Enamorarse no es fácil. Una hermosa psiquiatra se enamora de su paciente que alucina provenir del pasado y eso le trae muchas complicaciones en su vida. El sujeto, además, es un gran mujeriego, conquistando a cuanta fémina se le cruza en el camino. Maridos despechados, entonces, intentarán matar a este Don Juan empedernido. La doctora, entretanto, deberá lidiar con otros hombres que la desean, están muy enamorados de ella y le ofrecen hasta ventajosos contratos de matrimonio por su amor. La clínica donde ella labora, igualmente, es apoderada por una mafia de tipos inescrupulosos que hacen una pingüe fortuna con la venta de medicinas, poniendo en riesgo la vida de ella, pues al enterarse de todo, intentarán matarla. Mientras tanto, la psiquiatra cae rendida y seducida a ese hombre que flirtea con muchísimas otras mujeres que sueñan con lograr su amor, traicionando a sus esposos creando una vorágine de infidelidades y riesgos, incluso hasta de morir. "El amante perfecto" entonces es una novela muy romántica, audaz, diferente, de muchas emociones, suspenso, humor, mafias, contratos de matrimonio acción y peligro constante de los protagonistas en enredos súper divertidos. Una historia completa que atrapará al lector de principio a fin.
Leer másMarcus me dijo que iba a montar caballo en el picadero que tenía su madre, al sur de la ciudad. -Tiempo que no lo hago, se imagina, son casi trescientos años que no monto, doctora, desde que me mataron y me vine a ésta época de autos y aviones, estoy muy emocionado-, me dijo contento. Me invitó, incluso, para que lo acompañe en lo que sería una inolvidable ocasión para él. Pedí permiso al doctor Brown. -Por supuesto Andrea, puedes ir, espero que te diviertas mucho-, subrayó divertido mi jefe. Fui con mi auto. El picadero estaba a una hora de la ciudad, por la carretera. Me puse jean, botines y una blusa floreada, me hice una cola con mi pelo y llevaba un sombrero vaquero porque hacía sol y esa zona es sumamente calurosa. Los vigilantes me recibieron amablemente. -El señor Green la espera-, me dijeron, cuando estacioné mi carro. Los obreros daban de comer a los otros caballos, los cepillaban, los paseaban por los corrales o los bañaban en una gran piscina, haciéndolos trotar p
Encontré la novedad de un nuevo paciente en la realidad. En realidad todos estaban temerosos, cuchicheaban preocupados y vi muchas caras largas y de miedo. Le pregunté a Gladys qué es lo que pasaba. -Es el nuevo paciente que está alojado en el segundo piso, el doctor Brown se equivocó al aceptar que lo internen aquí-, ella también estaba fastidiada. Recabé mi tablet, mi laptop y mi mandil lavado y planchado. -¿Qué tiene de malo ese paciente que todos están muy asustados por él?-, me hice una cola con mi pelo. -Está acusado de haber matado a tres sujetos y dicen que es un gran traficante, contrabandea medicinas, las vende al mercado negro-, me dijo Gladys parpadeando asustada. Rayos. Karlson le había encargado el tratamiento de ese tipo a Jessica pero ella se opuso en forma terminante. -¿Necesitas un psiquiatra Karlson?-, le dijo irónica pero resoluta. Ella se negó rotundamente a hacerse cargo de ese misterioso e intimidante sujeto. Karlson sin embargo presionaba para
Justo, cuando me disponía a salir con destino a la clínica, recibí un mensaje en mi laptop. Era de "Flecha". Me sorprendí porque ya llevaba buen tiempo sin recibir sus mensajes ni saber nada de él. Yo me había abocado, demasiado al hospital. Él me había escrito un poema. -Para la princesa, dueña del trono de mi corazón-, me escribió haciendo tamborilear mi corazón. Mordí mi lengua, incluso, coqueta y abrí el archivo. Se titulaba "Contigo". Afanosa comencé a golpear mis rodillas y no dejaba de jalarme los pelos excitada y febril. -Contigo cada día vuelo más alto porque te quiero, vida mía, y encuentro en tus brazos el amor. Contigo soy fuego encendido por por tus besos la seda sensual de cuerpo y todo el resto de tus encantos. Contigo viajo al infinito en la locura de amarte, cabalgando en un meteorito escribiendo en el cielo, tu nombre. Contigo soy feliz, Andrea, a tu lado encuentro amor y pasión por eso te amo, mi reina con todo mi corazón- Aa
No sabría explicar qué sentía esa noche. Me revolcaba en la cama excitada, paladeando los besos y caricias de Marcus, pero a la vez me sentía culpable, porque él era mi paciente, no debía enamorarme de él, sin embargo más podían mis ansias de volver a sus brazos de estar nuevamente a su merced, que me conquiste con sus versos y poemas, que me haga suya y lo único que yo quería era explotar en sensualidad y feminidad, igual a un petardo de dinamita. Mis pensamientos le pertenecían en absoluto, soñé con él incluso, repitiendo una y otra vez esa idílica faena en la alfombra de su casa. Yo no era culpable, tampoco. Green tomó la iniciativa de besarme y encandilarse con mis labios, yo no lo seduje ni le insinué para hacerlo, aunque seguramente vio en mis ojos los deseos de que me haga suya encendidas como grandes fuegos, calcinándome. Es verdad que estaba muy linda, que él quedó maravillado de mi belleza, sin embargo pensaba que no me porté como una mujer vampiro, tampoco fui demas
