Capítulo 12

Varios días después…

Bastian.

La mayor parte de las veces soy un idiota y no me importa serlo. Un adicto al trabajo que obedece las reglas y cumple su deber al pie de la letra. Por eso me parece una completa traición lo que me hizo Camelia.

Sé que no soy la mejor persona para decir que se debe separar la vida laboral con la vida personal, pero yo nunca permití que Alena estuviera en peligro ni mucho menos ventilé información de mi trabajo.

Estoy cansado de no saber controlar la situación ella.

Alena me supo poner la vida de cabeza.

—Por eso te pusieron a trabajar conmigo —llevo la vista a Gustavo, mi nuevo custodiado.

—Entiendo, solo debe informarme los lugares a donde iremos para poder verificar la locación y que todo esté completamente seguro para usted —le informo.

Gustavo Vogiatzi, es un empresario griego muy aclamado en ese país, amado por la mayoría de las mujeres por ser un diseñador de ropa cómoda. Vi lo que hace y no me gustó, pero como no soy mujer y no entiendo la razón de pagar miles de dólares por una camisa, no opino.

—¿También eres griego, Bastian? —me mira, mientras me pasa su agenda—. Te pregunto porque tu apellido es muy común en mi país.

Tomo la agenda y la empiezo a ojear. 

—Mi padre es griego y mi madre es americana —respondo, cerrando la agenda—. Tiene una cita hoy en su oficina. Por favor, no olvide informarme si va a salir después de terminar con su cliente. 

—Eres tan conversador —se queja, sonrío al verlo frustrado—. No te daré problemas, Bastian. Podemos ser amigos y la persona que viene hoy es un amor, así que nos quedaremos aquí.

—No me gusta ser amigo de mis clientes —hago una mueca al recordar a mi amiga con privilegios—. Siempre resulta problemático. Espero no ofenderlo, pero quiero mantenerme al margen de su vida personal.

—Te trataré como quiero y tú solo haz tu trabajo —le entrego la agenda—. Te presentaré a mi mejor amiga. Capaz y te quita esa personalidad poco amigable.

—Que pase buen día, señor Vogiatzi —doy por terminada la conversación y salgo de la oficina.

Nunca me he quejado de mis trabajos, pero a mi nuevo cliente lo quiero mandar a la m****a por ser invasivo.

[...]

Habían pasado unas horas cuando recibí un mensaje de mi nuevo jefe, informándome que saldría a almorzar con su mejor amiga. Se suponía que tenía una reunión con un cliente, pero fue cancelada por la llegada de su amiga.

Así que aquí estoy esperando en el estacionamiento a que llegue Gustavo y su amiga.

Reviso varias veces el celular esperando alguna respuesta de Fabrizio. Quería que me ayudara con algunas cosas referentes a Camelia, pero sigue sin responderme y siento que el tiempo corre muy lento.

—¿Tu trabajo es comprobar el celular y no cuidar a tu jefe? —levanto la cabeza sorprendido al escuchar esa voz—. Vaya custodio eres, Zervas.

Parpadeo varias veces sin creer que ella esté aquí. 

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, busco alrededor y encuentro a Kyle tras de ella.

—Mi nuevo custodio es tu mejor amigo —me ve con diversión—. Por lo menos él me da espacio y no hizo cosas tan malas como tú.

Kyle se topa con mi cara de incrédulo y niega con la cabeza.

—Bastian, te presento a mi mejor amiga —Gustavo se acerca con una sonrisa—. Ella es la princesa Alena de Grecia y la persona más hermosa de mi mundo.

Sonrío molesto.

¿Ahora tiene amigos? ¿Justamente tenía que ser este imbécil?

—Un placer volver a verla, princesa Alena —hago una pequeña reverencia con mi cabeza—. Señor Vogiatzi, he verificado el lugar donde comerá, ¿irá en el mismo automóvil que la princesa?

—La princesa vendrá con nosotros y su guardaespaldas —me informa—. No sabía que conocía a mi mejor amiga. ¿De dónde se conocen?

Lo noto molesto.

—Información confidencial —respondo, haciéndolo enojar más—. No tengo motivos para decirle de dónde conozco a la princesa.

—Alena…

—Princesa Alena, señor Vogiatzi —le corrijo, haciéndola reír.

—Bastian, pareces un perro rabioso —interviene ella—. Como dijo Gustavo, somos mejores amigos. Calma tus garras —mira a Kyle—. Vamos con ellos, Duff.

Ella espera a que Kyle le abra la puerta para subir al auto.

¿Es en serio, Alena? ¿Esperas a que te abran la puerta?

—Zervas, estoy aquí —miro a Gustavo y voy al otro lado del auto para abrir su puerta—. Tu jefe soy yo, deja de ver a Alena y cuídame a mí.

