Capítulo 16

Un día después…

Bastian.

No puedo decir que he tenido las mejores 24 horas después de lo que pasó con Alexia. Las relaciones que más duelen son las que casi terminan en algo. Nunca fui novio de esa pelirroja, siempre fui su custodio… su casi algo y para mí, ella terminó siendo mi todo.

Aquí estoy 24 horas después sin haber dormido y pensando en muchas cosas. No, no me arrepiento de absolutamente nada de lo que hice en mi pasado. Solo quisiera que ella pudiera aceptarme aunque sea un poquito. Estaré bien si solo una persona me conoce bien. Para mí es suficiente ella, porque no necesito la hipocresía del mundo. Alena es honesta, transparente y puedo decir que es la persona más pura que mis ojos hayan podido conocer. Por eso sabía que Camelia la había amenazado, pero ahora mismo estoy envuelto con todos mis demonios, tratando de hacerle entender a mi mente que es una amenaza y no Alena, desde lo más profundo de su corazón, quien me rechaza.

—Zervas, estoy hablando contigo —la voz del griego me hace dejar mis pensamientos de un lado—. Tengo rato hablando de lo que haremos hoy y tú no estás prestando atención. ¿Eres normalmente así? Porque necesito a una persona que esté comprometido en su trabajo y tenga su atención de lleno hacia mí.

Lo miro inexpresivo al notar que lo decía intentando humillarme frente a sus amigos o tal vez compañeros de trabajo.

Ese tipo tiene de todo menos amigos.

—¿A qué se refiere con normalmente así? —pregunto, haciéndolos reír a todos—. Tengo aquí desde que empezó la reunión y solo han hablado de los cuerpos de los modelos y no del trabajo. Me preguntó al inicio de esto si daría mi opinión y he dicho claramente que no. El hecho de que no comparta mi manera de pensar con el actuar de todos aquí, no quiere decir que no estoy comprometido en mi trabajo. No necesita mi atención porque no está en peligro y tiene más de dos horas en una oficina. Así que en peligro no se encuentra. Por eso volveré a preguntar, ¿a qué se refiere? Ya que no ha hablado nada sobre lo que hará y de acuerdo con su agenda, va tarde para la donación de ropas en el orfanato. Por lo visto olvidó que le hizo una promesa a la princesa de Grecia.

Se hizo silencio en la oficina y las caras que morían por reírse cuando Gustavo intentó humillarme, ahora eran de completa vergüenza y seriedad.

—Eres la persona más molesta que he conocido —se levanta del sillón—. ¿Sabes que puedo destruir tu estúpida profesión por lo que acabas de hacer? —se para frente a mí.

—Tiene que darle los motivos necesarios a mi jefe para destruir mi profesión —lo miro serio—. Pero adelante, puedo llamarlo ahora mismo y así usted puede poner una queja sobre mi trabajo. Que, de acuerdo con mi parecer, no he hecho absolutamente nada malo. 

Se empieza a reír. 

—Eres un bastardo insoportable —me mira molesto.

—No pretendo hacerme amigo de mis jefes. Así que respeto su opinión —le entrego su agenda—. No olvide que va tarde para su cita en el orfanato. Iré a preparar el auto. Nos vemos en el estacionamiento.

—Bastian, nunca dije que podías retirarte de la oficina —me toma del brazo, deteniéndome.

Me suelto de su agarre y me giro a verlo.

—Primero, respete mi espacio personal. No tiene derecho a tocarme cuando sabe perfectamente que puede hablarme y obedeceré. Segundo, me retiro de la oficina porque es necesario hacer cumplir su agenda, ya que su familia ha pedido que no siga manchando su apellido, y, por último, no me llame Bastian porque no soy su amigo. Normalmente me dicen Zervas, así que le pido que también haga lo mismo.

—Eres despreciable. No sé quién te ha dado la libertad de tratarme así, pero te recuerdo que tu jefe aquí soy yo y no estoy conforme contigo. Pediré cambio por tu altanería y estupidez —me empuja.

Saco de mi bolsillo mi celular y busco el contacto de Daniels.

—Aquí está el número de mi jefe. Puede llamarlo y notificarle el cambio de guardaespaldas —le muestro el celular—. A mí nadie me va a amenazar y mucho menos cuando estoy cumpliendo con mi deber correctamente —su rostro se tiñe de rojo y sus ojos se inyectan de ira—. Le doy un consejo, llevemos la fiesta en paz y sea profesional. Yo no vine a jugar y mucho menos quiero tener amigos. Separo mi vida personal de lo laboral y quien me conoce, sabe perfectamente que soy extremadamente profesional y mi trabajo siempre es primero.

