Mi vida amorosa se llenó, entonces, de decepciones. Creo que he pagado tributo muy caro, el ser muy enamoradiza y soñadora, tanto que tengo muchísimos cuadernos repletos de poemas, muy románticos, cantándole no solo al amor, sino a los tantos hombres que me han impactado, seducido, impresionado... y he amado en mi azarosa existencia sentimental.
Cuando gané mi primer concurso de poesía, en los juegos florales de la universidad, mis amigas se mofaban de mí. Me decían cursi, tonta y también acomplejada. Decían que mis poemas eran muy banales, carentes de significado y que la idea es hacer versos con mensaje, con reflexiones, ideas y no solo sentimientos como yo escribía. Eso decían. Mi primer poema se lo hice al chico más guapo de la universidad, Eduard. Ay, qué hermoso era él, con sus ojitos encendidos como llamas, la cara dulce pero dominante, los labios toscos, el mentón grande y las manos enormes, como tenazas. Era tan alto como un poste de alumbrado público y tenía un vozarrón que me despeinaba. Me enamoré perdidamente de él, desde un primer momento, tanto que lloraba viéndolo tan lindo, igual si montara un brilloso corcel o fuera un soldado de la Ilíada, dominante, avasallador, gallardo y majestuoso. Soñaba con él, lo deseaba y ansiaba sus besos, sentir sus toscos dedos en mi piel lozana y quería que me hiciera suya bajo las estrellas fulgurando encantadas a nuestro mágico amor. No podía mirarle a sus pupilas por más que quería, porque me vencía el llanto. Mi mirada se encharcaba siempre de lágrimas y sentía mi corazón rebotando frenético en el pecho. Mis rodillas se golpeaban impetuosas, temblaba además, y percibía que me derretía totalmente frente a él, alzado como un majestuoso guerrero persa. Todas las fotos que podía tomarle a Eduard en mi móvil, los imprimía en papel y los guardaba en un gran folder que había adornado con muchos corazoncitos. Cualquier motivo era bueno para tomarle un selfie: que ganó en natación, sacó buena nota en matemáticas, hizo una excelente exposición, una foto para el recuerdo, plis, o simplemente le tomaba fotos sin que se se diera cuenta. Tenía incluso imágenes de él de perfil y hasta de espaldas je je je. Esa noche, eclipsada y obnubilada por una luna grande y redonda, muy blanca, iluminando la ciudad, no soporté seguir suspirando por Eduard, y tomando mi celular empecé a escribir en apuntes un poemita para él. Primero pensé en hacerle una canción pero yo no sé nada de música, así es que se me ocurrieron unos versos que al menos tenían algo de rima. Le puse "Contigo". Eso me emocionó mucho, mordí mi lengüita y crucé mis piernas muy animosa y febril. Entonces fui borroneando algo, hasta que me salió el poema. Cambié algunas palabras y finalmente lo grabé. -Quiero descubrir tus encantos con la minuciosidad de un una científica, desde tus pies a la cabeza. Quiero tatuar tu boca con la certeza de una escultura, pincelando hasta tu alma entera. Quiero extraviarme en tu piel con el placer de una mujer errante y encontrar tus placeres de hombre. Quiero vivir contigo, Eduard, e ir sin rumbo sin destino ni eternidad- Ay, qué lindo poema. Quedé extasiada y excitada a la vez, suspirando aún más, llorando mucho más y con mi corazón a punto de explotar dentro de mi pecho. Eduard nunca supo que yo lo quería y lo deseaba. Desde niña he sido demasiado romántica y soñadora, me enamoraba muy fácil de los chicos, ya lo habrán notado, y como les digo, eso me traía serios problemas. No solo me peleaba con mis amiguitas, sino también con los muchachos que trataban mal a los que a mí me gustaban demasiado, incluso a uno le rompí la nariz de un puñetazo porque le dijo que él era feo y a mí me encantaba mucho. La directora llamó a mi mamá y mi madre descubrió que yo era muy enamoradiza. -No es bueno ser tan sensible, hija-, me advertía mi mamá siempre, pero yo siempre he tenido el corazón de poeta, je. Me encanta la música suave, los poemas que hablan de amor y me la paso llorando viendo, embobada, las telenovelas turcas, sobre todo aquellas que la heroína es una mujer muy sufrida y el protagonista, que es muy hermoso, no le hace caso y la ignora, porque me recuerdan mis sufrimientos y decepciones con los hombres buuuu. Eduard no terminó la carrera. Marchó, de repente, a otro país y me dejó