Capítulo 3

 Mi vida amorosa se llenó, entonces, de decepciones. Creo que he pagado tributo muy caro, el ser muy enamoradiza y soñadora, tanto que tengo muchísimos cuadernos repletos de poemas, muy románticos, cantándole  no solo al amor, sino a los tantos hombres que me han impactado, seducido, impresionado... y he amado en mi azarosa existencia sentimental.  

   Cuando gané mi primer concurso de poesía, en los juegos florales de la universidad, mis amigas se mofaban de mí. Me decían cursi, tonta y también acomplejada. Decían que mis poemas eran muy banales, carentes de significado y que la idea es hacer versos con mensaje, con reflexiones, ideas y no solo sentimientos como yo escribía. Eso decían.

   Mi primer poema se lo hice al chico más guapo de la universidad, Eduard. Ay, qué hermoso era él, con sus ojitos encendidos como llamas, la cara dulce pero dominante, los labios toscos, el mentón grande y las manos enormes, como tenazas. Era tan alto como un poste de alumbrado público y tenía un vozarrón que me despeinaba. Me enamoré perdidamente de él,  desde un primer momento, tanto que lloraba viéndolo tan lindo, igual si montara un brilloso corcel o fuera un soldado de la Ilíada, dominante, avasallador, gallardo y majestuoso. Soñaba con él, lo deseaba y ansiaba sus besos, sentir sus toscos dedos en mi piel lozana y quería que me hiciera suya bajo las estrellas fulgurando encantadas a nuestro mágico amor. No podía mirarle a sus pupilas por más que quería, porque me vencía el llanto. Mi mirada se encharcaba siempre de lágrimas y sentía mi corazón rebotando frenético en el pecho. Mis rodillas se golpeaban impetuosas, temblaba además, y percibía que me derretía totalmente frente a él, alzado como un majestuoso guerrero persa. 

   Todas las fotos que podía tomarle a Eduard en mi móvil, los imprimía en papel y los guardaba en un gran folder que había adornado con muchos corazoncitos. Cualquier motivo era bueno para tomarle un selfie: que ganó en natación, sacó buena nota en matemáticas, hizo una excelente exposición, una foto para el recuerdo, plis, o simplemente le tomaba fotos sin que se se diera cuenta. Tenía incluso imágenes de él de perfil y hasta de espaldas je je je.

   Esa noche, eclipsada y obnubilada por una luna grande y redonda, muy blanca, iluminando la ciudad, no soporté seguir suspirando por Eduard,  y  tomando mi celular empecé a escribir  en apuntes un poemita para él. Primero pensé en hacerle una canción pero yo no sé nada de música, así es que se me ocurrieron unos versos que al menos tenían algo de rima. Le puse "Contigo". Eso me emocionó mucho, mordí mi lengüita y crucé mis piernas muy animosa y febril. Entonces fui borroneando algo, hasta que me salió el poema. Cambié algunas palabras y finalmente lo grabé.

  -Quiero descubrir tus encantos

  con la minuciosidad

  de un una científica,

 desde tus pies a la cabeza.

  Quiero tatuar tu boca

  con la certeza

  de una escultura,

  pincelando hasta tu alma entera.

  Quiero extraviarme en tu piel

  con el placer

  de una mujer errante

 y encontrar tus placeres de hombre.

  Quiero vivir contigo,

  Eduard,

  e ir sin rumbo

  sin destino ni eternidad-  

  Ay, qué lindo poema. Quedé extasiada y excitada a la vez, suspirando aún más, llorando mucho más y con mi corazón a punto de explotar dentro de mi pecho.

   Eduard nunca supo que yo lo quería y lo deseaba. Desde niña he sido demasiado romántica y soñadora,  me enamoraba muy fácil de los chicos, ya lo habrán notado, y como les digo, eso me traía serios problemas. No solo me peleaba con mis amiguitas, sino también con los muchachos que trataban mal a los que a mí me gustaban demasiado, incluso a uno le rompí la nariz de un puñetazo porque le dijo que él era feo y a mí  me encantaba mucho. La directora llamó a mi mamá y mi madre descubrió que yo era muy enamoradiza.

   -No es bueno ser tan sensible, hija-, me advertía mi mamá siempre, pero yo siempre he tenido el corazón de poeta, je.  Me encanta la música suave, los poemas que hablan de amor y me la paso llorando viendo, embobada, las telenovelas turcas, sobre todo aquellas que la heroína es una mujer muy sufrida y el protagonista, que es muy hermoso, no le hace caso y la ignora, porque me recuerdan mis sufrimientos y decepciones con los hombres buuuu.

     Eduard no terminó la carrera. Marchó, de repente, a otro país y me dejó suspirando y llorando de amor, sumida en la depresión, sintiéndome miserable y pensándome desdichada para toda la vida. Nunca más lo volví, ni descubrí jamás, sus redes sociales. Desapareció de mi vida por completo.

  Sin embargo yo seguí haciéndoles poemas y versos, suspirando por sus ojos, su boca tan apetitosa, sus manos grandes y su pecho alfombrado de vellos. Y fue entonces que se convocaron los juegos florales en la universidad, decidí concursar no pensando en ganar sino en descubrir qué tan buenos eran mis versos. Y gané con mi poema "Contigo" je je je.

   Pero, como les digo, mis amigas se mofaban, me decían tonta y eso me dolía mucho.

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