Selene, traicionada por el Alfa de su propia manada, se ve obligada a huir para proteger la vida de su hijo no nacido. Desesperada y sin opciones, encuentra refugio en el territorio de la manada rival, gobernada por Luca, un Alfa tan frío como poderoso. Pero Luca la odia. Años atrás, Selene lo rechazó públicamente, dejándolo con el orgullo herido y un profundo rencor hacia ella. Para él, Selene representa una traición que nunca ha perdonado… y una atracción que no puede evitar.
Leer másEl silencio en la mansión de Kayden era opresivo, interrumpido solo por el crujir ocasional de la madera antigua. Selene estaba sentada en el borde de la cama, con Aron en su regazo. La muerte de Kayden había traído un extraño vacío, pero no libertad. Los lobos que le eran leales seguían vigilándola, como si temieran que escapara y desatara el caos que Kayden había intentado controlar en vida. Aron miró a su madre con sus grandes ojos azules, cargados de preocupación. —Mamá, ¿cuándo nos iremos? —preguntó con voz suave. Selene acarició su cabello, intentando ocultar la tristeza en su rostro. —Pronto, mi amor. Solo espera un poco más. Un golpe en la puerta rompió el momento. Un lobo alto y robusto entró sin esperar invitación. Era Damon el Beta de Luca. —Selene, tenemos noticias de la manada de Luca. Los opositores han tomado el control —anunció, su tono grave—. Ginebra murió en la batalla. El aire pareció detenerse alrededor de Selene. Aunque nunca confió en Ginebra, su muerte m
El fuego iluminaba los rostros de los lobos reunidos en el centro del campamento. Luca se mantenía firme, observando a los opositores que habían traicionado su liderazgo. Su mirada recorrió los rostros de aquellos que alguna vez juraron lealtad, deteniéndose en uno que lo llenaba de rabia y dolor: Ginebra. Esa miserable lo había traicionado y estaba intentando matarlo. Ella estaba de pie junto a , el líder de los rebeldes, con una expresión de desafío y satisfacción. —¿Ginebra? —preguntó Luca, con incredulidad y una furia contenida—. ¿Tú también? Ginebra soltó una risa amarga. —¿Sorprendido, Luca? No deberías estarlo. Tu debilidad nos ha condenado. No mereces ser el Alfa. Luca sintió el peso de la traición en su pecho. Durante años, había confiado en ella, había permitido que estuviera a su lado en las decisiones más importantes. Ahora, su lealtad se revelaba como una mentira. —Si crees que puedes quitarme lo que es mío —gruñó Luca, transformándose parcialmente, sus ojos brilla
La luna llena iluminaba el bosque, tiñendo de plata las sombras que se extendían bajo los árboles. Selene caminaba lentamente, sosteniendo la pequeña mano de Aron. A pesar de su agotamiento, mantenía una fachada de fuerza por su hijo, quien no debía percibir el caos que la consumía por dentro. Pero su corazón estaba roto. Cada paso que daba lejos de la manada era un recordatorio de la decisión de Lucas, de su traición, y del abismo que ahora los separaba. —Tranquilo, cariño — Le dice ella mientras lo carga en brazos. El niño frunció el ceño, confundido.. Selene respiró profundamente, intentando calmar el temblor en sus manos. Estaba desterrada. El hombre al que había amado, y al que probablemente seguiría amando, la había apartado de su vida como si todo lo compartido no significara nada. Caminaban hacia un claro cuando el sonido de ramas rompiéndose bajo pies apresurados rompió el silencio. Selene detuvo sus pasos, sus instintos alertas. —¿Quién está ahí? —preguntó, apretando
El aire en la cabaña parecía volverse más pesado con cada segundo que pasaba. Selene sentía un nudo en el estómago mientras observaba a Lucas, buscando en su rostro alguna señal que la tranquilizara, alguna pista de que todo esto no era lo que temía. Pero lo único que encontró fue distancia, una barrera invisible que él había erigido entre ellos. —¿Por qué me llamaste, Lucas? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro, cargada de incertidumbre. Algo en sus ojos reflejaba el temor a escuchar la respuesta. Lucas apretó los labios, desviando la mirada hacia el suelo como si este pudiera ofrecerle el coraje necesario. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, como si con solo moverse pudiera romperse. Finalmente, levantó la cabeza y la miró directamente, dejando al descubierto un dolor que ni siquiera él podía disimular. —Selene... —comenzó, pero la palabra quedó atrapada en su garganta. Tragó con dificultad antes de apartar la mirada y girarse hacia la ventana. Sus manos temblaba
