carter.

La sangre me hierve y quiero golpear a este hijo de perra.

—No estamos hablando de mis logros, pero mientras la princesa Alena estuvo a mi cargo no salió herida. Demuestras tu inutilidad al no pensar más rápido que ella. Estuviste todo el día tras la princesa y te pudiste dar cuenta de cómo es, así que debías inspeccionar el sitio al que ella quería ir primero, no el resto. Cuando te dieras cuenta de que era seguro, podrías moverte o en tu caso, respirar para no hacer nada. No, no tengo ganas de matarte, quiero hacerlo. Es increíble ver que eran dos guardaespaldas que, según mi jefe, estaban calificados para el cargo, pero 6 horas fueron suficiente para demostrar que no es así.

—Zervas, nosotros obedecemos órdenes de la princesa —mi jefe me mira con cierta vergüenza.

—Sí, pero como mínimo debían ponerle personas cualificadas para la seguridad de la futura reina de un país. Entonces, vuelvo a preguntar, ¿para qué fui llamado a este lugar? Porque de acuerdo con el inútil de Carter, no se trata de mis logros ni la seguridad de la princesa. Supongo que se trata de lo imbécil que es.

—Quería informarte que la princesa esta nuevamente a tu cargo y que se encuentra internada en una clínica privada. Te enviaré la dirección en lo que salgas de aquí —mi jefe toma el celular y teclea algunas cosas.

—Bien —di por terminada la tertulia y con una ira que superaba todo mi cuerpo salgo de la oficina.

Alena salió herida después de dejarla sola unas horas. Nadie está calificado a cuidarla. Recibo el mensaje con la dirección y salgo directo al estacionamiento a buscar mi motocicleta, cuando voy saliendo del elevador, veo a Carter caminando a su auto. Me acerco en total silencio y sonrío cuando le hago una llave y lo pego en su carro sin que me vea.

—Eres tan inútil que ni cuenta te distes que seguía tus pasos —él forcejeaba mientras yo sentía que la ira me carcomía—. Lo repetiré una vez más por si lo olvidaste...

—Zervas, lo que sucedió con Alena... —presiono más su brazo con fuerza—. ¡Perdón, perdón... princesa Alena! De verdad que no fue intencional. Jamás volverá a suceder y fue nada más un pequeño error de mi parte. La perdí de vistas 10 minutos. Lo juro.

—Me importa un carajo si te dieron ganas sacar toda la m****a de tu cuerpo en el baño. Tu deber era protegerla con tu vida, respirar su aire, observar y caminar con ella, pero solamente eres un inútil y te digo que jamás en tu puta vida volverás a custodiar a alguien. Me aseguraré de que nadie te dé a un custodio y si lo hacen, te voy a sacar los ojos o simplemente hago papilla con tus órganos.

—Zervas, eres un maldito loco... —dice, forcejeando.

—Y tu un maldito inútil. No olvides que soy un mercenario, cariño —lo suelto, su rostro está completamente rojo, pero me mira con miedo—. No mentí en nada de lo que acabo de decir y debes estar agradecido con la vida de que a la princesa Alena no le pasó nada... porque mañana serías los titulares de primera plana en sucesos.

Se ríe.

—Jamás podrás estar con ella, Zervas —dice con burla, pero rápidamente su rostro se pone serio.

—Y tú dejarás de vivir si sigues dejando que se lastimen los custodiados —me burlo—. No todos los que cuidamos son príncipes o niños ricos. Así que cuídate y no te dejes matar, cariño.

Me largo a mi motocicleta para ir directamente con Alena. El corazón está por salirse de mi pecho en preocupación y muero por verla.

Si le pasa algo a ella... Dios.

Amarte es y será mi perdición, Alena.

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