Ignoro por completo su petición y cierro la puerta al ver que entró al auto. Me subo y espero a que Kyle haga lo mismo.

—Inspeccioné también el lugar donde ellos tendrán su almuerzo. Está a unas calles de aquí y la comida no contiene mariscos o algo que pueda darle alergias a la princesa —me informa Kyle.

Bastardo, haces bien tu trabajo y estoy orgulloso de ti.

—También inspeccioné el lugar y todo está en orden. Por órdenes del señor Vogiatzi se cerró por completo el tercer piso para que puedan tener su comida, así que nos quedaremos afuera esperando que todo termine —respondo, él asiente satisfecho y limpia su hombro, haciéndome reír.

Pongo en marcha el auto después de imitar la seña de él.

Cuando estuvimos en Afganistán teníamos nuestras maneras de comunicarnos para que los enemigos no se dieran cuenta, en este caso, limpiar una pelusa inexistente significa que la situación es graciosa y queremos matar a nuestros jefes o ellos a nosotros.

En mi caso, yo quiero matar a mi custodiado.

—¿Qué tal te va con Zervas, Gustavo? —pregunta Alena, miro por el retrovisor que ella le sonríe—. Él fue mi guardaespaldas hasta hace como un mes.

 —No quiere ser mi amigo —responde indignado.

Kyle se ahoga y empieza a toser, me giro a verlo y a darle golpes por la espalda para evitar que se muera.

—Es extraño, Zervas era un buen amigo mío —dejo de golpear a Kyle y trato de ignorar la situación—. Es un increíble amigo. Te consuela como debe ser, es atento y dedicado a su trabajo, que te asfixia.

—Conmigo no es así —se queja.

—Tendrás que dar lo mejor de ti —le informa—. Después puedes llevarte una grata sorpresa y descubrir que es un asesino.

Miro al retrovisor y ella me sonríe inocentemente.

—¿Lo es? —escucho el miedo de mi jefe.

—No, solo estoy jugando contigo, Gustavo.

Muevo mi cuello de un lado al otro incómodo con la situación. 

Alena, estás jugando con fuego…

[...][…]

Habíamos llegado al fulano restaurante donde el almuerzo fue tranquilo. Kyle se quedó adentro con ellos y a mí me sacaron como perro. Esta situación es incómoda porque no he tenido la oportunidad de hablar con él y preguntar por qué no me había dicho nada de esto. Sé que hemos estado teniendo entrenamientos de resistencia y me he metido de lleno a tratar de comunicarme con Fabrizio, pero Kyle nunca mencionó nada del cambio de guardaespaldas con respecto a él.

Salgo del baño porque no aguantaba las ganas de orinar y sentía que la vejiga se reventaría en cualquier momento. Le había avisado a Kyle para que los mantuviera unos minutos ahí, en caso de que decidiera irse del restaurante y no me encontraran en mi puesto.

—Cómo descubrí que ayudas a mafiosos, ¿ahora haces mal tu trabajo? —me sorprendo al ver a Alena frente a la salida del baño.

—¿Estás sola?, ¿por qué vienes aquí sola? —la miro preocupado.

—Dije que iría al baño —me informa, ignorando mis preguntas—. ¿Por qué estás haciendo mal tu trabajo?

Me acerco a ella hasta rozar su nariz con la mía.

—¿Por qué me estás tentando, Alena?

—Es tu culpa por herirme —la veo tragar grueso.

—Me estás metiendo en problemas con mi jefe.

—¿Crees que me importa? —me mira fijamente—. Voy a destruir tu carrera. No te quiero cerca de mí.

—Eres tú la que me estás buscando —juego con su nariz—. Con Kyle esperas a que abra y cierre la puerta. Con él esperas y eres obediente, ¿por qué no podías ser así conmigo?, ¿Por qué a mí me jodes la vida?, ¿Por qué quieres que pierda la compostura y me salga de mis casillas?

—Porque eres Bastian —trata de alejarse—. Déjame ir.

—No.

—¿No?

—No.

—Gritaré y diré que intentas propasarte conmigo.

—Jode mi carrera, quiero mandarlo todo a la m****a y que destruyas mi vida como te da la gana. Estoy perdido sin ti, pero quiero amarte y que me permitas besarte, hacerte mía y que compartas sonrisas conmigo —suspiro y con la poca capacidad de movilidad en mi cuerpo, me alejo.

—Entonces hazlo.

Ella se pone de cuclillas, toma mi rostro con sus manos temblorosas y me besa.

Mi cuerpo no sabía que necesitaba tanto de ella hasta que sentí sus labios en los míos. La tomé por su cintura y la alzo para meterla al baño mientras la beso, abro la puerta y la cierro pasando el petillo.

—De aquí no saldremos hasta que vengan por ti —dice con la respiración acelerada.

—Perfecto —respondo y vuelvo a besarla.

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