El aire estaba cargado de tensión en el claro de la manada. Lucas, el alfa, caminaba de un lado a otro en el interior de su cabaña, su mente un torbellino de pensamientos contradictorios. Frente a él, Damon, su beta y amigo más leal, lo observaba en silencio, esperando el momento adecuado para hablar. —Damon, no puedo hacerlo —dijo finalmente Lucas, su voz quebrada por una mezcla de frustración y dolor—. Desterrar a Selene... es impensable. Ella es... Se detuvo, incapaz de terminar la frase. Damon lo entendió perfectamente. Selene no era solo una loba de la manada. Era el amor de su vida. Pero eso no importaba ahora, no cuando el liderazgo de Lucas estaba siendo cuestionado por los opositores. —Luca —respondió Damon con calma—, lo entiendo. Pero tienes que pensar en el futuro de la manada. Kieran y los demás no se detendrán. Están usando esta situación para socavar tu autoridad. Si no haces algo drástico, te arriesgas a perderlo todo. Lucas apretó los puños. La idea de alejar
La furia de Selene crecía dentro de ella, una furia tan profunda que la nublaba por completo. Cada vez que miraba a Ginebra, una sensación de traición le invadía el corazón, como si cada palabra y gesto de la mujer fuera un recordatorio de todo lo que había perdido. De todo lo que la había lastimado. El dolor que Ginebra le había causado, junto con su constante provocación, había alcanzado el punto de ebullición. Era como si el mundo se desvaneciera a su alrededor, dejándola sola con la rabia que le consumía. Sin pensar, se lanzó hacia Ginebra, ignorando todo lo demás. El aire se volvía denso y pesado mientras sus colmillos comenzaban a asomar, reflejando la intensidad de su furia. Ginebra intentó retroceder, pero Selene la alcanzó rápidamente. —¡Vas a pagar por todo lo que has hecho! —gritó Selene, su voz llena de odio y dolor. Ginebra, con su habitual desdén, se preparó para defenderse, pero la furia de Selene era incontrolable. Sin pensar en las consecuencias, Selene alzó su m
Al principio, Lucas no estaba seguro de cómo cuidar a Aron. Nunca había sido particularmente bueno con los niños y, aunque tenía la mejor de las intenciones, cometió errores cada vez que intentaba cuidar al pequeño. Se olvidaba de las comidas, ponía el pañal de manera incorrecta, y hasta se distraía fácilmente con otras cosas mientras el niño jugaba. Sin embargo, había algo en Aron que lo hacía querer ser mejor. El niño, con su risa inocente y sus ojos curiosos, comenzaba a ablandar el corazón de Lucas de una forma que nunca había anticipado. Poco a poco, fue aprendiendo, adaptándose a las necesidades del niño y, lo que es más importante, comenzaba a encariñarse con él. Una tarde, mientras Lucas trataba de enseñar a Aron a caminar, se inclinó hacia él con una sonrisa orgullosa cuando el pequeño dio sus primeros pasos sin caer. —¡Eso es, campeón! —dijo Lucas, animándolo mientras el niño, entre risas, le extendía las manos. Aunque al principio Lucas se sentía torpe y poco capaz, pr
Selene, al conocer la verdad, sintió cómo una oleada de furia recorrió su cuerpo, como un torrente imparable. La revelación de Lucas, que, sin consultarle, había decidido actuar por ella, encendió una chispa de rabia tan intensa que le costó mantener la calma. Estaba herida, traicionada, y lo peor de todo era que se sentía impotente, como si alguien hubiera tomado el control de su vida sin su consentimiento. Ella estaba parada frente a él, los ojos ardientes de enojo, y respiró profundamente antes de hablar. La ira se hacía cada vez más difícil de contener. —¿Cómo pudiste hacerme esto, Lucas? —su voz era baja, pero cargada de veneno—. ¿Cómo te atreves a tomar decisiones por mí, como si yo no tuviera la capacidad de manejar mis propias emociones? Lucas, sorprendido por la intensidad de su reacción, intentó hablar, pero Selene lo interrumpió, su tono ahora mucho más fuerte, como un grito reprimido que finalmente se soltaba. —¡No tienes derecho a decidir por mí! —exclamó, avanzando ha
El distanciamiento de Lucas no había hecho más que agudizar la frustración de Selene. Cada vez que lo veía cerca de Ginebra, esa sensación de desamparo y abandono se volvía más palpable. La tensión crecía dentro de ella como una olla a presión, y no podía evitar la ira cada vez que Ginebra se acercaba a él con esa sonrisa de falsa dulzura, esa actitud condescendiente que Selene sabía que estaba destinada a provocarla. La rabia la consumía, como una llama difícil de apagar. Ginebra, con su nueva posición como pareja de Lucas, se deleitaba en cada mirada que Selene le dirigía, como si estuviera segura de que su presencia era suficiente para desestabilizarla. Y lo era. Cada comentario cargado de arrogancia, cada gesto hacia Lucas, era como una provocación directa hacia Selene, una batalla silenciosa que no podía ganar. ¿Cómo podía no sentir nada por ella cuando, a su alrededor, todo parecía caerse a pedazos? En una de esas ocasiones, Selene estaba frente a Ginebra en la sala principal