suspirando y llorando de amor, sumida en la depresión, sintiéndome miserable y pensándome desdichada para toda la vida. Nunca más lo volví, ni descubrí jamás, sus redes sociales. Desapareció de mi vida por completo. Sin embargo yo seguí haciéndoles poemas y versos, suspirando por sus ojos, su boca tan apetitosa, sus manos grandes y su pecho alfombrado de vellos. Y fue entonces que se convocaron los juegos florales en la universidad, decidí concursar no pensando en ganar sino en descubrir qué tan buenos eran mis versos. Y gané con mi poema "Contigo" je je je. Pero, como les digo, mis amigas se mofaban, me decían tonta y eso me dolía mucho.Mi primer enamorado fue Jairo. Yo solo tenía dieciocho años. A él le gustaron mis ojos grandes y pardos, mis pelos muy negros, mi figura armoniosa y por supuesto mis piernas bien torneadas que se evidenciaban en los leggins siempre muy ceñidos que tanto me gustaban llevar. -Soy Jairo, estudio contigo, ¿cómo te llamas?-, me preguntó esa tarde cuando terminó la clase. Yo ya lo había visto, sabía que se llamaba así, que era nuevo, muy flojo, bastante distendido y distraído, un mal alumno, que tenía malas notas y que le hacía conversación a todas las chicas. -Andrea Povilaityté -, le dije. Él quedó boquiabierto, sin entender nada, completamente turbado y pasmado, incluso desorbitó los ojo con mi extraño nombre. -¿Qué?-, balbuceó hecho un tonto. Me dio risa su incredulidad. -Andrea, no más -, le repetí entonces, riéndome. Eso me enamoró. ¿No les digo? Todo me enamora. Me olvidé que Jairo era un mal alumno, que flirteaba con mis otras amigas, que era flojo y distendido y quedé
Conocí al doctor Martin Brown en una conferencia del uso de la psiquiatría en adicciones. Yo ya me había recibido en esa especialidad y estaba buscando empleo así es que sumaba diplomados, cursos y eventos para engrosar mi hoja de vida. ¡¡¡Ay, perdón, no les había contado!!! Soy psiquiatra. Me recibí a los 23 años, imagínense, con todos los honores, excelentes notas y menciones honrosas. Fui la mejor de la facultad, inclusive. Ahora quería, ya, trabajar, en un hospital. -Disculpe, ¿no es usted la doctora Povilaityté?-, me miró Brown con mucha curiosidad, como si contara las pecas que debajo de mis ojos celestes. Estaba encandilado con mis pelos rubios, tan amarillos que parecían pintados con crayolas. -Así es doctor, soy su más ferviente admiradora-, le confesé emocionada haciendo brillar mis pupilas, brincando como una conejita. Era verdad. Como estaba agregada a sus redes sociales le enviaba siempre elogios, apuntes, tips que encontraba en el internet y experiencias que o
Empecé a trabajar un lunes a primera hora. Estaba muy nerviosa, temblaba incluso y pensaba que todo me iba a salir mal. Recuerdo que me puse un vestido tubo turquesa muy entallado, sin escote ni mangas, que me cubría las rodillas, pantimedias, zapatos oscuros taco catorce para verme enorme, un cinturón oscuro también y me hice una gran cola con mi pelo. Me puse mis lentes redondos grandes para que me dieran un aire de suficiencia y pendientes pequeños, discretos no muy llamativos para que resaltase más mi carita de cielo. Me colgué una gran cartera marrón y fui en mi auto hasta la clínica. Los vigilantes me recibieron con mucha cortesía. -Este será siempre su lugar de estacionamiento, doctora Povilaityté-, me anunciaron. Era un rinconcito agradable con mucha sombra a pocos metros dela entrada principal. Una azafata me recibió, también en la entrada. Me dio mi fotochek que me tomé el mismo día que Brown me contrató. -La llevaré a su consultorio, doctora Povilaityté-, me indicó ell
-Nos están pidiendo más medicinas y esa mujer lo está estropeando todo-, se molestó Karlson. El doctor Davids también estaba preocupado. -Es bastante dinero-, arrugó la nariz. A él le molestaba que la encargada de farmacia demorara mucho en los pedidos. -Es la chica nueva-, reclamó Karlson. -Ella ahora está a cargo del triaje, eso nos impide solicitar los fármacos-, se molestó. -Nos está malogrando el negocio-, insistió Davids. -Brown se ha enamorado de esa mujer-, no dejaba de renegar Karlson. -Tendremos que sacarlo del camino o de lo contrario, no podremos seguir vendiendo las medicinas y perderemos mucho dinero, la mafia nos paga mucho por cada frasco de calmantes-, le recordó Davids. Karlson sonrió enigmático. -Ella pronto será solo un recuerdo-, dijo estirando, malévolo, su risa. ***** Yo quería dedicarme a algunos casos que me parecían muy interesantes y desataban mi curiosidad, pero me resultaba imposible darme un tiempito. En mis dos primeros tres meses de labor en
