Capítulo 2

No es que sea  una tonta, porque, creo y de eso estoy segura, boba no soy. Lo que pasa es que resulto demasiado confiada y enamoradiza frente a los hombres. La traición de Esteban me marcó mucho y dejó una huella indeleble en mi alma. Yo lo quería demasiado porque él era muy dulce conmigo, súper cariñoso y me adoraba, me hacía pensar que era una princesa de un cuento de hadas que flotaba por el aire y el viento jugaba con mis pelos y con  mi enorme falda llena de guirnaldas y flecos. Sin embargo, Pamela, que pensaba era mi mejor amiga, lo había seducido, a mis espaldas, con no sé qué artimañas y él cayó redondito a sus pies,  idolatrándola como a una reina y convirtiéndose en su amante.

  Lo más chistoso es que yo se lo presenté a él a mi amiga Pamela. Qué tonta fui. La que pensaba era mi incondicional amiga, en las buenas y en las malas, había quedado encandilada con Esteban y no la culpo, en ese sentido, porque Esteban es muy lindo, tierno, maravilloso y un soñador empedernido,  de esos hombres que hacen suspirar y desear a cada rato para besar y amar. 

   Milton me engañó también. Era casado y yo no lo sabía. Él me juró que no tenía otro compromiso y resulta que sumaba tres hijos y traicionaba a su esposa más por vocación que por decepción, porque su mujer era muy guapa y voluptuosa, sin embargo a él le gustaba, demasiado, el fruto ajeno. Y yo, lamentablemente, caí mansamente en sus redes. Lo descubrí en el mercado comprando con su cónyuge y sin poder contener la ira le di tal bofetón que le tumbó tres dientes. De eso estoy segura porque lo vi sangrando igual a un caño abierto encharcando su ropa.

  Luego me decepcionó terriblemente Carlos. Lo raro que él insistió mucho para que le hiciera caso. Me llamaba a mi móvil con insistencia, me enviaba emojis de corazoncitos y ositos, me grababa usb con la música que me gusta y estaba siempre pendiente de mí. La primera vez que salimos fue directamente a bailar a un salsdódromo. Me deslumbró con su cadencia, su excelente compás,  muy erótico y seductor, y me hacía sentir, además, una pluma entre sus manos. Yo me dejaba llevar por sus pasos, tan elegantes, precisos, pulcros y excitantes y permitía que mi sangre hiciera ebullición en mis venas, deseándolo y queriendo que me haga suya cuanto antes.

   Sin embargo, Carlos jugaba conmigo de la misma forma que lo hacía con otras chicas. Yo lo pensaba un tipo muy serio, nada play boy ni aprovechador de las muchachas porque, ya les digo, era muy romántico en su trato, bastante educado, poético, incluso, empero era lo mismo conmigo que con otra fila de diez mujeres que, al igual que yo, habían sucumbido también a sus encantos y maravillas varoniles.

   Me di tarde cuenta además porque tenía una venda en mis ojos. Mis amigas me advertían que era un aprovechador, que lo habían visto muy acaramelado con otras chicas y sostenían, a rajatabla, que yo era una gran boba, dejándome seducir por ese sujeto.

   No es mi culpa tampoco. Carlos besaba como los dioses. Uff sus labios eran tan sensuales que me eclipsaban y me hacían perder en el limbo. Cuando él me besaba yo cerraba los ojos, meneaba la cabeza, escuchaba campanas celestiales repicando en mi cabeza, alzaba un tobillo, mis manos se caían como trapos y mi corazón se alborotaba tanto que quería estallar en pedazos. Los fuegos me calcinaban y me volvía en una verdadera antorcha, volviéndome cenizas.

  Y fue que lo vi primero besando a Nancy, luego a Norma, después a Betty, de allí a Luisa, posteriormente a Perla y finalmente a Teresa, mi archirrival, enemiga declarada, al que le tenía fobia e ira a la vez, para recién convencerme que, simplemente, yo era una gran tonta tal y cual me habían advertido mis amigas. 

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