Capítulo 18

Todo se derrumba siempre…

Princesa Alena.

Es la primera vez que voy a hablar de esto porque esto siempre me ha estado comiendo la vida sin importar los años que pasen. Mi mayor miedo era enamorarme y que me traicionaran. Por esa razón le había propuesto a Bastian algo egoísta… ser amigos con derecho a todo, pero sin mezclar sentimientos.

Mi primera vez haciendo eso y fue con él. 

Sí, no he sido la mejor persona del mundo para él. He sido hiriente, no he sido honesta con muchas cosas, pero he tenido mis razones para todo mi actuar. Nunca tuve problemas con mi familia, siempre han sido protectores y buenos conmigo. Me dieron todo, me dieron la mejor educación, hice los talleres que siempre quise y aunque tuve mis clases de protocolos en donde terminaba agotada mentalmente por todas las cosas que había por aprender, las disfrutaba.

Era la consentida de mi padre, era la pequeña luz de sus ojos, era todo su universo y su pequeña preferida. Egan era su campeón, su pequeño torbellino, su orgullo al ser su primogénito, un jovencito respetuoso y amable. 

Éramos su campeón y su princesa.

Mi madre era igual, éramos todo para ella. Éramos sus pequeños consentidos y su vida entera. Éramos su mundo y las personas más importantes para los dos. Mamá enfermó con depresión aguda después de leer una noticia en donde hablaban de sus problemas alimenticios. Mamá tenía mucha presión al convertirse en reina y aunque daba lo mejor de ella para salir de ese hoyo, nunca pudo. Mi madre no tenía complejos con su cuerpo hasta que un estilista le dijo que el vestido no se ajustaba a su talla grande. Mi madre no era gorda, mi madre hacía deporte y era una mujer musculosa. 

Desde ese día, mamá empezó a perder peso con rapidez, llegó la depresión y una noche en su habitación, aprovechando que papá no estaba, ella se quitó la vida. Egan la encontró desmayada y cuando llegó el médico de la familia, ya no tenía ni un rastro de vida. 

Mi padre esa noche había estado con su primera amante. Egan lo había descubierto seis meses antes de la muerte de mamá. La primera amante de mi padre era mi profesora de música. Ella tenía un año dándome clase de piano y de un día para otro, todo pasó a estar bajo la supervisión de mi padre. Egan se enlistó después de eso y me enteré de sus razones cuando descubrí la segunda amante de mi padre. Ella era una mujer con la que había estudiado y retomó el contacto por un acto de caridad. La relación con sus amantes terminaba cuando eran descubiertas y desaparecían de su vida como concubinas, pero las mantenía como amigas.

La tercera la descubrí cuando enfermó, él cayó repentinamente por una enfermedad y aunque siempre estuve con él, dándole apoyo porque por alguna razón creía que había cambiado. Hasta que la realidad me volvió a golpear. Le descubrí la tercera amante a mi padre, lo enfrenté por segunda vez en mi vida y le dije todo lo que sentía. Mi madre fue una mujer dedicada y abnegada. Daba la vida por nosotros, solo tuvo una depresión que me la arrebató. Tal vez no era la mejor madre, pero era la mía y la amaba. 

Lo recriminé, lo señalé, le dije sus verdades y solo me echó del palacio. Mi prima, la princesa de Holanda, había salido del palacio de sus abuelos por la situación con su compromiso. Mi padre me echó con la excusa de que era para que cuidara a Hilary, pero no. Solo me sacó de su vida de raíz para que no viera lo que hacía. 

Tal vez culpa… no lo sé. Pero no era niña cuando fui descubriendo sus amantes. Era ya una mujer que razonaba y fue creciendo con la herida de la destrucción de su familia. Mi padre sin respetar la memoria de mi madre y el día de su muerte, él llegó la tarde del día siguiente porque según él, estaba en España, pero nunca hubo tal viaje.

Egan lo odia y sí, tal vez yo también lo hago.

Si fuera mejor persona no tendría miedo a enamorarme y salir herida. Si fuera una mejor persona, no estaría en esta situación con Bastian y le hubiese dado todo mi amor, desde el momento que nos conocimos. 

Mi miedo siempre me gana y termino haciendo cosas sin sentido.

Veo como Gustavo es detenido por Kyle, cosa que agradecí porque en estos momentos, no estoy para aguantar sus estupideces y quejas absurdas por Bastian. Sinceramente no me sorprende lo que dice, ya que él es un guardaespaldas… una persona que vive por su trabajo más que por cualquier cosa.

 —Su alteza, ¿se encuentra bien? —la voz del susodicho, me calma—. Vi que venía para acá y quise saber si estaba bien.

Me encontraba sentada en una banca viendo hacia el frente del orfanato. Era el jardín más hermoso que mis ojos pudieron ver. Estaba cuidado por los pequeños de este lugar y eso hizo que mi corazón se apretara de amor.

Deseaba que todos ellos encontraran a un padre adecuado.

