Capítulo 20

Bastian.

Cumpleaños de Kyle.

Después de la conversación que tuvimos con Egan, el príncipe de Grecia, no hubo más adelanto o cualquier información extra sobre lo que nos propuso. No podía imaginar que podría ser Conde o estar tan cerca de Alena. 

Ni en el sueño más loco, lo hubiese creído.

Nadie más que yo, sabe lo mucho que he sufrido por ella. He aguantado tanto y sí, soy un adicto al trabajo, pero cuando se trata de esa pelirroja, que parece una muñeca de porcelana, la vida me da tres bofetadas y me deja fuera de juego.

Amo a Alena desde lo más profundo de mi alma. Ella me gusta de todas las formas que existen y las que no también. Tenerla tan cerca de mí, pero solo poder mirarla de lejos, me produce sentimientos que no logro descifrar.

Estábamos en casa de Hilary, por el cumpleaños de Kyle. Ella había decidido darle una fiesta sorpresa a su novio por la simple razón de que lo amaba. Kyle y yo no somos de celebrar cumpleaños. No celebramos un día menos vida, pero la ilusión que tienen los demás por una celebración sin razón, nunca se la hemos quitado. 

Todos los años celebran conmigo, pero nunca he tenido la emoción de hacerlo… después de lo que le sucedió a mi hermana… nunca más.

—¡Feliz cumpleaños, mi amor! —Hilary saltaba a los brazos de Kyle, emocionada. 

Era día de semana, miércoles y en la noche. Mañana lo más seguro es que trabaje cansado. Alessandra desde mañana empieza conmigo. Nuestro trabajo oficialmente daría inicio con todo lo que se supone que tengamos que descubrir.

—No era necesario, amor —besó su frente—, pero te ha quedado increíble la decoración.

—Todo para el mejor novio del mundo —le sonríe dulcemente, hago una mueca de desagrado, que llamó la atención de Alessandra—. ¿Quién la invitó a ella? No sabía que venían acompañados.

Se hace un silencio incómodo, cuando todos ven a Alena.

—Soy amiga de ellos —responde, Alessandra—. Nos conocimos en Italia hace unos 15 años. Ya han pasado 15 años, ¿cierto, chicos?

Hilary se aleja de Kyle mientras frunce el ceño. 

—Ah… ¿De Italia? —pregunta Alena con burla—. Debes conocer muchas cosas que mi ex guardaespaldas esconde. 

Me mira molesta. ¿Por qué te enojas? Sabes que si me preguntas te diré todo, pero tú te empeñaste en huir e ignorarme hasta que creas que es suficiente.

—Los conozco a esos dos, más que  a cualquier otra persona en este mundo —le guiña un ojo—. Me alegra saber que al ser la mejor amiga de ellos, han cambiado su manera de ser y son más amables —me mira —. Sobretodo tú, Bastian.

—Alessandra… —le doy una advertencia.

—Solo quiero socializar con las jefas de ustedes. Además, ¿qué tiene de malo que sea de Italia? También soy una persona importante en mi país y fuera de él. No creo que esté mal querer compartir con mis amigos en sus días importantes. Siempre hemos celebrado juntos todo tipo de eventos, pero si estoy incomodando con mi presencia, puedo irme en este momento.

Miro a Alessandra sin inmutarme, sé lo que quiere hacer y eso, nada más funciona en Alessandro.

—Ale, eso no funciona en este lado del charco —interviene Kyle—. Solo mide tus palabras un poco, ya que Hilary es mi novia y no quiero verla incómoda. 

—Oh, lo siento mucho, Hilary —se disculpa de inmediato—. Mi relación con ellos no es así. Yo vengo siendo la conciencia del grupo. Soy un hombre más. Nada que ver con ninguno de ellos. Solo que son parte de la famiglia y siempre estuvieron en casa. Es extraño ahora que se separaron y han hecho su vida.

—Me gusta que cuides a la familia de esa manera —responde con nostalgia, Alena. 

—Yo también te cuido, pulga —Egan abraza a Alena por la espalda—. No deberías hablar como si añoraras mi presencia.

—No, a ti nadie te quiere por ser extraño —besa su mejilla—. Alessandra, él es mi hermano mayor, Egan y es…

La interrumpe mientras deja de abrazar a su hermana.