Marcus, ésta vez, besó mi mejilla, muy galante, lo que me estremeció mucho. Me recibió en el hall de su casa. Marcia, como bien imaginan, hacía chirriar sus dientes, viendo las atenciones que me prodigaba su jefe. -Qué hermosa está hoy, doctora-, me dijo él dándome el brazo para que lo tomara. Me hizo sentir una princesa, tanto que reí encantada. Yo me había puesto un vestido corto verde y no tenía pantimedias porque hacía calor. -No hay mejor terapia que contemplar sus lindos ojos celeste-, me insistió Marcus mientras íbamos a la estancia donde hacíamos las terapias. -¿Está tu mamá?-, me interesé. -No, tuvo que salir a hacer unos trámites, se llevó el auto, en otros tiempos yo la hubiera llevado en la calesa-, me dijo él sonriendo. Le pidió a Marcia que nadie nos moleste. Marcus estaba muy interesado en mí. Lo leí en sus ojos. -¿De dónde es usted doctora?-, me preguntó jalando un sillón para que me sentara, tomó incluso mi mano para que me arremolinara sobre los cojine
Leonela estaba preciosa y más encantadora que nunca. -Te apuesto de que estás enamorada-, le dije, mientras ponía las tazas, la mortadela y hervía el agua para el café con leche que íbamos a tomar y disfrutar. -Ay, estoy saliendo con un chico guapo, pero no sé, lo veo muy tímido, demasiado introvertido, hasta apático-, me dijo ella acomodando sus largotes pelos caoba que le llegaban hasta más abajo de la espalda. -Entonces tienes que dar tú el primer paso, estamos en épocas en que las mujeres somos de armas tomar-, me reí. -Nooo, yo sigo las tradiciones-, estalló ella en risas. Me contó que Ferdinand, mi ex novio, estaba demasiado violento, que incluso había tenido serios problemas con la justicia. -Golpeó a un muchacho porque le dijo que tenía una nariz muy fea-, me reveló parpadeando Leonela. -Es un tipo soez, tirano, déspota, maleducado, yo no sé por qué me enamoré de él-, reconocí sirviendo el agua, la leche y el café. El humo se alzaba como grandes balotas de las
Tenía turno de madrugada, como les conté. Cerca de las tres, decidí tomar un café en mi consultorio, así es que me serví de la máquina expendedora y al cruzar por gerencia escuché un leve sollozo. Me extrañó. Provenía del despacho de Brown. -¿Quién es el que está tan tarde en la clínica?-, arrugué mi naricita. Pensé que a lo mejor era Karlson traficando con más medicinas o que quizás Davids había osado infiltrarse nuevamente en farmacia, así es que picada por la curiosidad entré y ¡plop! encontré llorando a Jacqueline Howard, la secretaria de Brown. Tenía sus ojos duchados en lágrimas. -Lo siento que entre así, ¿te puedo ayudar?-, le pregunté a ella desconcertada mirándola, incluso, con la boca abierta, tratando de adivinar sus emociones. Jacqueline era muy distante, no hablaba mucho con las doctoras ni las enfermeras, menos conmigo, y se abocaba a hacer su trabajo. Yo había hablado muy poco con ella. Ella no me contestó, apagó su laptop y empezó a guardar sus cosas. -Tenía tra
En la clínica encontré esa noche dos novedades: las medicinas prohibidas y que se expendían bajo recetas seguían desapareciendo de los depósitos de farmacia y que que Hughes había empujado de mala manera a uno de los enfermeros, furioso y convertido, nuevamente, en un energúmeno. ¡¡¡Rayos!!! me molesté. Frederick tenía muchos altibajos y eso me preocupaba. A veces estaba bien y en otras se tornaba nuevamente muy explosivo. Cuando se suponía iba en franca mejoría tenía esos exabruptos que alarmaba a todos. Al doctor Karlson lo encontré muy misterioso, saliendo del depósito de farmacia con la cara de asustada, llevando una caja entre las manos mirando a todos lados, como si algún fantasma lo estuviera persiguiendo. Me pareció sospechoso. Apenas me vio, me abordó en forma precipitada y me dijo de que la reacción de Hughes había sido muy virulenta, que estalló de repente y empujó al enfermero cuando quiso arreglar su cuarto. -Creo que no quería que vieran sus dibujos, pero el enfe
La pasé de maravillas con la señora Rosemary. Primera vez que sonreía. Le contaba de que mi vida se había tornado en un gran caos y que de repente hasta cuatro hombres me cortejaban, querían enamorarme y me ansiaban pero que yo estaba perdidamente enamorada de otro tipo que, sin embargo, era indiferente conmigo aunque yo lo soñaba, lo ansiaba y lo deseaba con locura por lo que mi vida era una gran tormenta. Rosemary sonrío largo. -Me recuerdas mucho a mí, Andrea, yo también tenía muchas dudas en cuanto a los hombres y sentía que varios chicos me perseguían y querían mi amor-, me dijo, mientras tomábamos un lonche en la terraza de su casa. Su hija nos había servido café y ella misma preparó pastelillos. Le salieron deliciosos, incluso me chupé los dedos, je. -Al final opté por el papá de Betty y creo que no me equivoqué porque fue un hombre maravilloso-, me dijo Rosemary. Pese al inmenso dolor y el trauma que le había afectado viendo morir a su esposo, sin embargo la noté tranqu