Capítulo 29

La vida está siendo bastante cruel conmigo...

Berlín-Alemania.

Princesa Alena.

Mi mente durante toda la noche repitió como disco dañado las palabras de Bastian. Durante toda la noche no pude dormir, ya que cada vez que cerraba los ojos, su voz me hacía abrirlos y las lágrimas invadían mi espacio.

Por mi mente pasaron miles de ideas para llamarlo y decirle que su despedida me estaba destrozando, pero ni siquiera tuve fuerza para salir de la cama.

No puedes buscar a una persona que quiere alejarse de tu vida.

Aunque sinceramente yo fui quien lo echó. Yo fui quién lo lastimó. Yo fui la causante de sus mayores heridas.

Estaba en Alemania ahora, pero nadie sabía que había ido fugazmente a Grecia. Todo había quedado en silencio para no armar algún escándalo.

La coronación de mi hermano estaba por llegar y no queríamos que nadie supiera que había llegado al país.

—Alena... —regreso la mirada a mi prima, estábamos sentadas en el balcón de su palacio, vine porque últimamente se había sentido mal—, ¿Lograste hablar con Bastian?

—Hay cosas que es mejor no recordar, Hilary —veo su cara de preocupación, tomo su mano para acariciarla—. ¿Qué pasa, Pitu? Me estás asustando —baja la mirada—. ¿Hay algún problema? ¿El tío sigue enojado contigo por huir de aquí?

Coloca ambas manos sobre las mías y empieza a llorar desconsolada.

—Estoy embarazada, Ale —susurra tan bajo que por poco casi ni la escucho—. Tengo once semanas de embarazo.

Oh, por Dios.

—Kyle... Él... —no me deja terminar.

—Me enteré esta mañana porque no aguantaba los mareos —limpia sus lágrimas—, pero la situación con Bastian y que ellos no pueden estar en el mismo lugar que nosotros... Kyle rompió conmigo al enterarse de que soy princesa.

Me trago las ganas de llorar y tratando de quitarme la pesadez que empiezo a sentir en mi corazón, aprieto sus manos para que levante su mirada y vuelva a verme.

Todo esto está pasando por mi culpa.

—No sé qué voy a hacer, Ale —regreso a la realidad, su rostro lleno de preocupación, me parten el alma—. Mi padre no sé si lo acepte y el papá de mi bebé es un traidor. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

Me levanto y la abrazo intentando darle ánimos.

—Encontraremos una solución, Pitu —susurro en su oído mientras la sigo abrazando—. No debes preocuparte de nada. Voy a intentar hablar con mi hermano para que puedas volver a ver a Kyle y decirle esto.

No es fácil salir embarazada siendo de la realeza.

Tenemos prohibiciones y por más que sea que seamos de países diferentes, las reglas siguen siendo las mismas. Hilary se tiene que casar con Kyle, si ella quiere seguir manteniendo su honor como princesa.

Un bebé hermoso viene en camino y estoy feliz por ella, solo que siento que es mi culpa, que ahora el papá de su hijo y ella, terminaran.

[...]

Egan estaba preocupado por la situación entre mi prometido y yo. Estaba buscando las mejores maneras para no dañar las relaciones entre ambos países. Después de consolar a mi prima por horas, por fin se calmó y la acompañé un rato a su habitación hasta que el sueño la venció.

Ahora estaba en el balcón sola, esperando a que Egan llegara. Él por los momentos no me quería dejar ir sola a ciertos lugares y hoy, venía con una misión...

Finalizar mi compromiso.

—Entonces mi hermano decidió darnos espacio —me levanto de la silla y le doy dos besos en su mejilla—. Siento mucho que tuvieras que venir hasta Alemania.

—Un respiro nunca está mal visto para nuestras terribles agendas —responde, con una media sonrisa—. El príncipe Egan tiende a ser bastante protector contigo.

Lo invito a sentarse en el lugar en donde mi prima había estado anteriormente. Jay era la persona más bondadosa que había conocido, pero él quería una esposa que no opinara y siempre estuviera de acuerdo en todo.

Yo no estaba calificada para ese papel.

Por eso mi hermano quería sacarme de aquí.

—Egan es especial y rara vez suele relajarse. Es cuestión de costumbre —me ve con confusión, le entrego el anillo que me había dado como muestra de nuestro compromiso—. En Grecia soy la segunda en la línea de sucesión al trono, pero siempre he hecho las cosas como he creído que es correcto. Por ley no me corresponde la corona, pero reinar en otro país bajo la sombra de otra persona, no puedo.

—No estarás bajo mi sombra, Alena... —toma el anillo mientras lo ve—. Serías mi reina y tendrías la misma autoridad que yo cuando no esté. Solo es estar...

—Serás rey de Bélgica, pero todos saben cómo son las leyes en tu país. Aquí mandará Egan y en Bélgica tú... —suspiro.

Asiente, guarda el anillo y me ve.

—Estás diciendo que quieres ser reina de tu propio país, pero sin darte el título por matrimonio, ¿Eso es lo que me quieres decir? —pregunta serio.