—Deseo desde lo más profundo de mi corazón que cada pequeño de este orfanato, encuentre una familia que los ame y no vuelvan a sufrir más —admito, viendo a la nada.

—También deseo lo mismo —lo veo de reojos, como se para a mi lado—. He conocido a una pequeña de seis añitos, que robó mi corazón… por un momento me recordó a mi hermana menor.

Giro mi cabeza para verlo, estaba con ojeras, rostro cansado, serio, traje perfecto… inmutable como siempre.

—No sabía que tenías más hermanas.

—No. Una. Murió —respondió con rapidez, dejándome sin palabras.

—Lo siento —me disculpo con vergüenza.

—No tiene por qué hacerlo. Igualmente nunca se lo mencioné —me mira—. Nosotros no nos conocemos lo suficiente para compartir nuestra vida privada.

—Lo sé —admito—. Separamos lo profesional con lo personal.

—No. Esa eres tú que no me dejas entrar a tu vida —me tutea, dejando de verme—, pero no voy a luchar contra tus deseos. Siempre respetaré tus decisiones. 

Siempre eres un caballero… no importa si te duele.

—Lo siento —es lo único que puedo decir.

—No se disculpe, princesa. Algo que me enseñó la vida es que no podemos obligar a las personas a que nos amen —vuelve a tratarme con respeto—. Me disculpo más bien por venir a interrumpir su paz.

Hace un pequeño asentimiento de cabeza y se empieza a alejar.

—No te vayas, por favor —pido, en un susurro que sé que puede oír—. No estoy bien en estos momentos…

Se detiene y regresa al lugar donde estaba parado segundos atrás.

—¿Qué le sucede? —noto un poco de preocupación en su voz.

—Ver a mi padre siempre me pone así —sonrío con tristeza—. Él sabe lo mucho que me afecta y no le importa. Cuando éramos pequeños era más dócil. Nunca les di razones para quejarse de mí, más bien siempre fui una jovencita obediente. Pero mi padre sabe sacar la peor versión de mí, cuando quiere imponer su ley.

—Tal vez deba dejarle hacerle saber cómo se siente —apoyo mi espalda en el banco, negando con la cabeza—. Es mejor ser honesto, su alteza.

Lo miro con un nudo en la garganta.

Soy tan idiota.

—Él sabe cómo minimizar mis sentimientos. Para él siempre debo ser fuerte sin importar la situación. Tengo un carácter de los mil demonios, pero para él debo estar tranquila y entenderlo todo. Cuando no se hace lo que él quiere, ahí descubres a tu mayor enemigo. No me vuelve a dirigir la palabra, se aísla y me hace sentir culpable de haber abierto mi boca —admito, por primera vez en mi vida se lo digo a alguien—. Mi corazón duele al ver que después de ser su pequeña, ahora soy quien se enfrenta a él y me hace sentir sola.

—No es culpable de nada, princesa —me mira preocupado—. Somos personas que crecen y tenemos criterios diferentes. No siempre podemos estar de acuerdo en todo y es normal una discusión familiar. 

—Mi padre es emocionalmente inestable y juega con tu mente con su psicología inversa —trago el nudo de mi garganta—. Me echó del palacio con una excusa tonta por descubrir a su tercera amante —me empiezo a reír—. Mezcló varios problemas y terminé aquí con ustedes, viviendo una vida muy diferente.

—No me quejaré por eso porque pude conocer personas agradables —sonríe amable.

—Egan y yo jamás perdonaremos que no respetara la memoria de mamá —nos miramos fijamente—. Por culpa de él tengo miedo de muchas cosas, pero ni modo. Ya todo está escrito y no se puede cambiar.

—Mientras estemos vivos, todo tiene solución —lo veo suspirar—. Si dejamos de respirar y nos vamos de este mundo, es cuando sabremos que no se puede cambiar nada.

—Estás aquí…

—Es temporal. Ya no seré guardaespaldas de Gustavo —me confiesa—. Tengo una nueva jefa.

—¿Quién es? —pregunto curiosa.

—Alessandra De Santis —responde.

—Ah… la persona que organizó la donación de ropas y obsequios el día de hoy —asiente—. Es una linda persona y es muy fácil poder hablar con ella. Siempre parece querer ser mi amiga y aunque me hace sentir extraña, se ha ganado mi confianza con rapidez. 

—Sí, la señorita De Santis es así —presiona sus labios—. ¿Se encuentra bien ahora?

—Sí, gracias por quedarte —me levanto del banco y camino para quedar frente a él—. Tal vez solo no fue nuestro momento, Bastian.

—No —dice tajante—. El miedo es lo que no te deja aceptarme y esa es la diferencia, Alena.

Dicho eso, se va y me deja ahí parada oliendo su perfume.

Lo amaba, pero hay tantas cosas que nos van a separar al final, que tengo miedo de intentarlo todo.

Odio a Camelia y sus amenazas y también odio a mi padre y mi temor a ser traicionada y vivir un amor sincero.

Y me odio por ser la mujer más tonta del mundo.

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