Dicho eso, decidí irme de la oficina y esta vez no soy detenido por nadie. 

Ese tipo me molesta y es la peor persona que pude tener como custodiado.

Tengo que calmarme porque lo de Alena me tiene fuera de mi cordura y podría cometer una estupidez por mi falta de control. 

[...]

Con Gustavo molesto por lo que había sucedido en su oficina más temprano, llegamos una hora tarde al orfanato. Se supone que él debía estar a tiempo para la rueda de prensa con Alena, pero las cosas se tornaron de esta manera. Así que me toca ser guardaespaldas de un tipo irresponsable. 

Me bajo del auto y le abro la puerta trasera a Gustavo para que salga. Él sale molesto y espera a que yo cierre el auto para empezar a caminar. Lo hacemos y activo la alarma por mera diversión porque a este tipo nadie debe querer hacerle algo. Ingresamos al orfanato y siento una pequeña molestia en mi pecho al ver a Alena sentada, envolviendo algunos regalos.

Se veía tan hermosa…

Inalcanzable…

—Te quedas aquí. No quiero un perro faldero a mi alrededor —me ordena Gustavo.

Asiento y lo veo acercarse a Alena, antes de ver más, decido darme la vuelta para seguir inspeccionando el lugar.

—Llegaron bastante tarde —miro a Kyle ponerse a mi lado—. ¿Estás bien, Bastian?

—El princeso tenía cosas que hacer —se ríe—. ¿Por qué no estaría bien, Kyle?

—Porque estás respondiendo con una pregunta —alzo una ceja—. Gustavo es el custodiado que nadie quiere. Escuché que siempre intenta sobrepasarse con sus guardaespaldas y amenazarlos.

Lo miro obvio.

—Dime algo que no sepa —le guiño un ojo—. Hablando de eso. ¿Desde cuándo estás trabajando como el espía del Capo?

—Ah… bueno… simplemente sucedió así —responde.

—Mientes tan bien —me río, miro fugazmente a Alena, ella se topa con mi mirada y la aparta con rapidez—. La vida y sus eternos secretos…

—Será así mientras esté involucrada Alessandra. Debo vigilar todos los lugares donde ella este —me informa—. También escuché que te está pidiendo como guardaespaldas temporal.

—¿Qué pasará con el imbécil del abusivo? —pregunto, dejando de ver a Alena.

—Pasará a otro guardaespaldas. Recuerda que las órdenes de Fabrizio son bastante especiales —se burla.

—Lo sé. Todos los días veo su voluntad en mi espalda —sonrío—. No veo problema en ser su guardaespaldas. Siempre es bueno ver a viejos amigos fuera de ese mundo.

Llega una señora a ofrecernos agua. Ambos negamos con amabilidad y al fondo escucho la voz de Gustavo.

—¡Mi guardaespaldas le puede dar un balazo si le ofrecen algo que no le gusta! ¡Es un imbécil que no entiende razones! —grita.

Todos se giran a verme y sonrío fríamente.

Al único que me gustaría matar es a otro.

—¿Y qué sucedió con la princesa? Creí que se iría contigo a casa —mi amigo ignora todo y vuelve a hablar.

—Terminamos lo que nunca empezó —digo con simpleza—. Ya sabes… no soy digno, pero si un asesino al que le tiene miedo.

—¿Te quedarás con los brazos cruzados? —me mira molesto—. Bastian… ella te ama, solo que está un poco confundida.

—Esperaré a saber qué le dijo Camelia. Además, no puedo hacer nada porque no puedo acercarme a ella. Kyle, ella está confundida, pero me hiere haciendo todo lo que hace. Sus palabras hacen cavar mi tumba con rapidez y sus rechazos se clavan en mi mente diariamente. Ella me tiene miedo y está asustada de mí, pero yo no puedo hacer más nada que sufrir en silencio porque soy un hombre y debo entenderla a ella. Al parecer siempre hay un bando al que ir, pero yo siempre me encuentro solo tratando de entender los motivos de todos y esperando el momento perfecto para actuar cuando se trata de sentimientos —suspiro y vuelvo la vista a Alena—. Por eso soy un adicto al trabajo. Es lo único que puedo controlar y es lo único que hago bien… no, es lo único en lo que soy excepcional.

—Lo siento, hermano —pone una mano en mi hombro—. Yo siempre estaré de tu lado, pase lo que pase. 

—Lo sé —también toco su hombro.

Cambiamos de posiciones y seguimos haciendo nuestro trabajo.

Hoy me tocó admirarla desde lo lejos, pero lo que yo siento está ardiendo y doliendo dentro de mí. 

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