—Yo puedo reinar en Nueva Zelanda. ¿Estarías dispuesto a renunciar a ser rey y convertirte en mi sombra? ¿Quieres ser rey por el título del matrimonio? —le respondo con una pregunta.

—Jamás quisiste ser reina, Alena —asiento—. ¿Por qué ahora estás decidiendo esto?

Sonrío y lo miro sin muchos ánimos de responder.

—Serás una gran reina —se levanta de la silla—. No importa el país al que decidas reinar. Simplemente serás maravillosa —sonríe dulcemente.

—Ni yo misma sé que quiero ser —murmuro—. Jay, gracias por quererme y siento mucho no haber correspondido tu amor cómo lo merecías —me levanto para quedar frente a él.

—Creí que podíamos intentarlo un poco más —besa mi frente con dulzura—. Nuestro amor terminó hace meses, pero yo seguía empeñado en que las cosas no habían cambiado.

—Encontrarás a alguien mucho mejor que yo —acarició su mejilla—. La amarás más que a mí, te hará feliz y serás el hombre más dichoso por tenerla.

—Fueron dos maravillosos años —besa mi mejilla—. Eres la mujer más bondadosa que pude encontrar en mi vida, princesa Alena.

—Tal vez no tenemos los mismos recuerdos en nuestra relación, pero estoy feliz de haber coincidido contigo —respondo, con un nudo en la garganta.

—Nos volveremos a ver en la coronación de Egan. Feliz noche, Alena —se despide y se va del balcón, con esa triste sonrisa que desde que le entregué el anillo, se le instaló en su rostro.

Adiós mi querido amigo.

Espero que logres encontrar a esa chica que vuelva a poner en ti esa bonita sonrisa que tenías antes de conocerme. Espero que ella te haga olvidarme y que logres amarla con toda la fuerza que sé que tienes.

[...]

Se suponía que hablaría con Egan para que me dijera dónde se encontraba Bastian, pero las cosas con mi hermano son diferentes. Él había estado reformando las leyes de Grecia para que yo pudiera asumir mi papel de reina en Nueva Zelanda. También iba a tratar de ser más flexible en cuanto a la prohibición de Bastian y Kyle, pero no me prometió nada.

Solo una pequeña modificación dijo que le haría.

Abro la puerta de la habitación de Egan, en donde se supone que debería estar y para mi sorpresa, todo estaba completamente oscuro. Él y yo quedamos en vernos y tenía que venir a su habitación, pero no sé a dónde pudo ir, a estas horas de la noche.

Trato de encender el interruptor de luz, pero no funciona.

—Egan, ¿en dónde estás? Me estás asustando —lo llamo, pero solo hay silencio.

Termino de entrar a la habitación porque la ventana del balcón estaba abierta.

—Tu querido hermanito no está aquí, princesa —esa voz tan familiar hace que mi corazón lata rápido y mi piel se ponga de gallina—. Esta es la mejor reacción que pudiste tener. Si hubiese sabido que me tenías tanto miedo, hace rato aparecía en tu casa.

La luz de la habitación es encendida y la silueta de la mujer que más problemas me trajo en Estados Unidos, aparece.

Su sonrisa sádica, sus ojos rojos, su rostro de terror que simplemente te paralizaban sin importar más nada.

—Pero Egan... —intento hablar, ella me hace callar con un golpe en la pared.

—Estás en casa, pero es el lugar más inseguro para ti en este momento —hizo un número dos con sus manos—. Fue fácil lograr entrar aquí. Por eso deberían tener más cuidado con las personas que les hacen la comida.

Miro hacia los lados buscando una salida, pero solo podría saltar del balcón... Desde el tercer piso será complicado.

—Sabía que te daría gusto verme —camina a paso lento y mi respiración está cada vez más acelerada—. Tu miedo me encanta desde que te diste cuenta de lo que era capaz.

—Guardé silencio... —no logré terminar de hablar cuando su pesada mano se estampó en mi mejilla con una bofetada.

—Las niñas buenas deben estar calladas —coloca su mano en mi cuello sin hacer presión—. Guardaste silencio, pero Bastian fue cruel conmigo. Estoy huyendo de sus amigos por tu culpa y eso jamás te lo voy a perdonar.

Y sin esperar más empieza ahorcarme sin piedad. Con desespero y lágrimas en los ojos intento quitar sus manos de mi cuello sin éxito. La falta de aire se hace presente y las ganas de que me suelte se hacen cada vez menos. Mis ojos empiezan a pesar y la vista se me empieza a nublar.

—Mátame, eso es lo que siempre quisiste... Mátame... —en un último intento de hablar, lo logro decir.

Me suelta, después de soltar una carcajada.

—Sería muy fácil si solo te dejo ir—saca una pistola—. Es hora de que Bastian sienta el verdadero dolor. Que sienta lo mismo que me hizo sentir a mí cuando me dejó.

Con su arma me da un cachazo haciéndome caer al suelo desmayada.

«Qué alguien me ayude, por favor», fue mi último pensamiento antes de que todo se volviera negro.

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