Nos fue difícil acostumbrarnos al nuevo barrio y aunque a mi padre le iba bien en su empleo y yo ya estaba laborando en la clínica, sin embargo los vecinos nos veían con mucha desconfianza, nos decían incluso, "los extranjeros" y permanecían distantes y temerosos de nosotros. Esa mañana fui a comprar el pan para el desayuno. -¿Son nuevos en el barrio?-, me preguntó el hombre que estaba ateniendo a la fila. Me pareció un chico muy sencillo y encantador, atractivo y distendido. -Llegamos hace poco-, le dije arrugando coqueta mi naricita. -¿Son europeos?-, estaba él encantado de mis pelos rubios, muy encendidos, y mis ojos celestes. -De Lituania-, mordí mi lengüita, aún más coqueta. -Ahh, espero conocer algún día ese país-, me despachó una docena de panes, mantequilla y mortadela, también aceitunas que le encantaban a mi madre. -Estás invitado-, reí distendida. -Entonces te voy a ver muy a menudo-, insistió él, encandilado conmigo. -Por supuesto, soy Andrea, doctora en
Descubrí en el internet un portal de poemas. Fue de casualidad mientras buscaba cualquier página divertida para entretenerme y olvidarme de la tensión que me agobiaba. Yo me sentía mal, en realidad, desencantada del del amor, angustiada de no tener alguien a mi lado. Había sufrido muchas decepciones y la clínica apenas era un paliativo para mis desilusiones que eran bastantes y aún tenía las heridas abiertas. En mis noches de alcoba garabateaba algunos versos soñando en un hombre platónico, encantado y mágico que me acogiera con sus besos y caricias, que apareciera de repente frente a mi ventana muy adorable y hermoso. No es que fuera masoquista o algo por el estilo, sino que me gustaba escribir. Y pensaba, entonces que el amor era eso, un imposible. -Comparta sus emociones con todo el mundo-, decía el portal versos punto com. Me dio risa. Empecé a leer sus archivos y habían poemitas muy bonitos, con mucho sentimientos y pasión que, incluso me hicieron suspirar, escritos de poet
-Doctora Povilaityté, la espera el señor Marcus Green, ha venido solo-, me anunció la recepcionista. Yo recién llegaba a la clínica. El tránsito había estado atroz y se me hizo demasiado tarde. Marqué mi tarjeta de prisa y me apuré en ir a mi consultorio, taconeando las losetas, haciendo eles con mis manos para aligerar mis pasos. Abrí la puerta dando un tumbo, colgué mi cartera, me puse mi mandil, abrí la laptop, encendí el tablet, acomodé mis lentes, me hice una cola con mi pelo, saqué mis caramelos, regué mis lapiceros, mi cuaderno de apuntes y llamé de inmediato al señor Green. -Pase por favor-, dije con mi vocecita musical, moviendo coqueta los hombros. -Se le hizo tarde, doctora-, me dijo entonces Marcus Green, con una tonada fuerte, concisa, contundente y firme, igual a un martillazo atinándole exacto al clavo. Levanté la mirada curiosa por esa voz tan varonil y melódica, propio de un barítono, y allí estaba él mirándome con sus ojos inexpresivos, callados, como una acuar
-Estoy a cargo del triaje, me será más fácil sacar las medicinas de farmacia-, se entusiasmó Karlson. -Pero Povilaityté se dará cuenta-, no estaba del todo seguro Davids. -Firmaré yo las órdenes, ya no habrán problemas de nada. El comprador nos ofrece un gran dinero, no podemos perder esta ocasión-, insistió Karlson. -Bien, bien, bien, en todo caso estaré pendiente de Povilaityté, esa mujer parece una parabólica mirando a todas partes, atenta a todo lo que pasa en la clínica-, renegó Davids. ***** Karlson quedó a cargo del filtro de pacientes y así pude ir sin problemas a la casa de Green. No sé por qué pero no solo estaba muy nerviosa sino que me puse tan hermosa que parecía ir a mi propia boda. Me puse un vestido muy entallado, corto, pantimedias, zapatos taco 14 para verme enorme, me solté los pelos y un abrigo coqueto. El vestido tenía un escote muy pronunciado donde se apreciaba el canalillo de mi busto y resaltaba mis caderas y posaderas. Me veía tan hermosa que me sen