Capítulo 21

Tenía miedo de lastimarla, de dañarla y tocarla con mis manos llenas de sangre. No me sentía digno de ella, pero mis sentimientos eran sinceros. 

Con ella quería todo, pero a la vez me asustaba qué reacción podría tener cuando me viera. La amaba profundamente, la amaba tanto que me dolía creer que en cualquier momento esto podría cambiar para peor. 

—Bastian… —susurraba entre besos.

Ella era tan pequeña que cabía a la perfección entre mis brazos, era como ver a una mujer frágil que necesita ser amada y protegida las veces que sean necesarias.

—Alena… por favor… —el corazón me latía con rapidez, sentía que en cualquier momento podría darme un paro cardíaco en cualquier momento.

—Estoy asustada —admite nerviosa, dejo de besarla para verle la cara—. Yo quiero que sea especial…

—Estar juntos siempre es especial para nosotros, bonita —beso su nariz—. Es difícil hacerlo para nosotros, por eso es especial para mí cada vez que logramos algo íntimo sin pelear.

Sus ojos brillaban y con una sonrisa que me derritió el poco control que me quedaba, entendí lo increíblemente enamorado que estaba de Alena.

—Siento mucho estar tan borde contigo, Bastian —acaricia mi mejilla—. Eres tan alto.

Suelto una pequeña carcajada.

—Y tú tan enana —golpea mi pecho—, pero eres perfecta para mí. Entras a mi vida sin problemas, pero haces un alboroto en ella que me dejas sin defensa.

—No quiero casarme contigo… —trago grueso ante su confesión.

—¿Por qué? Yo no lo estaría haciendo por obtener un título noble.

—Pero cambiarías completamente tu vida por mí —presiona sus labios—. No podrías tener la libertad que disfrutas ahora y ser la persona que tenías en mente.

—¿Alguna vez pensaste que mi vida fuera increíble? —ella niega con la cabeza—. Más de una vez fui a misiones para morir. No quería nada más que eso. Entré a la Cosa Nostra para que me asesinaran y terminé siendo bueno en mi trabajo. Me dieron una lección de vida que no me permite mostrarme sin camisa ante ti, hoy en día y sí, yo…

—En la realeza la vida es una selva —sus caricias me quemaban la piel, quería estar con ella—. No quiero que salgas lastimado por mi culpa. 

Beso la comisura de su labio.

—¿Con qué te amenazó Camelia? —su rostro cambió completamente, intenta apartarse empujándome—. ¿Qué te dijo para que me mantengas a raya y creas que necesito ser cuidado?

—Por hoy no peleemos, por favor… —susurraba—. Prometo decirte en la mañana todo lo que quieras saber.

Mentirosa, no me dirás nada.

—Las cosas no son así de sencillas —con todo el dolor de mi alma, me aparto de ella—. ¿Me amas?

Ella abre y cierra la boca varias veces, pero no logra decir nada.

—Alena, ¿En algún momento me amaste? Porque me das a entender muchas cosas antes de poder adivinar tus sentimientos por mí.

—Las cosas no son así de sencillas —repite lo que yo dije.

—Cuando llegue el momento de tomar una decisión por lo que me propuso el príncipe Egan, no tendré en cuenta tus sentimientos —una lágrima cae a su mejilla—. No volveré a tener en cuenta algo que venga de ti, hasta que logres ser honesta y dejes de jugar conmigo.

—¡No estoy jugando contigo, Bastian! —se va de la cocina—. ¿Crees que esto es fácil para mí? He vivido una vida increíble tanto en casa como aquí, pero todo cambió porque me empezó a atraer un hombre.

¿Le gusta otra persona?

—¿De qué demonios estás hablando? —pregunto entre dientes.

—Te conocí, Bastian. Te conocí y la vida me cambió de muchas maneras y hoy me resulta imposible poder seguir así —pasa sus manos por su cabello.

—¿Conocerme es una desgracia para ti? —una punzada en el pecho me hace acariciar la zona—. ¿Soy un error en tu vida?

Ella sonríe con tristeza.

—Tu presencia trajo a Camelia y ella es una desgracia para mí —su voz era fría—. Mientras ella esté aquí…

Soy culpable de Camelia…

—Entonces debo matarla.

—¡Bastian, las cosas no funcionan así en la vida! —me interrumpe.

—¿Estarías conmigo sí ella no está? —la veo dudar unos segundos y decido apartar la vista.

—No —responde tajante—. No estaría con la persona que la asesinó.

—Te traeré los nombres de las personas que maté para que tengas más motivos para alejarme. A ellos les podrás guardar luto y a mí me podrías seguir tratando como asesino —suspiro, antes de darnos nuestra última conversación.

—Somos circunstancias que nunca debimos ser, Bastian. 

—Simplemente nunca debimos conocernos. No debimos cruzar la línea entre la jefa y su empleado. No debimos tenernos compasión y mucho menos debiste ilusionarme para después echarme como un animal enfermo.

—Bastian…

—¡No, Alena! —la detengo—. Esta es la última vez en donde podemos decir que había un nosotros. No hay un mañana ni un por siempre porque eres una cobarde que solo juega conmigo —hago puño mis manos—. ¡Maldición, iba a dejar todo por tus migajas de cariño falso!

—¡No es falso! —camino hacia la sala para irme—. ¡Yo te amo, mi cariño no es falso!

—¡Deja de decir mentiras! —la enfrento—. ¡Estoy jodidamente cansado de todo esto! —la señalo—. ¡Tú le crees a cualquier persona lo que te diga de mí, pero no a mí!

—¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Ponte en mi lugar una vez y piensa en mí! —me reclama.

—Siempre me pongo en tu lugar y mira como terminan las cosas —respondo molesto—. Cuando te pongo en primer lugar salgo herido. Me das dos palabras bonitas, después me lanzas a la realidad y me abandonas. Lo siento, Alena, pero no voy a seguir tu juego. 

Se hace un silencio entre los dos y aunque muero por ir a abrazarla para que no llore, no lo hago. 

—¿Es nuestro adiós? —la miro obvio—. Entonces… Sigue haciendo bien tu trabajo y por favor, no aceptes lo que te diga Egan.

—Tú no tienes derecho de pedirme nada —suelto de golpe, haciéndola sorprenderse—. Es suficiente. Mataste todos los momentos especiales que pudimos tener alguna vez. 

—Lo siento, Bastian…

—No, no lo sientes —hago una reverencia—. Que pase buenas noches, su alteza.

Salgo del departamento con el corazón en mil pedazos y el alma me estaba empezando a doler.

Lo había entendido, tarde, pero lo hice. 

La razón por la que Alena no podía amarme de la misma manera en la que yo lo hacía, es porque ella no lo hace. 

No me ama. Me desprecia y cualquier persona es mucho mejor que yo. Mi miedo más grande, encontrar a la persona que me hiciera luchar y olvidar un poco mi miseria, amarla y protegerla con todo lo que yo pudiera darle, pero sabía muy en el fondo que no era digno. 

Encontré a la mujer que me destruye la vida en cuestión de segundos. 

Alena.

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