—Soy teniente de la fuerza aérea real de Grecia —le extiende la mano—. Un gusto conocerla, señorita.

—Alessandra De Santis —toma su mano—, pero puede decirme Alessandra.

Lo veo fruncir el ceño.

—¿Eres la hermana menor de Alessandro? —ella asiente con una sonrisa—. ¿Famiglia de Frabrizio Martinelli?

—Es como mi segundo hermano… solo que más comprensivo —sonríe con dulzura.

Egan nos ve y asiente.

—No me equivoqué en querer hacerlos encargados de la seguridad de Nueva Zelanda —suelta su mano—. Ellos están fuera de su alcance, señorita De Santis.

—Nadie está fuera de mi alcance —le guiña un ojo—, pero te los puedo prestar hasta que dejes de necesitar a mis pequeños.

—Egan… —la voz de Alena, interrumpe la conversación.

—Sigamos con la fiesta y disfruten de lo que Hilary preparó para su amado —se va al interior del departamento, dejándonos ahí. 

Alena me ve y con rabia, también se marcha…

Bueno, pudo ser peor.

[...]

Definitivamente, si algo va mal, ten por seguro que en cuestión de segundos, todo puede cambiar.

No sé qué papel pinta Hilary en la vida Alena, pero al parecer está muy unida a ellos, ya que Egan está aquí también.

¿Será que Hilary es princesa? No lo creo. Con uno en esta locura es suficiente.

Se hizo un brindis en nombre de Kyle y se picó el pastel de dos pisos con sabor a chocolate. Ellos pasarían más tiempo juntos, así que el cumpleaños se había terminado por hoy. 

—Gracias por venir —me abraza Kyle—. ¿Pensarás lo que te dijo el príncipe Egan?

Suspiro y veo como ella está peleando con su hermano.

—Tal vez… —vuelvo mi atención a Kyle—. Es la única manera de poder estar cerca de ella sin ser mal visto.

—Debes pensar las cosas bien —pone su brazo en mi hombro—. Yo hablaré con Hilary sobre esto  y veré qué le parece. Dependiendo de su respuesta, aceptaré o no ser conde. Yo no quiero estar alejado de esa manera de mi novia, pero no dejaré ir la oportunidad de ser jefe de la seguridad de una nación. Es algo bueno para nuestras profesiones. Así que si Hilary me lo permite, podría llevarla a Nueva Zelanda. 

—Estoy seguro de que ella te va a apoyar en lo que sea que decidas hacer, hermano —veo como Alena me da la peor de las miradas y decido irme a casa—. Nos vemos por la mañana.

Salgo de la casa y siento como detrás de mí, viene alguien. Decido ignorar a esa persona porque sé que quiere pelear conmigo. Desde temprano, desde ayer, desde siempre. Para ella yo soy el motivo de sus enojos y frustraciones, para ella soy todo lo malo que existe y no puede vivir sin odiarme.

—¡Bastian, detente! —por primera vez logro escuchar en su voz enojada, su acento—. ¡Sabes que soy yo! ¡Detente ahora mismo!

«Esto no va a terminar de buena manera», pensé.

Suspirando me giro a verla. Ella está demasiado enojada y yo estoy cansado de discutir.

—Su alteza, estoy cansado. Hagamos una tregua, de verdad. Estoy cansado de que siempre quiera discutir. Siempre soy un problema para usted y lo mejor es seguir evitando que me aparezca frente a usted para que no siga teniendo malos ratos por mi culpa.

—No voy a hablar con esto aquí —señala la puerta de enfrente—. Es mi departamento. Hablemos ahí.

—Su alteza, no es buena idea que yo…

—¡Bastian, es una orden! —me grita.

—Mucha voz de mando para unas cosas, pero una cobarde para otras —digo, en voz alta. 

—Vete a la m****a —abre la puerta.

—Por su culpa nunca he podido salir de ahí —me quejo.

Ambos entramos a su departamento y en total silencio, cierra la puerta. Es la tercera vez que estoy aquí, pero es la segunda vez que paso a su casa. Era un lugar hermoso como ella. Por alguna razón transmitía armonía, paz, amor y ternura.

Era definitivamente la casa de Alena. 

Las paredes están pintadas de un verde muy claro, un mobiliario blanco, decoración con plantas y cortinas grises corredizas. Lo sé, no sé nada de decoración y armonía, pero esta casa la representaba correctamente.

—Ya estoy aquí. ¿Qué quiere decirme, princesa? —pregunto.

—¿Vas a aceptar lo que te propuso Egan? —sus ojos estaban llenos de enojo.

—No es una mala elección. Para un ex soldado como yo, estar encargado de la seguridad de una nación, no es mala idea —respondo con simpleza—. Sería la peor locura de mi vida rechazar eso.

Ella se ríe con amargura.

—Claro, el trabajo. ¿No sé por qué tuve que pensar más allá de eso? —ella tenía su melena suelta, tomó la liga de cabello que tenía en su muñeca y se lo recogió en una coleta alta—. ¿Sabes que Egan está dispuesto a casarte conmigo? Matrimonio por conveniencia… 

—Sí —digo, al ver que cada vez estaba más molesta.

—¿Eso es todo, Bastian? ¿Aceptarás cualquier cosa que te propongan por un solo trabajo? —me señala—. ¿No hay más vida para ti fuera de eso? ¡Te tendrías que casar conmigo!, ¡dejar tu vida para ser algo completamente diferente!

Suspiro y miro hacia la puerta. Espero que esto nadie lo escuche porque ella se metería en problemas. 

Su hermano está tan cerca.

—Te quieres ir —su voz se quiebra—. Solo de esa manera quieres estar conmigo… lo entiendo. Puedes irte.

—¿De qué estás hablando? —la miro seriamente—. ¿Qué quieres que te diga, Alena? Honestamente no es una mala propuesta. Si me divorcio de ti queda en mi currículum el trabajo como jefe de la seguridad de una nación —ella camina a la cocina—. ¿Qué tiene de malo que piense en mí?

—¡Qué no estás pensando en cómo puedo sentirme yo! —golpea la encimera—. Te dan un título noble y te casas conmigo. Después de dos años te divorcias y sigues con tu vida, ¿En dónde está mi opinión en todo eso? —camino hacia ella—. ¿No tomaron en cuenta mis sentimientos? Aquí todo te lo proponen a ti y ya. 

Me apoyo en la nevera mientras la miro, sus ojos…

¿Usa lentes de contacto?

—No estoy pidiendo un título noble, Alena. Yo solo quiero…

—No voy a casarme contigo —soltó de golpe—. No te quiero cerca de mí. Vete con Alessandra o con quien sea.

Sonrío porque sus primeras palabras se clavaron en mi pecho.

—¿Por qué no puedes amarme?—invado su espacio, haciéndola sentir incómoda—. ¿Por qué tienes miedo a quererme de la misma manera que yo lo hago? ¡Maldición, Alena! ¡Por una vez en tu vida se honesta conmigo!

Nos retamos con la mirada mientras su respiración va a la par con la mía. 

Ella me descontrola sin importar cómo lo ponga.

—Yo no te amo, Bastian… —sus palabras me hicieron alejarme.

El balde de hielo fue lo que cayó al escucharla hablar.

—Me rindo, Alena. Sinceramente me rindo. No puedo seguir así contigo. Me hieres, me das esperanzas y luego me lanzas a la nada como te da la gana. Te respeto de las miles de maneras posibles y sí, te amo como un imbécil, pero no puedo seguir así —sonrío sin una pizca de emoción—. Este juego lo ganas. No puedo seguir así.

—¿Un juego? —pregunta, sus lágrimas empiezan a caer—. ¡¿Te parece que esto es un estúpido juego?!

No llores, por favor…

—¡¿Entonces dime qué demonios quieres, Alena?! —paso mis manos con desesperación por mi cabello, quedando frente a ella—. ¡No sé qué hacer! ¡¿Qué quieres de mí?!

—Quiero que me quites los miedos y me ames… eso pasa —murmura.

—¿Hablas en serio? —tomo sus mejillas mojadas con mis manos—. Una palabra y me juego el todo por ti.

Soy un imbécil, pero la amo.

—Hazme ser sincera. Quiero amarte sin miedos —su labio inferior temblaba, sus manos las puso encima de las mías… frías, temblorosas.

—Serás mía para siempre, Alena.

—Por siempre serás tú —me mira con ternura—. Solo tú. Bastian. No el profesional o guardaespaldas. Quiero a Bastian.

Ambos sonreímos y sentí que el resto del mundo podía irse a la m****a.

Besé a Alena y la haría mía.

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